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martes, julio 24, 2007

Opinión. Germán Robles

Cuarta República
Germán Robles
24 de julio de 2007

Miscelanea fiscal: Más de lo mismo.

Reciéntemente Felipe Calderón entregó a la cámara de diputados su paquete de propuestas y reformas en el ramo de la hacienda pública: y las críticas no se hicieron esperar. En realidad más que una propuesta de reforma a fondo, se trata más de lo mismo: una miscelánea para efectos de resolver en lo inmediato la urgente entrada de recursos al gobierno, con una visión cortoplacista.

Dicha miscelánea no es más que un paliativo ante las fuertes carencias presupuéstales que enfrentan las instituciones, algunas al borde de la quiebra; en México a lo largo de su historia son contadas las grandes reformas en la hacienda pública y en lo que llevamos de dictadura neoliberal jamás ha surgido una reforma económica y hacendaria importante que cimbre las estructuras del poder económico y detone el mercado interno tal como se requiere. Por el contrario el grupo neoliberal gobernante sigue obcecado con su estribillo de “las reformas estructurales” para terminar de saquear al país. El TLC ha revisado su propio fracaso.

A los actores del sector empresarial los dejó sorprendidos la propuesta, así también a analistas y editorialistas pues esperaban una embestida fiscal contra los sectores populares (con el IVA a fármacos y alimentos) y no así contra las clases medias, PYMES e industriales. Empero, la “reforma” no es más que un paquete de medidas salomónicas, a fin de hacerse dineros a corto plazo que mitiguen la bomba de tiempo que le significará en gasto público para los siguientes años, tratando a la vez de mantener cierto equilibrio político, pues nadie está contento si de aumentar o cobrarle más impuestos se trata ni tampoco Calderón podía pagar facturas a los empresarios de manera descarada vía reforma hacendaria.

El cobro de IVA en alimentos y medicinas hubiese tenido un alto costo político, máxime en un periodo turbulento donde Calderón no quiere meterse más de lo que debe con la izquierda, al menos ese despropósito no se cumplió. Por otra parte esta miscelanea pretende cobrar más impuestos a los sectores tributarios cautivos, una de las partes más significativas del paquete de reformas es la contribución empresarial de tasa única que en el fondo es la aceptación implícita del fracaso por el cobro eficiente y debido por parte del gobierno, amén de que siempre existen grupos fiscalmente favorecidos, en particular quienes apoyaron la campaña de lodo calderónica en 2006.


El CETU es el instrumento(nuevo mamotreto conceptual del diccionario neoliberal) con el que Agustín Carstens pretende evitar la elusión fiscal; se trata de un mecanismo simplificado del ISR que los empresarios no podrán eludir, pero que al mismo tiempo deroga el impuesto sobre los activos. Cabe señalar que para actores políticos como AMLO, dicha reforma encubre más “impuestos disfrazados” a los sectores desprotegidos así como una reforma laboral encubierta pues incentiva la contratación por honorarios. Dicho paquete fiscal es sintomático de que Calderón está políticamente acorralado y su poder es reducido, su paquete no pretende privilegiar abiertamente a los barones del dinero quienes financiaron su campaña, pero tampoco explotarlos como sector cautivo, pues al final es el consumidor quién asume los costos. Al gerente adjunto de México sólo le urge recaudar en lo inmediato; con su “reforma” no hay más que lo mismo, y la extraña alianza entre el FAP y las cúpulas empresariales en pos de presentar una iniciativa distinta en una guerra contra el CETU, hace que la reforma de los Pinos simplemente se tambalee.

Una reforma fiscal que el país necesita, que beneficie a la gente, debe estar basada en un caracter integral, que juegue con otras reformas de fondo en materia laboral, política, judicial y el cambio de regimen fiscal en PEMEX, quién sangra en sus ingresos y aporta el 35% de los ingresos al gobierno, cuando este sólo le regresa a PEMEX el 5% de sus ganancias para la inversión en infraestructura, se requiere un paquete de medidas que detone el mercado interno y tendientes a eficientar el gasto corriente.

Si bien en la lógica partidista y mezquina de los actores políticos haría casi imposible una reforma fiscal de carácter integral, la clase política mexicana está urgida a entender que es fundamental hacerlo para transformar el desolador panorama económico, pues el principio fundamental sigue siendo el mismo, fiscalizar para redistribuir la riqueza mejor, ese es el gran pendiente.



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