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domingo, diciembre 31, 2006

Democracia es programa

Rolando Cordera Campos


Don Rafael Galván insistía en que "democracia es programa", cuando intentaba convencer de la importancia de su Declara-ción de Guadalajara o de inscribir como componentes indispensables de un desarrollo nacional democrático a la democracia sindical, la reivindicación de la empresa pública o la recuperación en su conjunto del proyecto constitucional. Estas son malas palabras para lo democráticamente correcto de esta hora, en que los y las demócratas vueltas a nacer se desilusionan porque la izquierda no se declara feliz de haber perdido gracias a una imposición descarada del poder, pero todavía son buenos consejos para un movimiento popular que como pesadilla de los bien pensantes recorre calles y pueblos y sostiene que es posible imaginar de otra manera el gobierno democrático del Estado y la vida en común de los mexicanos.

Con toda su vitalidad y fuerza, la movilización social desatada por la sucesión presidencial no ha podido alcanzar velocidad de crucero en las nuevas circunstancias creadas por la manera en que desde el poder del Estado y de la concentración capitalista se realizó el cambio político en la Presidencia de la República y el Congreso de la Unión. Un tanto azorado, el ciudadano que se asomó a otra posibilidad mexicana el 2 de julio asiste a un teatro parlamentario sin articulación y a una obsesiva campaña de medios que busca convencer, al que se deje, que la normalidad llegó para quedarse, ahora en la figura de un gabinete sin espina dorsal y una dirigencia en las cámaras legislativas que no se atreve a decir su nombre y apellido, que es el de centro-derecha, y por ello propicia confusiones grotescas y un espectáculo de compra y venta de protección entre sus operadores, que mina lo que queda de credibilidad al nuevo gobierno, y atropella cualquier idea mínima de transición republicana, única opción para un Estado empobrecido y acosado por los poderes de hecho, amenazado abiertamente por los que se asientan en el crimen organizado.

Este es el cuadro en el que la coalición de centro-izquierda prometida por el Frente Amplio Progresista tiene que desplegar su oferta y afianzar su convocatoria. La firma de un convenio para actuar en concierto entre el frente y un número importante de sindicatos, organizaciones sociales y de la sociedad civil, hecha hace unas semanas, constituye un signo de aliento sobre las posibilidades de dicha coalición, pero la ausencia de discurso estratégico se deja sentir aun en vacaciones y asomó sus narices en las jornadas finales de un previamente anunciado anticlimático debate parlamentario sobre las cuestiones fiscales que deberían definir la política económica del año que entra.

En toda acción de reforma progresista y aliento social democrático como la ofrecida por el frente y la convención nacional democrática y ahora recogida por los sindicatos de la UNT, así como organizaciones agrarias y comunitarias, el presupuesto de egresos conforma la referencia obligada para delinear prioridades y hacer una "pedagogía de la diferencia" entre los que tienen el poder y buscan ejercerlo y quienes proponen caminos distintos. Pero el ejercicio al respecto iniciado por López Obrador no logró el eco necesario y el tiempo acelerado volvió a ser el verdugo implacable de cualquier intento por insinuar una alternativa; así, acabamos viendo a senadores progres en oposición al aumento de impuestos a los refrescos y a otros haciendo cabildeo vulgar en "defensa" de las tabacaleras. El premio de consolación parece haber sido el inicio de las pensiones a los adultos mayores, pero no de la mejor manera, sino aceptando una ruta de estratificación social y geográfica que puede ser la tumba de este proyecto, uno de los pocos al uso que puede poner al país, de modo muy gradual pero significativo, en la dirección de un verdadero y creíble Estado de bienestar.

Sin un programa y una estrategia, las restricciones inmediatas cocinadas al gusto de los presupuestívoros de Hacienda se vuelven fatalidades insuperables y, al final, todos acaban aceptando que por lo pronto sólo se puede hacer lo que dicta el sucesor de Francisco, primer vicepresidente económico del México de la democracia mediática. Flaco favor se hace al avance de la coalición de centro-izquierda al caer, no digamos en el populismo, sino en la demagogia priísta que acepta la mala nutrición de los pobres basada letalmente en los refrescos, para luego dizque defenderlos haciendo a las bebidas de la prediabetes más baratas... que la leche.

Al renunciar al sentido y el criterio de interdependencia, la izquierda se somete a los razonamientos instrumentales más lineales que podían imaginarse después de las tormentas de julio a diciembre. Al gusto de unos tecnócratas que apenas balbucean el silabario de los manuales de FMI.

Será para la próxima. Por lo pron-to... feliz año... o lo que sea.
http://www.jornada.unam.mx/2006/12/31/index.php?section=opinion&article=014a1pol

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