Bajo la lupa
¿Qué sigue después de la caída del imperio de Estados Unidos?
Quienes se sitúan fuera del espeso bosque del engaño en el que pervive la opinión pública de Estados Unidos gozan de mayor capacidad para visualizar el crepúsculo de su breve imperio, uno de los más barbáricos de todos los tiempos: único en la historia de la humanidad en haber arrojado bombas nucleares sobre dos poblaciones civiles inermes (que el mercantilista gobierno japonés ha llegado hasta alabar en forma insólita), que se ha caracterizado por ser un país misántropo, depredador, parasitario y deudor, y que, por encima de todo, no aportó civilización alguna, en el sentido más estricto y braudeliano del término.
Un pensador activista como John Galtung, oriundo de Noruega (el país escandinavo más aliado al unilateralismo bélico estadunidense), en una reciente conferencia en Viena de la agrupación que preside Transcend, demostró las "15 contradicciones" que exhiben la perdición de Estados Unidos como imperio (ICH; 20/07/07).
En forma simpática, a sus 77 años de edad, se da el lujo de sentenciar la fecha de las exequias: "20 de octubre de 2020", es decir, en 13 años, cuando cumpla sus 90 años de edad el connotado pacifista noruego. Se pregunta "qué sigue" a su estrepitoso y gradual colapso, para sentenciar que existen "tres posibilidades": 1. País(es) sucesor(es); 2. La Regionalización; y 3. "Otra (sic) globalización". Curiosamente, desde el punto de vista del enunciado general, se asemeja a dos de los tres escenarios que vertimos en nuestro reciente libro Hacia la desglobalización (Jorale Editores; 07).
Como buen vikingo, coloca a la Unión Europea, con "once ex potencias coloniales en su seno", como primer favorito a suceder a Estados Unidos debido a su sentido "universalista" del cual carece, a su juicio, China, que desprecia a sus vecinos y al resto del mundo como "bárbaros" (¿y a poco no hay algo de cierto?).
Las cifras económicas no son su fuerte ni están actualizadas, y pese a ello las utiliza para demostrar el poderío superior de China frente a Estados Unidos (pero también sobre la misma UE que oculta). Lo del "universalismo" de la UE, con sus inherentes vulnerabilidades militares, es innegable siempre y cuando no sucumba a la huntingtoniana "guerra de civilizaciones" promovida por los neoconservadores straussianos ni se desintegre en su trayecto jurídico-político.
A nuestro humilde entender, más que un sucesor propiamente dicho seleccionado entre la bipolaridad de UE y China, el mundo se encamina hacia la multipolaridad que está sustituyendo a la fracasada unipolaridad anglosajona sepultada en las arenas de la antigua Mesopotamia.
Considera correctamente más probable a la "regionalización", con "cuatro o cinco regiones a lo sumo", que tienen "en común su independencia frente a Estados Unidos", y donde incrusta de nuevo a la UE, esta vez vista como bloque, más que como "país" unitario.
Concede asombrosa importancia a la "Unión Latinoamericana y el Caribe" (en realidad, el ALBA) con su "economía social", su moneda común, el "bolívar", y su "mesías Chávez" con "mucho dinero proveniente del petróleo", y que, luego de expulsar al FMI y al Banco Mundial, está chocando con las "elites democráticas" de Latinoamérica. Ha de bromear el profesor Galtung si con "elites democráticas" se refiere a la dupla Krauze Kleinbort/Castañeda Gutman y/o los medievales primitivos como los narco-panistas Fox y Espino (bajo la perspectiva del chinogate): todos en su conjunto controlados por los unilateralistas neoconservadores straussianos.
Sin profundizar, cita otras "regiones": la "Asociación del Sur de Asia para la Cooperación Regional (SAARC, por sus siglas en inglés, donde predominan India y Pakistán); el bloque de 10 naciones del sudeste asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés); y el G-8, "aunque este último no sea contiguo". Propina una definición poco semántica de la "región" que "no necesita estar contigua (¡super-sic!)".
En el caso del G-8, se trata en realidad de potencias geoeconómicas y geopolíticas, con cuatro países dotados de armas nucleares (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia). Con todo nuestro debido respeto, pero el disfuncional G-8, como agrupación cohesiva, está más moribundo que nunca, aun como "región virtual", mientras el SAARC (con una población de mil 400 millones), todavía en su fase embrionaria, aunque es más importante teóricamente que el ASEAN (mucho más si le quitan su paraguas chino).
Las "regiones" de Galtung pecan de eurocéntricas donde abundan los traslapes, las confusiones y, más aún, las fobias y filias. Otra "región", muy forzada, sería la "comunidad islámica de mil 300 millones" (la Organización de la Conferencia Islámica alardea mil 500 millones), que, lo expresamos con realismo, no posee capacidad logística ni balística ni unitaria para suplantar a Estados Unidos.
Su otra región, la "comunidad del Este Asiático sin Japón y con India, pero posiblemente (sic) combinada con al Grupo de Shanghai" (que copresiden China y Rusia con los países centroasiáticos) y donde brillaría intensamente el ASEAN (otro traslape). Su última región sería la "unión rusa combinada con Chechenia (sic)", lo que mataría de risa hasta a un oso ruso.
Concede mucha importancia al obstruccionismo de Chechenia y no da oportunidad a China, un grave error geopolítico cuando abulta la relevancia del ASEAN, aunque compartimos su exclusión de Japón que no explicita, lo cual se deba, quizá, por haber sido transformada en una vulgar colonia financiera anglosajona.
Un unilateralista neoconservador straussiano fustigaría su endeble taxonomía "regional" como infantiloide, desde el punto de vista geoestratégico, por las mismas "15 contradicciones" que enarbola persuasivamente para desbancar a Estados Unidos de su pedestal imperial.
Después de haber leído el "regionalismo" poco articulado de Galtung, Bajo la Lupa se queda más firmemente con el abordaje multidimensional del mundo hexapolar: Estados Unidos, la UE y el SRIC (Sudamérica, Rusia, India y China).
Su parte más romántica es la "otra globalización" que define en forma herética, desde el punto de vista financiero-económico, y que "significa (sic) fortalecer a la ONU en un lapso de cinco a 20 años" mediante tres reformas: "abolir el poder de veto" (sería otra ONU); "democratizar el voto": un representante por cada millón o 10 millones (muy iluso pues dominarían demográficamente "Chindia" y/o el mundo islámico: una demogracracia más que una democracia); y "sacarla de Estados Unidos" (muy loable).
Lo interesante no radica en su frágil semántica ni en su geografía etérea, sino en su abordaje cualitativo multipolar sobre las "regiones" destinadas a suplir la ausencia de Estados Unidos y en donde coloca en muy buen lugar el proyecto de integración latinoamericana, siempre y cuando Chávez y Lula cesen de querellarse puerilmente entre sí, lo cual beneficia al unilateralismo estadunidensse.
No se hace muchas ilusiones sobre la transformación evolutiva del ser humano ("En un mundo regional no poseemos garantías de paz") y aduce con propiedad que el primer beneficiado con la caída del imperio estadunidense será "la propia República (sic) de Estados Unidos", que "podrá dormir en paz" y así "cooperar" con el mundo para convertirse en un "país decente". Absolutely!
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