Publicado -en tres entregas- en La Jornada Jalisco los días 26, 27 y 28 de diciembre de 2006
Jorge Gómez Naredo
Foto de Arturo Campos Cedillo
Pocos días faltan para que concluya la actual administración municipal tapatía, iniciada por Emilio González Márquez, –hoy virtual gobernador del estado de Jalisco– y concluida por Ernesto Espinosa Guarro. Durante tres años, el gobierno panista ha sido blanco de numerosas críticas por parte de amplios sectores sociales que han cuestionado su actuación: viajes poco fructíferos para el municipio, intolerancia, gastos excesivos y falta de sensibilidad social. Pese a ello, al finalizar su gobierno interino, Espinosa Guarro se siente satisfecho y con la conciencia tranquila por haber actuado conforme al estado de derecho.
¿Y la equidad de género?
Si alguien entra a la página electrónica del ayuntamiento tapatío y tiene la curiosidad de observar el apartado “organigrama”, notará rápidamente la ausencia de mujeres en los puestos de mayor relieve. En dicha página de internet aparecen los cargos existentes y, en la mayoría de ellos, el nombre de las personas que los detentan. De todos los funcionarios municipales mostrados en el organigrama citado, tan sólo tres son mujeres. Ello es preocupante, pues de 66 puestos que aparecen con el correspondiente nombre del titular, solamente tres están detentados por mujeres. Cada gobernante tiene la facultad de decidir quién ocupa un cargo, sin embargo, en la búsqueda de un México plural y tolerante, es menester mayor equidad de género, cuestión que para las autoridades municipales poco importó. ¿Se trata acaso de discriminación?
En la sección “funcionarios” de la misma página electrónica también se observa la falta de mujeres. Hay tres divisiones: presidencia, secretarías y funcionarios. En la primera encontramos tres mujeres que ocupan los puestos de secretaria del presidente, asistente del presidente y coordinadora de agenda del presidente. En las secretarías (puestos de primer nivel) no aparece ninguna mujer. Dentro de los funcionarios hay dos, las cuales son la directora del instituto municipal de las mujeres y la presidenta del DIF. Es decir, en las secretarías no hay mujeres y dentro de los funcionarios solamente dos, lo cual nos muestra que entre los cargos de mayor jerarquía tenemos 48 puestos y solamente dos son detentados por mujeres. Ello demuestra, sin duda, una especie de misoginia dentro del gobierno panista de la ciudad de Guadalajara. La equidad, la justicia entre géneros y el apoyo a una mayor igualdad entre hombres y mujeres, simple y llanamente no tiene cabida en la concepción de quienes gobiernan el municipio de Guadalajara.
Trabajar mucho y ganar bien
Ernesto Espinosa Guarro, en una entrevista concedida a La Jornada Jalisco, defendió y justificó su sueldo y su capacidad como gobernante y administrador, además de las percepciones económicas recibidas por su equipo de trabajo. Para él las labores son arduas y se necesitan personas capacitadas para cumplirlas. No se trabaja con horarios fijos: “aquí el trabajo no se acaba con un reloj checador de horario fijo, aquí no hay horarios fijos, aquí los horarios son prácticamente de 24 horas, igual que yo los llamo a las siete de la mañana, los llamo a las diez de la noche”. Seguramente esta percepción de Espinosa Guarro sea cierta: en las labores administrativas los horarios muchas veces no son fijos. Sin embargo, demuestra un desconocimiento del trabajo de millones de mexicanos que no tienen horarios fijos, que son explotados y que, a pesar de ello, no tienen las percepciones que recibe su equipo de trabajo.
Cientos de miles de mexicanos trabajan ocho, nueve, diez y más horas para recibir un salario irrisorio; y hacen bien su labor; además, estas personas no obtienen viáticos ni viajes y pagan de su bolsillo su transporte. Desde la concepción de Espinosa Guarro hay distintas clases de trabajo: el que hace la gente como él y el que hacen los millones de personas que laboran con un “horario fijo”. El primero debe ser bien remunerado, el segundo, no tanto; el primero es importante, el segundo, no tanto. ¿Discriminación o una concepción del mundo muy obtusa?
