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miércoles, diciembre 27, 2006

En puerta, tercera demanda contra Rivera por solapar a pederastas

Madre de tres niños violados por el cura Nicolás Aguilar exige indemnización y renuncia del cardenal

Es culpable porque sabía que era un crimimal y lo mandó a EU a destruir más hogares: Valentina Mendoza

Luego del receso navideño acudirá a la Corte de Los Angeles; la querella, también contra Roger Mahony


SANJUANA MARTINEZ ESPECIAL PARA LA JORNADA

La tercera demanda contra el cardenal Norberto Rivera Carrera por el delito de protección a un sacerdote pederasta será interpuesta por Valentina Mendoza, madre de tres hijos abusados sexualmente por el cura Nicolás Aguilar, en Los Angeles, California, hace 12 años.


"No pienso quedarme callada. Ha llegado el momento de hacer justicia" ­dice entre sollozos Valentina, quien a pesar del tiempo trascurrido aún no cicatriza las heridas dejadas por la violación a sus tres hijos varones de entre 5 y 12 años. "Rivera tiene que renunciar a su cargo. El es uno de los protectores. Nicolás violó a mis hijos porque él lo envió a Los Angeles, en 1987".


El sacerdote pederasta fue transferido por Norberto Rivera, entonces obispo de Tehuacán, según consta en una carta que mandó al cardenal de Los Angeles, Roger Mahony, el 2 de enero de 1987, donde sustentaba el traslado del presbítero "por motivos familiares y por motivos de salud".


"En nueve meses abusó de 26 menores"

En sólo nueve meses, Nicolás Aguilar abusó sexualmente de 26 niños, según se señala en los reportes policiales de Los Angeles. El cardenal Mahony le escribió a Rivera Carrera el 4 de marzo de 1988 avisándole de las "acciones depravadas y criminales" que el sacerdote había cometido: "Es casi imposible determinar precisamente el número de jóvenes acólitos que él ha molestado sexualmente, pero el número es grande" ­dice el purpurado angelino. "Sabemos que ha regresado a México, y nosotros queremos cooperar totalmente con la policía de Los Angeles en buscarlo y arrestarlo".

Valentina asegura que el cardenal Mahony reconoció ante ella que él protegió a Nicolás Aguilar enviándolo a México para evitar la acción de la justicia: "Yo se lo dije en su cara: ¿Por qué lo hiciste? Y él me pidió perdón".



Originaria de Michoacán, Valentina llegó a Los Angeles a la edad de siete años. Sus hijos son ciudadanos estadunidenses. Después del ataque sexual del cura, nunca pudo hablar de lo que pasó, porque todo fue guardado bajo secreto por la arquidiócesis de Los Angeles. Intentó llevar a sus hijos al sicólogo, pero sin éxito: "porque, tristemente, se necesita dinero; es el dinero el que mueve toda la recuperación de las víctimas. ¿Qué podía hacer si nosotros no teníamos el modo?


Desde el primer día, buscó que Nicolás fuera detenido para que ya no siguiera dañando a más niños: "Como madre, a mi me preocupaba que siguiera abusando de menores. Y eso me atormentaba, así que hace algunos años decidí hablar y no callarme, porque pensé en los niños inocentes".


La tercera demanda contra Nicolás Aguilar y el cardenal Norberto Rivera está siendo preparada por el bufete de abogados de Jeff Anderson, que después del receso navideño la presentará ante la Corte Superior de los Angeles, donde fueron interpuestas las dos anteriores: el 19 de septiembre y el 16 de noviembre. Valentina prefiere mantener el nombre de sus hijos (los demandantes) bajo el anonimato de "John Doe", a fin de protegerlos.


Era temporada navideña


La época navideña es una de las más difíciles para toda la familia, porque fue precisamente en diciembre de 1988 cuando sucedieron los hechos: "El usó la sotana para ganarse la confianza de los niños y de nosotros (padres). Sacerdotes como él utilizan el nombre de Dios para hacer daño a nuestros hijos, el nombre de Jesús para abusar de los pequeños. Nos decía que se sentía solo en Estados Unidos, que no tenía a nadie, que necesitaba de nuestra compañía."


Nacida en el seno de una familia profundamente católica, Valentina señala que a ella le enseñaron a respetar a los sacerdotes y a quererlos "como si fueran Dios. Mi mamá nos decía que ellos eran Dios en la tierra. Nicolás nos contó que en Puebla le habían dado un balazo, y nos enseñó la cicatriz de la herida. Nos dijo que había sufrido mucho. Por eso le empezamos a dar todo nuestro cariño. Y así le dimos la entrada a la casa".

Pidió quedarse porque se sentía triste... y lo llevó con los niños

Cuenta que un día, después de cenar y de haber bebido, les pidió pernoctar en su casa, ya que argumentó que prefería no ir a su vivienda: "Nos dijo que se sentía triste, que no quería irse porque estaba solo, y eso le deprimía. Los mexicanos somos hospitalarios, así que le ofrecí quedarse en casa. Tristemente fue esa noche cuando dañó a mis hijitos".

