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lunes, julio 23, 2007

Opinión - Jorge Gomez Naredo

Entre lo mediático y lo real

Jornada Jalisco

En la semana que concluye se observaron claramente dos estrategias del gobierno estatal panista. La primera es la mediática, la de las apariencias, de la imagen, del representante popular afable y comprensivo. El lunes, Emilio González Márquez, acompañado de deportistas y, claro, de cámaras fotográficas y de televisión, arrancó una campaña de “superación personal-estatal” llamada “Jalisco es Uno”. Colocó, junto con su esposa Imelda Guzmán y el director del Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA), Rodolfo Ocampo, calcomanías a los automovilistas que se paraban en el alto de unas de las calles que desembocan en la glorieta de la Minerva. Todos se veían felices y alegres; se utilizaron pendones donde aparecían las imágenes de varios medallistas en la pasada Olimpiada Nacional; una manera de decir: “vean, los jaliscienses pueden obtener triunfos” (aunque en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro México ocupe el séptimo lugar, abajo de países como Colombia, Cuba, Brasil y de la nación del caos, sí, de la mismísima Venezuela). El pavoneo del gobernador ante las cámaras jamás se detuvo: era día de posar ante las lentes.

El jueves, dentro de esta misma estrategia mediática, González Márquez y sus allegados e incondicionales recibieron a su enemigo, su competidor, al adversario: el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña. A pesar de sus diferencias, sus enconos y la animadversión mutua, ambos políticos jaliscienses se abrazaron, se sonrieron, se saludaron, rieron, sí, rieron ante las cámaras para que vieran los jaliscienses que el PAN es un partido unido, que la lucha por puestos de poder no separa ni desune; que la megalomanía y la batalla por obtener el control político del estado es una entelequia, un invento de la prensa fantasiosa que siempre engaña: miente.

Para concluir la estrategia mediática de la semana, González Márquez se trasladó a Puerto Vallarta y ahí, junto con el alcalde de la ciudad, Javier Bravo Carbajal, dieron inicio a la remodelación del Centro Histórico del puerto. Con brochas, rodillos y botes de pintura se pusieron, durante unos cuantos minutos, a retocar unas pocas paredes. Ambos con camisas blancas y logotipos del evento, sonriendo, caminando, abrazados. Fotos, fotos y más fotos, para que la gente vea, para que la sociedad aprenda: “se trabaja y el gobernador es cercano a las demandas ciudadanas”.

Fuera de la estrategia mediática existe otra, la real, la verdadera, la que vale. En Casa Jalisco se celebra todos los miércoles un curso para conocer, estudiar y entender la Biblia; asisten el gobernador y varios secretarios. Un acto, sin duda, que viola el Estado laico y carece de justificación, ¿por qué?, porque Casa Jalisco no es propiedad de una persona, sino de un Estado, y ese Estado no debe tener religión oficial ni debe beneficiar a una organización religiosa. La respuesta del gobernador fue rauda y no hubo autocrítica ni discusión, simple y llanamente adujo: “[la prensa] me recuerda un poquito a Paty Chapoy y me parece muy divertido”, además de considerar a todo aquel que lo hubiera censurado por el escándalo de los cursos de Biblia como voyeurismo. El mensaje fue claro: “no me critiquen”.

La estrategia de lo real, de lo que verdaderamente vale, continuó con la amenaza: González Márquez indicó que sin la aprobación de la reforma fiscal no habrá Plan Nacional de Infraestructura y, por ende, no se llevarán a cabo obras: Jalisco perderá. ¿Una amenaza?, ¿amedrentar a la población?, ¿descalificación de facto a los grupos opositores a la reforma fiscal?, ¿acaso todo aquel que se oponga a las modificaciones fiscales es un traidor al Estado, a la patria?

Y para concluir, el viernes pasado González Márquez anunció el recorte, en 2007, de 500 millones de pesos a los municipios, pues las partidas federales no son copiosas y los excedentes del petróleo ya se terminaron. No hay otras salidas (como la reducción de viajes, comilonas, corrupción y sueldos de la alta burocracia) para la falta de recursos: nada cambiará un ápice el status quo de la élite política panista.

Dos estrategias, la mediática y la real, que divergen pero que se complementan. Por un lado, la imagen, la simulación, el tratar de inocular a la población la idea de que las cosas van bien, de la existencia de un gobernador cercano a la gente, que pinta, que sale a las calles, que se lleva bien con sus adversarios, que es moderado y sabe conciliar. Eso, en la imagen, en la pura imagen. Por otro lado, lo real, la amenaza, la conminación, el decir: “si no haces esto, te quedas sin aquello”, y los hechos: la reducción del presupuesto, pero jamás, nunca, ni pensarlo, la austeridad de la elite política blanquiazul. No cabe duda, por un lado circo, y por el otro, no pan, sino golpes bajos. ¿Cuándo se organizará la sociedad para detener la simulación y el engaño?

jorge_naredo@yahoo.com

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