En la plataforma política del PAN en el estado de Jalisco para el período 2007-2013, intitulada “El Estado que queremos”, se hace un pequeño resumen de las bondades de las administraciones panistas: “A lo largo de estos casi once años de gobiernos panistas, se han establecido las condiciones para hacer de la administración pública una organización más moderna, transparente y eficiente”. Seguramente todo ello se refiere a la “internacionalización” de Jalisco y de sus municipios, en especial de Guadalajara. Durante la administración de Espinosa Guarro los viajes al extranjero han sido la constante. El alcalde interino también los defiende y hace una reflexión de la viabilidad, justificación y necesidad de los periplos alrededor del mundo: “creo que desde el momento en que se autorizan los viajes es porque son positivos; [...] hubo planteamientos de otros viajes que nunca se hicieron porque no tenían sentido o no tenían el sentido que buscábamos para la administración, que no se autorizaron porque tenían objetivos raros”. Viajar al extranjero ha sido una de las constantes en los gobiernos panistas. El ahora secretario de gobernación, Francisco Ramírez Acuña, hizo constantes viajes al extranjero arguyendo beneficios inimaginables para los jaliscienses; esta dinámica fue seguida por el ayuntamiento tapatío.
En la página electrónica del municipio de Guadalajara se pueden observar los costos de los boletos de avión que el municipio contrató con la agencia Visatur S. A. de C. V. Tenemos, por ejemplo el pago de 10,446.53 pesos para un billete aéreo de Ismael Rentería Paz, director de egresos y control presupuestal para asistir a las 14°. Conferencias Nacionales de Empresas Públicas y Privadas en la ciudad de Ontario, Canadá. Hay viajes a la ciudad de México y a Estados Unidos, además de varios a Europa. La internacionalización del municipio cuesta y cuesta mucho, pero los resultados para la gente de abajo, para los tapatíos, para los que día a día trabajan con horarios fijos no se observan de una manera nítida. En el mes de noviembre de 2006, tan sólo a la agencia Visatur S. A. de C. V., se erogaron alrededor de 120,000 pesos por conceptos de boletos de avión, incluyendo uno a la ciudad estadounidense de Albuquerque para visitar el Festival de Globos Aeroestáticos. Ello, claro está, son sólo los billetes aéreos, a lo cual habría que agregarle los viáticos. ¿Acaso son tan necesarios dichos periplos para el bienestar de la sociedad tapatía? ¿Es válido que un gobierno municipal gaste tan elevadas cantidades tan sólo en boletos de avión, mientras la población tapatía carece de tantos servicios? El viaje, en las administraciones panistas, ha sido una de las sangrías al erario público. Pero, como lo dice Espinosa Guarro, son “positivos” porque están aprobados.
Espacios de libertad
El 28 de mayo de 2004 cientos de jóvenes fueron golpeados y arrestados en el centro de Guadalajara. Fue un operativo en conjunto entre las administraciones municipal, estatal y federal; hubo indignación nacional e internacional por dichos acontecimientos; varias organizaciones, entre ellas Amnistía Internacional, denunciaron la violación sistemática a los derechos humanos. El presidente municipal interino de Guadalajara habló al respecto en entrevista con La Jornada Jalisco: “yo no tengo nada de qué arrepentirme [...] yo estoy perfectamente de acuerdo en lo que se hizo [...] yo creo que lo que se hizo fue proteger el derecho de terceros, y yo creo [que] como se actuó, se actuó en el terreno del derecho; yo creo que no hubo tal violación, así se hizo aparecer, pero yo creo que en Jalisco el resultado final que tenemos de todo esto es que es un estado que está tranquilo y que está sujeto a la ley”. Muchos de los encarcelados fueron liberados al poco tiempo por desvanecimiento de pruebas o porque pagaron altas fianzas: al salir, los jóvenes se veían golpeados, se observaban las huellas del maltrato físico y contaron cómo se les amenazó e intimidó. Todo ello, según Espinosa Guarro, es actuar dentro de la ley. Una ley extraña, sin duda, que permite y premia a quien golpea y tortura.