Valentina ofreció al sacerdote quedarse en la recámara de sus cinco niños. Pero antes, decidió llevarse a los dos pequeños a dormir con ella y su marido, a fin de dejar más espacio para el huésped. Los tres que permanecieron en la habitación fueron abusados por Nicolás esa misma noche: "Este depravado aprovechó el momento y nosotros no supimos nada hasta después de que los niños pudieron hablarlo".

Fue a los pocos días, cuando los pequeños le pidieron a su madre que se sentara ante la mesa porque tenían algo importante que decirle. Valentina recuerda ese momento como uno de los más devastadores de su vida: "El pequeño, de cinco años, me dijo: 'Tu padrecito, tu amigo, es malo. Esa noche que se quedó me tocó aquí. Y también a mis hermanos'. Yo me quedé muda".

Mientras el hijo mayor agachaba la cabeza de manera avergonzada, el de en medio le soltó: "Tu padrecito es homosexual; nos lo hizo a todos". En ese momento me desvanecí. Tuve que sentarme para no caerme".


Valentina no puede contener el llanto. Recuerda esos minutos como si hubieran ocurrido ayer, por tanto, su dolor sigue intacto: "Les estaba dando de comer. No podía articular palabra. Estaba sentada sin poder moverme. Fue algo tan doloroso. Empecé a recordar como él nos ganó con tanta labia. Como fue a engañarnos con tantas mentiras".


Su esposo fue testigo de todo. En ese momento les dijo que iba a conseguir una pistola para ir a matar al cura: "Yo le dije: "Honey (cariño), eso no te corresponde a ti. Para eso hay leyes. Es mejor que vayamos a denunciarlo a la Iglesia".


Efectivamente, los niños, junto con sus padres, decidieron acudir a la arquidiócesis de Los Angeles. Para su sorpresa, se dieron cuenta de que había otras víctimas, como la familia de Lupe Mendoza, afectada porque cinco de sus hijos fueron abusados por el mismo sacerdote.


Al denunciarlo ante el cardenal Roger Mahony recibieron una promesa de justicia. El purpurado les aseguró que denunciaría al cura ante las autoridades competentes: "Desgraciadamente, no fue así. Lo regresaron a México".


Después de su intento frustrado por hacer justicia, Valentina entró en una grave depresión, que originó que se cuestionara sobre la religión católica: "Perdí la fe por tres semanas. Yo renegué contra Dios. Fue algo tremendo, me atreví a decirle: 'Tu tienes la culpa, por eso, yo no quiero saber nada ti'. Fueron las semanas más tremendas de mi vida. Pero después yo conocí al verdadero Jesús, no al que me tenía que hincar y rezar, sino al Dios vivo y todopoderoso. Fue así como pude perdonar a estos hombres, porque si yo no perdono, Dios no me puede perdonar a mi".


Purpurados


Valentina afirma que ha visto suficiente para saber que los cardenales Mahony y Rivera solaparon el crimen de Nicolás: "Qué tristeza que hayan intercambiado al hombre depravado, para seguir encubriendo su crimen y para dejar que él siguiera haciendo de las suyas. ¡Qué coraje! Ellos cubrieron a este hombre y, concretamente, permitieron que después de mis hijos regresara a México a hacer más daño, porque me acabo de enterar que en Puebla violó a otros 60 niños. Eso fue tremendo para mí".


­¿Qué castigo cree que merecen los protectores del cura pederasta Nicolás Aguilar?

­Deben dimitir e indemnizar a las víctimas. Mahony y Rivera necesitan de Cristo. Deben dejar sus puestos, porque lo que han hecho es tapar el pecado, el abuso, el crimen; lo que han hecho es encubrir a un hombre que estaba destruyendo la fe de muchos. Ellos no merecen estar en sus puestos, deben irse para dejar que venga gente que ame a Dios, no que ame el pecado o el crimen".


­¿Qué sentimiento le merece el cardenal Norberto Rivera?

­El está poniendo la cara de muy santito pero, ¿tú crees que después de lo que sé le voy a creer? No es un hombre de integridad. No ama a Dios. Cualquier madre como yo puede mirarlo en su verdadera dimensión. El encubrió a Nicolás a sabiendas de que mandándolo a Los Angeles iba a abusar otra vez de niños".


En el intercambio epistolar entre Mahony y Rivera, no existe la carta que el purpurado mexicano argumenta que envió al cardenal angelino para advertirle de la "problemática de homosexualidad" del Nicolás Aguilar. Mahony sostiene que esa misiva nunca llegó: "Quiero decirle que yo no he recibido ninguna carta de usted con fecha del 23 de marzo de 1987, ni otra información tocante a la 'problemática homosexual del padre' (...) Si usted me hubiera escrito que el padre Aguilar tenía algún problema homosexual, le aseguro que no lo hubiéramos recibido en esta arquidiócesis."

