Opinión - Jorge Souza Jauffred

La Feria

La Jornada Jalisco 29/12/06

- El tiempo de México, al filo de la decepción

- El poder impone sus políticas sobre la equidad

- La izquierda debe reconstruirse a sí misma

A medida que transcurren los años me decepciono más de la actitud de los funcionarios que nos gobiernan. Me queda cada vez más claro que, a diferencia de las películas de héroes, en donde el bien triunfa sobre el mal, en la vida real ocurre algo muy distinto: quienes acumulan mayor poder y lo utilizan sin miramientos, imponen su voluntad a los otros hombres, los utilizan y aprovechan el trabajo ajeno para lograr riqueza y bienestar.

Esta situación explica claramente por qué más de mil millones de personas en el mundo padecen hambre y cientos de miles de niños mueren cada año a consecuencia de enfermedades que, con un sencillo antibiótico pudieron ser evitadas. Lo mismo ocurre con las discapacidades, entre ellas la ceguera, y con la ancianidad. La mitad de los 15 millones de ciegos que hay en el mundo, por ejemplo, puede recuperar la vista con una rápida operación de cataratas o pudo evitar perderla con una atención médica oportuna. Pero no tuvo dinero para hacerlo. No lo tiene. El dinero se ha acumulado en unas cuantas manos, gracias a un sistema creado precisamente para ello, pero no hay forma de redistribuirlo a quienes más lo requieren.

Este acotamiento viene al caso porque aquí, en México, casi cuarenta millones de personas vivieron una Navidad muy distinta a la que disfrutaron los habitantes de clase media y alta de una ciudad como Guadalajara. Lástima. El sistema político no vela por ellos. El sistema político vela por los intereses de los grupos mas poderosos. Y eso, a mí me decepciona.

Así, con el cansancio del final de un año agotador vemos llegar al poder a un nuevo grupo político, que se apoyó en artimañas ilegales reconocidas ampliamente por el Trife. Vemos llegar a la presidencia a un hombre (¿hombrecillo?) que defendió el secreto del Fobaproa, que integró a sus parientes en las nóminas federales, que criticó ásperamente la idea de otorgar apoyos a las personas de la tercera edad y que intenta realizar una serie de reformas que como consecuencia 1) terminarán de privar de sus derechos constitucionales a los obreros, 2) crearán nuevos mecanismos para que la riqueza nacional pase a manos particulares y 3) impondrán nuevas tecnologías para controlar las inconformidades.

Ningún paso claro se dio hacia el frente. Por el contrario, parece que retrocedimos en materia de bienestar colectivo. Sólo queda la esperanza de que la oposición se construya con solidez, con claridad, con inteligencia, para impedir que se perpetre un nuevo episodio de despojo nacional. Pero, con una historia reciente como la que ha sufrido nuestro país, es difícil mantener siquiera una esperanza débil de que las condiciones sociales y económicas serán mejores para las mayorías.

Tampoco podemos entender qué fórmulas emplearán los grupos de izquierda para ponerse de acuerdo en una estrategia conjunta. Es cierto que en la izquierda hay muchas personalidades brillantes, numerosos intelectuales, algunos dueños de mentes políticas profundas, pero la realidad de años demuestra que estos personajes y sus grupos (“tribus” se les ha llamado) no son capaces de ponerse de acuerdo para enfrentar el enemigo común: la injusticia social, la miseria. Una vez y otra vez hemos sido testigos de hechos como el que se presentó en las elecciones anteriores, cuando Cuauhtémoc Cárdenas regateó su apoyo a López Obrador y, a través de una larga carta, explicó los motivos por los que disentía de la política del tabasqueño. Pero su ceguera no le permitió encontrar –en cambio– las enormes diferencias entre el pensamiento de izquierda y la política corrupta de Vicente Fox cuando éste le ofreció ser el organizador de la fiesta del Bicentenario de la Independencia y él aceptó. La historia lo juzgará. Aunque, a destiempo, haya renunciado a ese indigno cargo.

¿Cómo es posible, me pregunto, que la izquierda no haya sido capaz de fortalecer el movimiento de la APPO para arrojar del poder al corrupto gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz? Las acciones de izquierda fueron confusas; cuando se pretendió actuar abiertamente, ya no era tiempo. Así pues, los caminos aún deberán construirse. Las fórmulas aún deberán buscarse. Los métodos deberán conseguirse a lo largo de la práctica de la acción política; en ella comenzaremos a ver hacia dónde se dirigen las nuevas fuerzas de izquierda, qué buscan, a quiénes defienden.

Y, peor, la izquierda sigue siendo rehén del mito que ha construido la derecha: un mito que clama que la izquierda es violenta. ¿Preguntémonos qué más violencia que la violencia de una política económica neoliberal que asesina a cientos de miles de niños que no tienen acceso a los medicamentos; qué más violencia que aquella que mata de hambre y desnutrición a las personas; qué más violencia que aquella que les priva de la posibilidad de desarrollarse, crecer como seres humanos y encontrar sus propios caminos y alternativas? Ya es hora de que la izquierda construya sus propias verdades y no siga sujeta a las que le construye la derecha para denigrarla.

Una de las más graves lacras del CONACULTA ha sido la inequitativa distribución de los estímulos a creadores. Mientras que dos de cada tres se quedan en el Distrito Federal, sólo uno llega a los estados. Lo peor es que para acceder a ellos, los creadores de los estados deben construir ligas y lazos con los “capos” de la cultura de la ciudad de México, que son quienes deciden a quién sí y a quién no se entregan los estímulos. Un grupo de creadores planea hacer llegar al nuevo titular de CONACULTA, Sergio Vela, la información necesaria para que cambien las reglas del juego y la distribución de estímulos, sin dejar de atender a la calidad, sea más justa. Que no sea necesariamente el DF el que se quede con los apoyos. Y eso es todo por ahora, nos leemos el lunes en esta misma página; entre tanto, buena suerte.

jorge_souza_j@hotmail.com