En meses pasados el quiosco de la ciudad de Guadalajara fue tomado por las fuerzas públicas del municipio y del Estado. El antaño espacio del pueblo está ahora rodeado de policías y, cuando hay alguna manifestación, decenas de granaderos lo “protegen”. Seguramente a ello se refiere el PAN Jalisco cuando arguye los logros de las administraciones blanquiazules: “Los espacios de libertad se han ampliado y la participación social ha encontrado nuevos cauces institucionales de expresión”. Espinosa Guarro, por su parte, observa una Guadalajara tranquila, lo cual significa que no hay protestas, y si las hay, se respeta la “ley”.
¿Gobierno del cambio?
Cuando Vicente Fox llegó a la presidencia de la república se hablaba de un “gobierno del cambio”, de un “ya, ya, ya”, de un “hoy, hoy, hoy”; en las elecciones intermedias de 2003, el gobierno federal hacía campaña electoral y repetía en miles de espots: “quítale el freno al cambio”. Las palabras “austeridad”, “cambio” y “honestidad” se han usado constantemente y han perdido su valor, se han desgastado semánticamente. Ahora todos hablan de austeridad pero realizan viajes al extranjero “vitales” para el bienestar de las mayorías. A los paseos con cargos al erario habría que agregarle viáticos, comidas opíparas, gastos en combustible y un sinfín de dispendio. Sin embargo, aún existen personas que defienden la desigualdad salarial y el despilfarro de dinero: el ejemplo es el presidente interino de Guadalajara.
Los gobiernos panistas amparan los altos gastos en materias innecesarias (o no prioritarias) aduciendo su eficacia y sus capacidades administrativas. Los ciudadanos no deben reclamar, al contrario, deben agradecer. Espinosa Guarro, por ejemplo, arguye: “los sueldos que tienen establecidos [su equipo de trabajo] no están fuera del contexto de una responsabilidad como las que tienen”. El gobierno como función social, representación popular y a favor de todos los ciudadanos ya no está de moda, ahora lo importante es estar bien pagado porque se tiene delicada “responsabilidad”. Muchos se preguntan: ¿cuándo se darán cuenta, los funcionarios panistas, que gobernar no es dirigir una empresa?
El comercio como delito
Quien visite el centro de la ciudad ya no verá a comerciantes en la vía pública. El ayuntamiento encabezado por Ernesto Espinosa Guarro decidió reubicarlos: ahora, en el sótano de la plaza Guadalajara hay una especie de centro comercial donde los otrora comerciantes ambulantes tienen pequeños espacios para ofrecer sus productos. Ahí están los vendedores de papas, globos y artesanías. Hace calor, hay filtraciones de agua y todos coinciden al decir que las ventas han bajado de manera drástica: “lo que sacamos aquí en dos semanas, allá, afuera, lo sacábamos en un día”. En la plaza Liberación se ha erradicado el ambulantaje; los niños ya no pueden comprar un globo o una pelota ahí, ahora tienen que ser llevados por sus padres al sótano de la plaza Guadalajara.
Con esta medida draconiana el ayuntamiento tapatío comenzó a romper con varias tradiciones: ir al centro, comprar un globo, unas papas y pasar una tarde reconfortante. Algunos comercios establecidos (que respetan el “estado de derecho”) han sido los beneficiados. Los locatarios del sótano de la plaza Guadalajara sufren; saben que pronto les será imposible mantener sus negocios. En una declaración a Jorge Convarrubias, reportero de La Jornada Jalisco, Silvia Estrada, quien vende globos y golosinas, expresó elocuentemente: “no son locales para nosotros, son locales para gente que tenga dinero, que pueda acondicionarse bien, nosotros somos de la calle, ambulantes”.
