La Feria
210 mexicanos han muerto en 2007 al internarse ilegalmente en Estados Unidos
Santo Toribio Romo, el más popular después de Juan Diego
Mientras Ning Ye, el abogado en Estados Unidos del empresario de origen chino Zhenli Ye Gon, lanza una nueva amenaza contra el gobierno del presidente Felipe Calderón, advirtiendo que el 18 de julio revelará pormenores inéditos del caso del decomiso de más de 200 millones de dólares en una casa de Las Lomas, el Instituto Nacional de Migración dio a conocer otras cifras, más trágicas pero menos notorias y que podrían pasar desapercibidas con facilidad: en lo que va del año han muerto 210 mexicanos al intentar cruzar en forma ilegal la frontera con Estados Unidos.
Se trata de muertes silenciosas a las que rodea una desgracia callada, lacerante, que no encuentra eco en los medios de comunicación ni se presenta (como el abogado del chino Zhenli Ya Gon) con el estrépito del poder y la contundencia de una bomba mediática. No. Los “ilegales” mueren sin que se culpe a nadie, sin que se encierre a nadie y sin escándalo. A nadie –excepto, quizás a su familia– provoca rabia la muerte de los migrantes. Acaso lágrimas. Nadie exige justicia porque, inexplicablemente, se les culpa a ellos mismos de su fallecimiento. No a la miseria de la que huyen. No a la pobreza de la escapan. No al hambre que los acosa y a la falta de oportunidades en su tierra natal.
Son ellos, los mexicanos que buscan otra mejor forma de subsistir, quienes practican innumerables formas de cruzar la línea fronteriza. Algunas veces, se valen de los inescrupulosos “polleros” para que los transporten escondidos en camiones o camionetas hasta el otro lado; otros se adentran en las aguas del río Bravo para llegar a la tierra prometida y, algunos más son conducidos por “coyotes” a rutas escondidas, a través del desierto, con la indicación de dirigirse en cierta dirección para alcanzar alguna ciudad en la que, supuestamente, estarán a salvo.
La imaginación de algunos es tal que se han encontrado migrantes escondidos bajo el asiento trasero hueco de algún auto, a otros metidos en barriles petroleros y a otros más cubiertos por mercancías de diversos tipos, en camionetas comerciales. Todo es posible para ellos. Todos los intentos para llegar son válidos. Lamentablemente, en lo que va de este año, por lo menos 210, no consiguieron su objetivo y su insistencia les causó la muerte.
Un santo de los migrantes, nutrido en este contexto
Sólo de paso y casi entre paréntesis, les diré a mis lectores que ha sido en ese contexto de constantes peligros e inquietud por cruzar la frontera, en el que ha crecido y se ha robustecido la fe en Santo Toribio Romo, el “santo de los migrantes”. Los Originales de San Juan, un grupo de música entre norteña y de banda, ya le compusieron un corrido que se toca una y otra vez en las estaciones rancheras y en las que reproduce música grupera. Y es que contar de un momento a otro con un santo protector de los migrantes no es poca cosa. Significa, para los trabajadores ilegales, tener de su parte la voluntad divina para lograr el objetivo de internarse en el territorio estadunidense, que se ha convertido en el imaginario de los campesinos mexicanos en una especie de tierra prometida. Es ahí en donde –ellos piensan– podrán sobrevivir en mejores condiciones que las que ofrece la patria, la tierra del origen, la nación. No es extraño, pues, que en esas condiciones este santo cristero reciba ya un amplio homenaje de parte de quienes realizan (gracias a él, presumen) el sueño de trabajar en Estados Unidos; por ello, su capilla, en Santa Ana de Guadalupe, municipio de Jalostotitlán, en Los Altos de Jalisco, se convierte día tras día en un santuario importante, que visitan ya miles de personas.
Este santo cristero nació en Jalostotitlán en 1900 y murió en 1926, bajo las balas federales. Se ordenó sacerdote a los 22 años. Pero cuatro años más tarde, tropas federales lo encontraron y le dieron muerte. Con esos antecedentes y la fama comprobada de que protege a los migrantes, Toribio Romo se ha convertido en el más popular de los santos mexicanos, después de Juan Diego, asegura una encuesta de la Conferencia del Episcopado Mexicano, realizada en 2004. La verdad es que los trabajadores mexicanos que se encuentran como “ilegales” en el país del norte constituían un sector, amplio y pudiente, que no había encontrado la protección divina que requería. No había un santo especializado en sus causas. Sin embargo, ahora es distinto.
Muertes que produce la miseria
Pero, dejemos a un lado la historia de Santo Toribio Romo, y continuemos con el asunto de los migrantes ilegales que se adentran en el territorio de Estados Unidos. Se trata de un flujo demográfico anual de unos 400 mil hombres y mujeres (a veces también niños) que sortean peligros que podrían conducirlos a la muerte para entrar a Estados Unidos. El año anterior más de 400 mexicanos perecieron en su intento por llegar a esa tierra en donde consideran que podrán vivir mejor. Este año, ya son 210 los mexicanos muertos. Las amenazas están presentes y los medios de comunicación, constantemente, nos informan de la muerte de personas que intentaron infructuosamente cruzar la frontera buscando huir de la miseria que no ha sido abatida en nuestro país por los gobiernos neoliberales. Y eso es todo por ahora. Los invito a encontrarnos de nuevo mañana en esta misma Feria.
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