"Iban muy tomados"
Felipe Cobian R. - Proceso 1572 - Suplemento Jalisco 110
El testimonio de Antonia Ramírez Torres en torno del " accidente en el que perdió la vida Néstor Alan Rodríguez Licea es contundente: los dos vehículos que jugaban carreras la madrugada del domingo 26 de noviembre sobre 1 avenida Juárez-Vallarta eran conducidos por jóvenes en estado de ebriedad. Los automóviles eran manejados por Christian Arias, hijo de Fernando Arias Pérez, vocero de la Secretaría de Gobernación, y Francisco Javier Álvarez del Castillo, pariente del ex gobernador Enrique Álvarez del Castillo.
Se van a matar. Mira cómo van. Bien borrachos y a qué velocidad", dice Antonia Ramírez Torres, quien viajaba con su familia a bordo de un Chevy la madrugada del domingo 26 de
noviembre, al referirse a los conductores de los dos vehículos que pasaron a toda velocidad sobre la avenida Juárez-Vallarta.
Poco después del mediodía de ese domingo, una vecina le comunicó a Ramírez Torres que los dos vehículos que iban jugando carreras -una Dogde Ram y un Jetta- se habían impactado más adelante contra el vehículo que manejaba el joven Néstor Alan Rodríguez Licea, de 18 años, quien murió a causa del accidente.
En entrevista con Proceso Jalisco, Ramírez Torres relata que supo también que los dos jóvenes que provocaron el choque -Christiaq Arias de la Torre y Francisco Xavier Alvarez del Castillo Iñiguez- eran hijos de personas influyentes, quienes alteraron los hechos en un intento por salvar a sus vástagos de la cárcel por homicidio intencional.
Christian es hijo del actual director de Comunicación Social en la Secretaría de Gobernación, Fernando Arias Pérez, mientras que Francisco Xavier es hijo de Jesús Javier Alvarez del Castillo, pariente directo del ex gobernador y ex procurador general de la República Enrique Alvarez del Castillo.
El relato
Eran poco después de las 2:00 de la madrugada del domingo 26 de noviembre, cuenta Ramírez Torres, cuando ella regresaba a su domicilio acompañada por su hija, su yerno y cuatro de sus nietos. La familia había ido a cenar a la fonda La Chata, situada en pleno centro de la ciudad, a una cuadra del Palacio de Gobierno, precisamente en la calle Corona, entre López Cotilla y la avenida Juárez- Vallarta.
Fueron los últimos comensales en salir del restaurante, dice. Habían llegado al lugar alrededor de la medianoche del sábado, luego de que su hija y su yerno -"de origen pocho", aclara- participaron en un encuentro matrimonial.
Al salir de La Chata, los siete abordaron su Chevy y, apretujados, se dirigieron hacia su casa en la colonia Americana. Su yerno conducía el auto a baja velocidad, sobre el carril izquierdo de la avenida Juárez- Vallarta, pues todavía no conoce bien esta ciudad, dice la señora Ramírez.
Había avanzado algunos metros cuando los alcanzó una Dodge Ram negra del año y un Jetta gris de modelo más atrasado con al menos dos personas a bordo en cada unidad -presumiblemente el chofer y el copiloto-. "Llevaban la música a todo volumen. Iban gritando. Se les veía muy tomados", refiere Ramírez Torres a Proceso Jalisco.
Y agrega. "Primero parecían indecisos. Como que no sabían a dónde dirigirse". Después, el Chevy les dio alcance y los rebasó un poco. Sin embargo, a la altura del templo y del exconvento de El Carmen, los conductores de la Dodge Ram y el Jetta empezaron a acelerar, a quemar llanta para jugar carreras. Y partieron como bólidos.
En cuestión de segundos, a la altura del parque de la Revolución, rebasaron al Chevy, que estuvo a punto de ser golpeado por la camioneta negra. Casi al mismo tiempo, los jovenzuelos de los dos vehículos -"que iban a una velocidad exagerada"- "le gritaron baboso a mi yerno", cuenta la testigo del accidente. El puro aire que produjo la camioneta negra, dice, sacudió al Chevy a pesar de que iba ocupado por siete personas.
"Se van a matar. ¡Mira cómo van! Bien borrachos", dice que exclamó, pasado el susto.
Al llegar a la avenida Enrique Díaz de León, el semáforo estaba en rojo. La familia del Chevy todavía no llegaba a la altura del Hotel del Parque, mientras que los conductores que jugaban carreras pasaron frente a la rectoría de la Universidad de Guadalajara, y aunque vieron la señal no disminuyeron la velocidad.
"No hicieron ni el intento de pararse -dice-. De pronto hicieron como remolino
las dos unidades. El letta, para evitar el impacto, le pegó a la camioneta y el golpazo contra el Volkswagen blanco fue tal que su motor salió volando. Al principio creí que se trataba de una motocicleta. Al auto blanco lo aventaron contra un poste cerca de un 7 Eleven, donde había muchachos que vieron todo, así como una patrulla de la Secretaría de Seguridad del estado.
"Cuando quise descender del Chevy para saber qué había pasado, todos se opusieron. Mi yerno se alejó en reversa del lugar, tomó la primera calle (Camarena) y circuló un tramo en sentido contrario hasta bajar por López Cotilla. Después llegó a Federalismo y volvió a subir por Miguel Blanco hasta Enrique Díaz de León para llegar finalmente a la casa."
Horas después, la señora Ramírez fue a la tienda de abarrotes de los señores Néstor Rodríguez y Mónica Licea, padres de Néstor Alan, quienes todavía no sabían del accidente en el que perdió la vida su hijo. Dice que el padre se veía angustiado, tal vez por no saber nada de su hijo desde la noche anterior.
"Yo tampoco sabía que el del accidente había sido Alan", dice la testigo. Fue hasta después del mediodía del domingo 26 de noviembre cuando una vecina le contó que al muchacho lo habían matado. Al principio Antonia creyó que lo habían asaltado, pero le dijeron que había muerto en un choque.
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