Calderón y el abismo que se avizora
Jorge Gómez Naredo
Felipe Calderón ha optado por la fuerza y no por la política, por la hipocresía y no por la realidad, por la traición y no por el diálogo. A una semana de haber tomado (si a eso se le puede llamar “tomar”) protesta como presidente de la república (con un caudal de dudas e irregularidades, de protestas y descontento), el panista ha profundizado (en tan solo siete días) la crisis política heredada del foxismo. El encarcelamiento de Flavio Sosa, uno de los dirigentes de la APPO, es la metáfora del régimen que comienza: mentir, mentir y mentir. El oaxaqueño había llegado al DF con la promesa del gobierno federal de entablar un diálogo para distender la tensión en el estado sureño, pero las pláticas nunca llegaron y en su lugar se dio una señal clara de la dinámica del nuevo gobierno: la palabra de Calderón nada vale, es hueca, engaño, mentira. Quienes ahora detentan el poder ejecutivo son personas no confiables, pues ponen trabas para solucionar los conflictos y engañan. ¿Quién podrá ahora confiar en las palabras de Felipe Calderón?
Cuando se dio el apoyo de las televisoras y de las empresas trasnacionales a la campaña electoral del panista, era claro el posterior pago de facturas. Ahora lo estamos viendo. Por una parte el gabinete del michoacano está plagado de hombres “claves” en la perpetuación de los intereses y las prebendas de dichas empresas. Luis Téllez, el flamante secretario de comunicaciones, tiene grandes vínculos con empresas trasnacionales y es un incondicional de las televisoras. Pero la aristocracia empresarial de México no solamente quiere mantener sus privilegios, también desea un “México en paz”, es decir, un país sin oposición, sin disentimiento, sin voces en contra. Para ello Calderón ha colocado a verdaderos represores en puestos claves del gabinete. Francisco Ramírez Acuña es uno de ellos. Cuando estuvo en el gobierno de Jalisco probó sobradamente sus dotes de represor e instaló un régimen de intimidación a todo aquel que se atreviera a protestar. Eduardo Medina Mora, el nuevo procurador general de la República, fue quien ordenó la represión en Atenco (con las violaciones sexuales, los golpes, las torturas, el encarcelamiento ilegal y la intimidación) y en Oaxaca. Por dichas acciones se ganó el actual puesto. Parecería que la consigna es: “si sabes reprimir, te mereces estar en mi gabinete”. Calderón se ha rodeado de represores y, por lo tanto, de su gestión (que seguramente no terminará en nada bueno) sólo se puede esperar represión, represión y más represión.
Paradójicamente, todas estas acciones hacen a Felipe Calderón más débil y más proclive a ser derrocado en cualquier momento. Un régimen mantenido gracias a los toletes, las torturas, las desapariciones y el acotamiento de la libertad de expresión (a Ricardo Rocha se le quitaron sus espacios matutinos en Radio Fórmula y a Gutiérrez Vivó se le amenazó y se le instó a “portarse bien” para conseguir una entrevista con el presidente y “solucionar” los conflictos económicos de la empresa radio Monitor), no es un gobierno fuerte y estable, sino débil y muy cercano al despeñadero.
Felipe Calderón solamente tiene a su favor, además del PAN (ese partido de derecha plagado de yunquistas), a los medios de comunicación. Por eso se le ve a través de las pantallas de televisión con una pala en un municipio humilde, queriendo ser algo que jamás ha sido, un hombre de pueblo, que trabaja para y por el pueblo. La realidad es otra y es simple: en el proyecto de presupuesto mandado por el ejecutivo al legislativo, se recortan recursos a las universidades públicas, a la cultura, a la educación básica, al campo y a los pueblos indígenas. Sí, Calderón es un maestro de la simulación y el doble discurso: por un lado intenta mostrarse allegado a los más desprotegidos, “rebasando por la izquierda a la izquierda” y con una consciencia de la pobreza extrema, pero por el otro, actúa con miedo, como tecnócrata cerrado, obcecado, siempre favoreciendo a los más ricos y perjudicando a las grandes mayorías. No cabe duda, el michoacano es y ha sido un verdadero peligro para la estabilidad y el bienestar del país. ¿Cuándo entenderemos que, con Calderón, México está destinado al abismo?
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