Persecución y “soluciones” inmediatas
A partir de la reubicación de comerciantes ambulantes, quien venda fritangas, globos, pelotas o cualquier producto en la vía pública será perseguido y castigado. Una niña tiene un cartón lleno de bolsitas con papas: mira hacia la izquierda, hacia la derecha, está asustada. Sabe que pronto vendrán los inspectores del ayuntamiento con sus radios y le quitarán su mercancía, la amenazarán. Por eso está atenta, primero correr, esconderse, escapar, que perder sus productos. Comerciar en la calle se ha convertido en un crimen, un delito: el tan cacareado estado de derecho ha sentado sus reales en el centro histórico de Guadalajara.
Esta medida del ayuntamiento tapatío ha sido, como tantas otras, guiada por la incomprensión y desde una perspectiva obtusa. Se ha actuado siempre en lo inmediato, sin observar la compleja problemática de los conflictos. En el caso del comercio informal, se ha querido tener una “mano dura”, pero se ha olvidado la pobreza, la desigualdad, la necesidad de cientos de familias de un ingreso a través de salir a la calles a vender su mercancía. En un país de “libre comercio”, el comercio de los pobres ha sido criminalizado.
El ayuntamiento ha desalojado a los vendedores ambulantes no porque sea la voz del pueblo u obedezca a una demanda popular, sino porque es la voz de intereses económicos fuertes. Quienes asisten constantemente al centro de Guadalajara, las personas que lo disfrutan y gozan caminar por sus calles, saben bien que los vendedores de papas, pelotas o papalotes no violentan la paz ni afean una ciudad que ha sido descuidada arquitectónicamente por sus autoridades. La intención es otra: beneficiar a los fuertes en detrimento de los pobres.
El ayuntamiento tapatío, encabezado por Ernesto Espinosa Guarro, no abundó en otras soluciones: zonas específicas al aire libre para el comercio ambulante, organizar el sótano de la plaza Guadalajara para crear ahí librerías y un espacio cultural, remozamiento de fincas artísticas e históricas, en fin, no se actuó con una visión de largo plazo, que solucionara los conflictos no de una manera inmediata y represora, sino integral y pensando siempre en el beneficio de la sociedad tapatía. Seguramente no se razonó en ello porque, ah, los viajes, los viajes, en éstos se gasta tiempo, ideas y energías.
El gobierno municipal que terminará en estos días ha estado marcado por la incomprensión hacia las demandas populares, su acercamiento con los grupos de poder y su negativa a solucionar los conflictos de una manera integral. Existen muchas carencias: las vías de comunicación están siendo rebasadas por el crecimiento de la urbe y no se ha potenciado el transporte colectivo ni se ha buscado minar la dictadura del automóvil. En materia cultural poco se ha hecho: la cultura no ha llegado a las masas y aunque en este aspecto se han realizado algunas medidas encomiables, siempre han resultado limitadas. Guadalajara es una ciudad que crece a pasos agigantados y sus autoridades no han estado a la altura de las circunstancias.
Las políticas sociales, culturales y económicas emprendidas por el ayuntamiento tapatío son de miras estrechas, donde el interés de la sociedad es desbancado por los deseos y privilegios de los más poderosos. Tenemos una ciudad con infinidad de carencias y desespera que las autoridades actúen con insensibilidad social. Los conflictos no se solucionan con desalojos, toletes, bravuconería, hipocresía, buenos propósitos y espots de televisión (como hasta ahora lo ha hecho el ayuntamiento encabezado por Espinosa Guarro). Hace falta una visión más amplia, con mayor conocimiento de la realidad social y profundidad en la planeación de las soluciones, todo lo cual le ha faltado a la administración blanquiazul que va llegando a su fin. Guadalajara merece más: necesita autoridades que, en lugar de viajar alrededor del mundo, se preocupen por el desarrollo integral del conjunto de la sociedad: ¿cuándo lo entenderán quienes piensan que administrar un municipio es dirigir una empresa y manejar un tolete?
