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jueves, diciembre 21, 2006

Opinión - Roberto Castelan

En caliente

Roberto Castelan - Publico 21/12/06

rcastelan@milenio.com

Entrar por atrás de las banderas a la ceremonia más importante de tu vida puede traer nefastas consecuencias. La primera es un complejo de inferioridad reforzado con un sentimiento de rencor, capaz de incubar en la mente más sensata la firme idea de la revancha.

Si a eso se añade saber que 65 por ciento de los electores eligió una opción que no fue la tuya, el desprecio por el otro y la idea de revancha crecerá en proporción opuesta a tu pequeño 35 por ciento. El tamaño no importa, pensarás. El tamaño no importa.

Para reforzar esa idea, se vendrá a tu mente la célebre frase de Alicia en el País de las Maravillas: todo depende de quién sea el que mande.

Ya para entonces, la idea de democracia se habrá convertido en una fugaz quimera. Algo irreal, como siempre ha sido. ¿Qué caso tiene pretender aferrarse a ella cuando el poder es lo que cuenta?

Entonces aparece la idea de la fuerza bruta como la única forma de domesticar al México bárbaro. Ya lo dijo don Porfirio: el pueblo no está preparado para la democracia. Ya les dimos PAN, démosle ahora un circo armado con soldados y narcotraficantes.

Qué bien se ve entre tanto hombre verde. Qué fácil es transformar un raquítico 35 por ciento en un poderoso ejército bien armado y bien pagado.

Civilizar este país va a costar muertos. Ya vendrá después la democracia: los acuerdos, los consensos, los derechos humanos, los reclamos de las víctimas. Palabrería vana que no ayuda para nada en la difícil función de gobernar.

Lo primero es eliminar al enemigo: narcos, pobres, feos, movimientos populares y todo aquel que no esté conmigo.

Ya lo dijo el ilustre diputado jalisciense, enemigo de la educación superior pública, quien firma sus célebres textos como “ciudadano y empresario”: “Es importante por lo tanto que aquellos que estorban, aquellos que llevan o que no ayudan a un mejor país, los vayamos quitando del camino”.

En pleno siglo XXI también podemos gritar: aquellos a quienes no les guste como me veo: “¡Mátenlos en caliente!”

Perritos. El Volker, pastor alemán correcto y mesurado, también se indignó por la comparación que en esta columna se hizo entre Pinochet y sus seguidores a quienes se les calificó de “perritos”. En realidad, frente a tantas manos limpias, duras, firmes, yunques, diputados federales enemigos de la educación pública y demás fauna política admiradora del pensamiento y obra del dictador chileno, se pretendió hacer una referencia al popular corrido que a la letra dice: “Ya mataron a la perra, pero quedan sus perritos”, lo cual, obviamente asegura su legado.

Que quede claro pues: los pinochetitos locales, aunque aseguran el legado de su admirado general, no son perritos. Brincos dieran.

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