Publicado en El Occidental 17/12/2006
Un presidente débil y maniatado
Jorge Gómez Naredo
Felipe Calderón, presidente de la república gracias a un fraude, a una campaña de odio, rencor y a una infinidad de irregularidades –el apoyo del Consejo Coordinador Empresarial, de la presidencia de la república, del IFE y TRIFE–, no puede gobernar simple y llanamente porque las personas nombradas en su gabinete fueron, cada una, resultado de pago de facturas. Ahí tenemos a Luis Téllez, flamante secretario de comunicaciones y transportes cerrándole el paso a una nueva televisora nacional porque, desde Televisa y TV Azteca, le ordenador no permitir competencia en la televisión abierta. También está, en esa misma tónica, Alberto Cárdenas Jiménez, Francisco Ramírez Acuña, Agustín Carstens, Miguel Ángel Yunes, Fernando González Sánchez, María de los Ángeles Fromow y un largo etcétera.
La segunda presidencia del PAN en el gobierno federal nos ha mostrado nuevamente la realidad: México no es un país democrático. Ha habido avances, como una mayor apertura de los medios de comunicación, pero poco a poco el “gobierno” encabezado por Felipe Calderón quiere, a como dé lugar, volver a cerrar espacios de expresión libres. Ricardo Rocha, por el simple hecho de informar sobre la presidencia legítima de Andrés Manuel López Obrador, fue cesado en sus programas matutinos de información. El equipo de Calderón (por órdenes de su jefe) presionó a Radio Fórmula para que llevara a cabo dicha decisión, pues no podían, por ningún motivo, permitir que alguien pensara distinto a como piensan ellos y, peor aún, que transmitiera desde una radiodifusora. Algo similar pasó con José Gutiérrez Vivó, quien fue, desde antes de comenzar el sexenio de Calderón, instigado a “portarse bien”. No cabe duda, la regresión ha comenzado con un presidente gris, mediocre y sin ideas.
Pero no solamente los medios de comunicación no plegados a la derecha han experimentado los embates de un gobierno rayano en el autoritarismo; la población también. En Oaxaca los derechos humanos y las garantías constitucionales han sido violados y, bajo la rectoría de Francisco Ramírez Acuña y del asesino Ulises Ruiz, se ha llevado a cabo un operativo donde la tortura, la intimidación y las desapariciones son las principales medidas de “seguridad”. Sí, Ramírez Acuña, el mismo que ordenó la tortura, el encarcelamiento y la humillación de cientos de jóvenes el 28 de mayo de 2004, ahora ha iniciado su labor represiva desde la secretaría de gobernación. La intención es intimidar. El viernes pasado, a las afueras de la Suprema Corte de Justicia, decenas de personas protestaban por la presencia de Felipe Calderón. El Estado Mayor Presidencial, con lujo de violencia, arrebató cartulinas a los manifestantes y secuestró a dos personas, golpeando a otras cuatro, entre ellas una mujer. Todo por alzar la voz, por estar en contra de un fraude y de un usurpador, es decir, por estar comprometidos con el país y su futuro. La orden es clara: intimidar, golpear y desmovilizar, es decir, las prácticas comunes de Francisco Ramírez Acuña.
Pero los represores y usurpadores que dicen “gobernar” al país tendrán que luchar con un pueblo organizado, lleno de coraje y desazón que día a día crecen. Hay inflación, pobreza y falta de perspectivas; son un hecho los recortes en el presupuesto a la salud, educación, cultura, tecnología y al arte. Calderón es un delincuente porque usurpó un puesto que no le correspondía y, a través de él, busca la pauperización del pueblo y el beneficio de unos cuantos. No tiene el control del gobierno, solamente tiene el control de los efectivos policíacos y a un secretario de gobernación conocedor de los métodos de represión y guerra sucia. Cuando un gobierno se basa en la fuerza y los toletes, está condenado al fracaso; y Calderón lo está, porque mintió, porque dividió al país, porque usurpó funciones y cometió un fraude. Llegará el día en que el pueblo, cansado, le diga no. Y cuando eso pase, ni todas las aguas del océano borrarán el encono y el coraje populares en contra de un presidente espurio.
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