Pocos días faltan para que concluya la actual administración municipal tapatía, iniciada por Emilio González Márquez, –hoy virtual gobernador del estado de Jalisco– y concluida por Ernesto Espinosa Guarro. Durante tres años, el gobierno panista ha sido blanco de numerosas críticas por parte de amplios sectores sociales que han cuestionado su actuación: viajes poco fructíferos para el municipio, intolerancia, gastos excesivos y falta de sensibilidad social. Pese a ello, al finalizar su gobierno interino, Espinosa Guarro se siente satisfecho y con la conciencia tranquila por haber actuado conforme al estado de derecho.
¿Y la equidad de género?
Si alguien entra a la página electrónica del ayuntamiento tapatío y tiene la curiosidad de observar el apartado “organigrama”, notará rápidamente la ausencia de mujeres en los puestos de mayor relieve. En dicha página de internet aparecen los cargos existentes y, en la mayoría de ellos, el nombre de las personas que los detentan. De todos los funcionarios municipales mostrados en el organigrama citado, tan sólo tres son mujeres. Ello es preocupante, pues de 66 puestos que aparecen con el correspondiente nombre del titular, solamente tres están detentados por mujeres. Cada gobernante tiene la facultad de decidir quién ocupa un cargo, sin embargo, en la búsqueda de un México plural y tolerante, es menester mayor equidad de género, cuestión que para las autoridades municipales poco importó. ¿Se trata acaso de discriminación?
En la sección “funcionarios” de la misma página electrónica también se observa la falta de mujeres. Hay tres divisiones: presidencia, secretarías y funcionarios. En la primera encontramos tres mujeres que ocupan los puestos de secretaria del presidente, asistente del presidente y coordinadora de agenda del presidente. En las secretarías (puestos de primer nivel) no aparece ninguna mujer. Dentro de los funcionarios hay dos, las cuales son la directora del instituto municipal de las mujeres y la presidenta del DIF. Es decir, en las secretarías no hay mujeres y dentro de los funcionarios solamente dos, lo cual nos muestra que entre los cargos de mayor jerarquía tenemos 48 puestos y solamente dos son detentados por mujeres. Ello demuestra, sin duda, una especie de misoginia dentro del gobierno panista de la ciudad de Guadalajara. La equidad, la justicia entre géneros y el apoyo a una mayor igualdad entre hombres y mujeres, simple y llanamente no tiene cabida en la concepción de quienes gobiernan el municipio de Guadalajara.
Trabajar mucho y ganar bien
Ernesto Espinosa Guarro, en una entrevista concedida a La Jornada Jalisco, defendió y justificó su sueldo y su capacidad como gobernante y administrador, además de las percepciones económicas recibidas por su equipo de trabajo. Para él las labores son arduas y se necesitan personas capacitadas para cumplirlas. No se trabaja con horarios fijos: “aquí el trabajo no se acaba con un reloj checador de horario fijo, aquí no hay horarios fijos, aquí los horarios son prácticamente de 24 horas, igual que yo los llamo a las siete de la mañana, los llamo a las diez de la noche”. Seguramente esta percepción de Espinosa Guarro sea cierta: en las labores administrativas los horarios muchas veces no son fijos. Sin embargo, demuestra un desconocimiento del trabajo de millones de mexicanos que no tienen horarios fijos, que son explotados y que, a pesar de ello, no tienen las percepciones que recibe su equipo de trabajo.
Cientos de miles de mexicanos trabajan ocho, nueve, diez y más horas para recibir un salario irrisorio; y hacen bien su labor; además, estas personas no obtienen viáticos ni viajes y pagan de su bolsillo su transporte. Desde la concepción de Espinosa Guarro hay distintas clases de trabajo: el que hace la gente como él y el que hacen los millones de personas que laboran con un “horario fijo”. El primero debe ser bien remunerado, el segundo, no tanto; el primero es importante, el segundo, no tanto. ¿Discriminación o una concepción del mundo muy obtusa?