Luego de las denuncias, el cura pederasta fue regresado a México por el cardenal Mahony, a principios de 1989. A pesar de conocer los hechos por medio de las cartas del cardenal estadunidense, Norberto Rivera, aún obispo de Tehuacán, no retiro a Nicolás Aguilar del ministerio sacerdotal. El derecho canónico establece que quien abuse sexualmente de un menor puede ser amonestado con la suspensión al sacerdocio. Pero, incluso prófugo de la justicia angelina, donde aún enfrenta 26 denuncias por abuso sexual a menores, el presbítero fue facultado en 2001 para seguir ejerciendo de sacerdocio en Puebla, según consta en el oficio del arzobispado número 274-01.G, autorizado por el arzobispo Rosendo Huesca Pacheco.

Valentina, como cualquier otra madre de víctimas de la pederastia clerical, desea que Rivera Carrera reconozca sus culpas y empiece a colaborar con la justicia para detener a los curas pederastas de México: "Quisiera que el cardenal Rivera tuviera la misma actitud que Mahony, que se arrepintiera y reconociera que él permitió que Nicolás hiciera este daño. Que admitiera que él mandó a Nicolás para acá, sabiendo que era un depredador sexual. Que compensara a todas las víctimas, a todos estos muchachos dañados por él y por Nicolás. Que abriera los archivos para que mis hijos y las demás víctimas encuentren la paz".

"Mahony, el otro protector"

Hace unas semanas, Valentina pudo mirar a los ojos al "otro protector de Nicolás", el cardenal Roger Mahony, y le espetó: "¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué lo protegiste? Yo ya había venido a decirte lo que les hizo a mis hijos. Y tú me pediste que guardara silencio. Me dijiste que ibas a hacer algo para que él recibiera su castigo. Y en lugar de eso, lo mandaste a México. Tú destruiste familias, porque dejaste que este hombre dañara a los niños que creían en Dios, que iban bien. Tú afectaste a esos niños, porque este hombre merecía ser detenido para recibir ayuda, que fuera tratado. Este hombre esta poseído para destruir a nuestros niños, a nuestra juventud".

Recuerda cómo al principio de esa conversación Mahony negaba todo, pero después, al ver su desesperación, indignación y llanto, el cardenal cambió de actitud, mientras Valentina le apuntaba con el dedo acusador y un tono de voz contundente. "Le dije: 'por una vez, quisiera que tú y yo habláramos desde el corazón. Mira el daño que nos has hecho'. En ese momento, él reconoció todo. Admitió que sí lo había mandado a México. Lo confesó y me pidió perdón. Y yo lo perdoné, porque por una vez fue sincero."

A diferencia del cardenal Rivera, Mahony está colaborando con la justicia. Ha abierto sus archivos para determinar el camino seguido por los curas pederastas, y el pasado 2 de diciembre logró un acuerdo económico con las víctimas por 60 millones de dólares, para solucionar 45 demandas de abuso sexual de sus sacerdotes.

Los tres hijos de Valentina se han beneficiado de este acuerdo, que representa sólo 8 por ciento de las 560 denuncias por pederastia interpuestas contra la arquidiócesis de México, que cubriría 40 de los 60 millones a pagar a las víctimas, ya que el resto lo cubrirán las compañías aseguradoras de la diócesis y algunas órdenes religiosas.

Ese día, Mahony declaró que desde hace algunos años asignó fondos especiales para afrontar los gastos de las demandas, como los intereses generados por las cuentas bancarias de la arquidiócesis, pero dijo que en el próximo arreglo económico con las siguientes víctimas "habrá que hacer sacrificios", por lo que están "considerando otras fuentes de ingresos", como propiedades de la diócesis, o bien el aumento del pago de las compañías de seguros contratadas para afrontar la pederastia clerical.

El acuerdo no satisface a la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes, ya que no se divulgarán todos los documentos que muestran las acciones de los encubridores de la Iglesia tras conocer las denuncias contra sus sacerdotes, sino únicamente los expedientes que en el futuro estipule un juez independiente.

La política de guardar secreto ha provocado que el problema de la pederastia clerical aumente. No todos los niños pudieron verbalizar lo que les había hecho Nicolás. Valentina recuerda que la mayoría se cayó y que, incluso, muchos padres prefirieron no creer la versión de sus propios hijos. "Yo le doy gracias a Dios porque mis hijos tuvieron la confianza de hablarlo. Uno de mis sobrinos me acaba de confesar que cuando tenía siete años lo violó un sacerdote que llevó mi papá a la casa. Eso es tremendo, por eso no me puedo callar. Muchos niños están siendo abusados y los papás a veces no le creen a sus hijos."


Con esta tercera demanda contra el cardenal Rivera Carrera, simplemente espera que Nicolás sea detenido y no haga más daño como el que hizo a sus hijos: "el está siendo usado por Satanás. En México la gente tiene que abrir los ojos. Este hombre no es un hombre de Dios, es un instrumento del diablo para destruir a nuestros hijos. Un hombre que hace estos crímenes no tiene corazón. Se supone que el sacerdote viene ante la sociedad para llevarnos a la presencia de Dios, pero el cura Nicolás vino a llevarnos al mismo infierno con todo lo que hizo".


http://www.jornada.unam.mx/2006/12/27/index.php?section=politica&article=003n1pol

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