jenaro villamil
México, D.F., 10 de julio (apro).- Puede ser una mala edición de las películas de Fu Manchú o un guión de Juan Orol, pero el escándalo que apenas inicia en torno al chino que vino de Shangai bien vale una relectura de la famosa novela de Luis Spota, Casi el paraíso, quizá el mejor retrato sobre el ‘rastacuerismo’ de la alta sociedad mexicana de los años cincuenta que, traducido a los tiempos del panismo institucionalizado, refleja los entretelones de nuestra ‘narco-cleptocracia’, es decir, el gobierno de la corrupción derivada del comercio de las drogas.
Zheng Li no será un personaje tan encantador como el embaucador profesional, Hugo Conti –el personaje de Spota--, pero en menos de dos semanas el enigmático empresario puso a bailar a prácticamente todo el espectro de la clase política mexicana, con una simple frase que entró de lleno al imaginario popular: “¡Coopelas o cuello!”.
Lo impresionante es que sin dar ni una sola prueba de sus dichos, el empresario de Shangai recibió un tratamiento estelar: lo desmintió el secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, quien se puso la soga al cuello en una ronda de entrevistas radiofónicas y televisivas; el procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, anticipó una sentencia que no le correspondía a él resolver sino investigar; y el presidente Felipe Calderón se subió al ring mediático para subrayar que no aceptará chantajes ni extorsiones.
A ellos le siguieron el presidente del Senado, Manlio Fabio Beltrones y hasta el gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, indignados porque el viernes se publicó que “el oriental de nombre impronunciable” bien pudo recibir una “charola” del Senado de la República, como asesor del entonces legislador Herrera. Apareció también el nombre del exdirector de Cofepris, Ernesto Enríquez y actual responsable de administrar los dineros en el PRI de Beatriz Paredes.
¿No era más fácil que estos y otros actores que pueden sumarse a la caja china de sorpresas subrayaran que la verdad se conocerá cuando concluyan las investigaciones? O, mejor aún, ¿demandar que la impunidad develada en el expediente de Zheng Li será sancionada y no volveremos a los clásicos ‘cuentos chinos’ de golpes espectaculares contra el narcotráfico que acaban siendo bumerang?
El nerviosismo generado por Zheng Li ha sido hábilmente utilizado por su abogado Ye Ning. El lunes pasado anunció ante el periodista José Cárdenas que el próximo 18 de julio dará a conocer más detalles del escándalo y que ahora tan sólo se conoce la punta del iceberg.
Ciertas o no las elucubraciones y las filtraciones informativas que se han sucedido sobre el caso para “amortiguar” el golpe en contra del entorno panista, lo cierto es que el expediente de Zheng Li ha despertado tantas suspicacias como altas son las sospechas en la opinión pública de que en torno al financiamiento a los partidos políticos en la campaña electoral del 2006 pudo existir una liga vinculada al “lavado de dinero”.
Por supuesto, no es esta la única arista de esta reedición de Casi el paraíso. ¿Cómo logró este empresario hoy satanizado por su audacia declarativa y estigmatizado por su vínculo con el comercio de la droga escalar en la alta sociedad mexicana, vivir en el barrio exclusivo de Las Lomas en la Ciudad de México, conseguir su residencia y, posteriormente, naturalizarse mexicano si “no sabe hablar bien español”, según las doctas autoridades en sinología? ¿Quiénes y cómo le autorizaron a este personaje tener un control tan eficaz de puertos y aduanas en el país para importar, por lo menos, 90 toneladas de seudoefedrina? ¿Cuáles eran sus “amigos” políticos en Michoacán, Veracruz, Estado de México, Distrito Federal y en las ciudades fronterizas para transportar las sustancias, burlar los controles de la Secretaría de Salud y hasta planear la construcción de un megacomplejo químico en San Pedro Toltepec como documentó El Universal?
Aún más, nadie nos ha dado una explicación verosímil de por qué llegó a tener una fortuna en cash que rebasaba los 210 millones de dólares en billetes verdes, centenarios, pesos y euros, guardados como quien no quiere la cosa en su mansión. ¿Por qué se trasladaron esos millones de dólares a la custodia del Bank of America?
Muchas preguntas se irán concatenando. La caja de Pandora que Zheng Li abrió fue todavía más amplificada por la sobrerreacción mediática de las autoridades federales que, antes de construir certezas ministeriales, se han dedicado a una ronda de entrevistas, filtraciones y presiones para que olvidemos que alguien le pudo decir a este personaje que si cooperaba encontraba Casi el paraíso.
Comentarios: jenarovi@yahoo.com.mx
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