Muestras de austeridad: ¡qué bonito es viajar!
En la plataforma política del PAN en el estado de Jalisco para el período 2007-2013, intitulada “El Estado que queremos”, se hace un pequeño resumen de las bondades de las administraciones panistas: “A lo largo de estos casi once años de gobiernos panistas, se han establecido las condiciones para hacer de la administración pública una organización más moderna, transparente y eficiente”. Seguramente todo ello se refiere a la “internacionalización” de Jalisco y de sus municipios, en especial de Guadalajara. Durante la administración de Espinosa Guarro los viajes al extranjero han sido la constante. El alcalde interino también los defiende y hace una reflexión de la viabilidad, justificación y necesidad de los periplos alrededor del mundo: “creo que desde el momento en que se autorizan los viajes es porque son positivos; [...] hubo planteamientos de otros viajes que nunca se hicieron porque no tenían sentido o no tenían el sentido que buscábamos para la administración, que no se autorizaron porque tenían objetivos raros”. Viajar al extranjero ha sido una de las constantes en los gobiernos panistas. El ahora secretario de gobernación, Francisco Ramírez Acuña, hizo constantes viajes al extranjero arguyendo beneficios inimaginables para los jaliscienses; esta dinámica fue seguida por el ayuntamiento tapatío.
En la página electrónica del municipio de Guadalajara se pueden observar los costos de los boletos de avión que el municipio contrató con la agencia Visatur S. A. de C. V. Tenemos, por ejemplo el pago de 10,446.53 pesos para un billete aéreo de Ismael Rentería Paz, director de egresos y control presupuestal para asistir a las 14°. Conferencias Nacionales de Empresas Públicas y Privadas en la ciudad de Ontario, Canadá. Hay viajes a la ciudad de México y a Estados Unidos, además de varios a Europa. La internacionalización del municipio cuesta y cuesta mucho, pero los resultados para la gente de abajo, para los tapatíos, para los que día a día trabajan con horarios fijos no se observan de una manera nítida. En el mes de noviembre de 2006, tan sólo a la agencia Visatur S. A. de C. V., se erogaron alrededor de 120,000 pesos por conceptos de boletos de avión, incluyendo uno a la ciudad estadounidense de Albuquerque para visitar el Festival de Globos Aeroestáticos. Ello, claro está, son sólo los billetes aéreos, a lo cual habría que agregarle los viáticos. ¿Acaso son tan necesarios dichos periplos para el bienestar de la sociedad tapatía? ¿Es válido que un gobierno municipal gaste tan elevadas cantidades tan sólo en boletos de avión, mientras la población tapatía carece de tantos servicios? El viaje, en las administraciones panistas, ha sido una de las sangrías al erario público. Pero, como lo dice Espinosa Guarro, son “positivos” porque están aprobados.
Espacios de libertad
El 28 de mayo de 2004 cientos de jóvenes fueron golpeados y arrestados en el centro de Guadalajara. Fue un operativo en conjunto entre las administraciones municipal, estatal y federal; hubo indignación nacional e internacional por dichos acontecimientos; varias organizaciones, entre ellas Amnistía Internacional, denunciaron la violación sistemática a los derechos humanos. El presidente municipal interino de Guadalajara habló al respecto en entrevista con La Jornada Jalisco: “yo no tengo nada de qué arrepentirme [...] yo estoy perfectamente de acuerdo en lo que se hizo [...] yo creo que lo que se hizo fue proteger el derecho de terceros, y yo creo [que] como se actuó, se actuó en el terreno del derecho; yo creo que no hubo tal violación, así se hizo aparecer, pero yo creo que en Jalisco el resultado final que tenemos de todo esto es que es un estado que está tranquilo y que está sujeto a la ley”. Muchos de los encarcelados fueron liberados al poco tiempo por desvanecimiento de pruebas o porque pagaron altas fianzas: al salir, los jóvenes se veían golpeados, se observaban las huellas del maltrato físico y contaron cómo se les amenazó e intimidó. Todo ello, según Espinosa Guarro, es actuar dentro de la ley. Una ley extraña, sin duda, que permite y premia a quien golpea y tortura.
En meses pasados el quiosco de la ciudad de Guadalajara fue tomado por las fuerzas públicas del municipio y del Estado. El antaño espacio del pueblo está ahora rodeado de policías y, cuando hay alguna manifestación, decenas de granaderos lo “protegen”. Seguramente a ello se refiere el PAN Jalisco cuando arguye los logros de las administraciones blanquiazules: “Los espacios de libertad se han ampliado y la participación social ha encontrado nuevos cauces institucionales de expresión”. Espinosa Guarro, por su parte, observa una Guadalajara tranquila, lo cual significa que no hay protestas, y si las hay, se respeta la “ley”.
¿Gobierno del cambio?
Cuando Vicente Fox llegó a la presidencia de la república se hablaba de un “gobierno del cambio”, de un “ya, ya, ya”, de un “hoy, hoy, hoy”; en las elecciones intermedias de 2003, el gobierno federal hacía campaña electoral y repetía en miles de espots: “quítale el freno al cambio”. Las palabras “austeridad”, “cambio” y “honestidad” se han usado constantemente y han perdido su valor, se han desgastado semánticamente. Ahora todos hablan de austeridad pero realizan viajes al extranjero “vitales” para el bienestar de las mayorías. A los paseos con cargos al erario habría que agregarle viáticos, comidas opíparas, gastos en combustible y un sinfín de dispendio. Sin embargo, aún existen personas que defienden la desigualdad salarial y el despilfarro de dinero: el ejemplo es el presidente interino de Guadalajara.
Los gobiernos panistas amparan los altos gastos en materias innecesarias (o no prioritarias) aduciendo su eficacia y sus capacidades administrativas. Los ciudadanos no deben reclamar, al contrario, deben agradecer. Espinosa Guarro, por ejemplo, arguye: “los sueldos que tienen establecidos [su equipo de trabajo] no están fuera del contexto de una responsabilidad como las que tienen”. El gobierno como función social, representación popular y a favor de todos los ciudadanos ya no está de moda, ahora lo importante es estar bien pagado porque se tiene delicada “responsabilidad”. Muchos se preguntan: ¿cuándo se darán cuenta, los funcionarios panistas, que gobernar no es dirigir una empresa?
El comercio como delito
Quien visite el centro de la ciudad ya no verá a comerciantes en la vía pública. El ayuntamiento encabezado por Ernesto Espinosa Guarro decidió reubicarlos: ahora, en el sótano de la plaza Guadalajara hay una especie de centro comercial donde los otrora comerciantes ambulantes tienen pequeños espacios para ofrecer sus productos. Ahí están los vendedores de papas, globos y artesanías. Hace calor, hay filtraciones de agua y todos coinciden al decir que las ventas han bajado de manera drástica: “lo que sacamos aquí en dos semanas, allá, afuera, lo sacábamos en un día”. En la plaza Liberación se ha erradicado el ambulantaje; los niños ya no pueden comprar un globo o una pelota ahí, ahora tienen que ser llevados por sus padres al sótano de la plaza Guadalajara.
Con esta medida draconiana el ayuntamiento tapatío comenzó a romper con varias tradiciones: ir al centro, comprar un globo, unas papas y pasar una tarde reconfortante. Algunos comercios establecidos (que respetan el “estado de derecho”) han sido los beneficiados. Los locatarios del sótano de la plaza Guadalajara sufren; saben que pronto les será imposible mantener sus negocios. En una declaración a Jorge Convarrubias, reportero de La Jornada Jalisco, Silvia Estrada, quien vende globos y golosinas, expresó elocuentemente: “no son locales para nosotros, son locales para gente que tenga dinero, que pueda acondicionarse bien, nosotros somos de la calle, ambulantes”.
Persecución y “soluciones” inmediatas
A partir de la reubicación de comerciantes ambulantes, quien venda fritangas, globos, pelotas o cualquier producto en la vía pública será perseguido y castigado. Una niña tiene un cartón lleno de bolsitas con papas: mira hacia la izquierda, hacia la derecha, está asustada. Sabe que pronto vendrán los inspectores del ayuntamiento con sus radios y le quitarán su mercancía, la amenazarán. Por eso está atenta, primero correr, esconderse, escapar, que perder sus productos. Comerciar en la calle se ha convertido en un crimen, un delito: el tan cacareado estado de derecho ha sentado sus reales en el centro histórico de Guadalajara.
Esta medida del ayuntamiento tapatío ha sido, como tantas otras, guiada por la incomprensión y desde una perspectiva obtusa. Se ha actuado siempre en lo inmediato, sin observar la compleja problemática de los conflictos. En el caso del comercio informal, se ha querido tener una “mano dura”, pero se ha olvidado la pobreza, la desigualdad, la necesidad de cientos de familias de un ingreso a través de salir a la calles a vender su mercancía. En un país de “libre comercio”, el comercio de los pobres ha sido criminalizado.
El ayuntamiento ha desalojado a los vendedores ambulantes no porque sea la voz del pueblo u obedezca a una demanda popular, sino porque es la voz de intereses económicos fuertes. Quienes asisten constantemente al centro de Guadalajara, las personas que lo disfrutan y gozan caminar por sus calles, saben bien que los vendedores de papas, pelotas o papalotes no violentan la paz ni afean una ciudad que ha sido descuidada arquitectónicamente por sus autoridades. La intención es otra: beneficiar a los fuertes en detrimento de los pobres.
El ayuntamiento tapatío, encabezado por Ernesto Espinosa Guarro, no abundó en otras soluciones: zonas específicas al aire libre para el comercio ambulante, organizar el sótano de la plaza Guadalajara para crear ahí librerías y un espacio cultural, remozamiento de fincas artísticas e históricas, en fin, no se actuó con una visión de largo plazo, que solucionara los conflictos no de una manera inmediata y represora, sino integral y pensando siempre en el beneficio de la sociedad tapatía. Seguramente no se razonó en ello porque, ah, los viajes, los viajes, en éstos se gasta tiempo, ideas y energías.
Política e incomprensión social
El gobierno municipal que terminará en estos días ha estado marcado por la incomprensión hacia las demandas populares, su acercamiento con los grupos de poder y su negativa a solucionar los conflictos de una manera integral. Existen muchas carencias: las vías de comunicación están siendo rebasadas por el crecimiento de la urbe y no se ha potenciado el transporte colectivo ni se ha buscado minar la dictadura del automóvil. En materia cultural poco se ha hecho: la cultura no ha llegado a las masas y aunque en este aspecto se han realizado algunas medidas encomiables, siempre han resultado limitadas. Guadalajara es una ciudad que crece a pasos agigantados y sus autoridades no han estado a la altura de las circunstancias.
Las políticas sociales, culturales y económicas emprendidas por el ayuntamiento tapatío son de miras estrechas, donde el interés de la sociedad es desbancado por los deseos y privilegios de los más poderosos. Tenemos una ciudad con infinidad de carencias y desespera que las autoridades actúen con insensibilidad social. Los conflictos no se solucionan con desalojos, toletes, bravuconería, hipocresía, buenos propósitos y espots de televisión (como hasta ahora lo ha hecho el ayuntamiento encabezado por Espinosa Guarro). Hace falta una visión más amplia, con mayor conocimiento de la realidad social y profundidad en la planeación de las soluciones, todo lo cual le ha faltado a la administración blanquiazul que va llegando a su fin. Guadalajara merece más: necesita autoridades que, en lugar de viajar alrededor del mundo, se preocupen por el desarrollo integral del conjunto de la sociedad: ¿cuándo lo entenderán quienes piensan que administrar un municipio es dirigir una empresa y manejar un tolete?
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