Acaba de darse a conocer una noticia que parece algo inocuo, inocente o inofensivo, pero que en realidad no lo es: el gobernador Emilio González Márquez y una docena más de funcionarios estatales se vienen reuniendo un día a la semana, para estudiar la Biblia.
Si el gobernador de Jalisco y sus colaboradores hicieran lo anterior en su tiempo libre y fuera de su ámbito público de trabajo, nadie tendría por qué reprocharles nada... Pues una vez cumplidas sus obligaciones oficiales, están en todo su derecho de dedicarse a lo que mejor les parezca... Aparte de que sus creencias religiosas, como las de cualquier otra persona, son algo muy respetable.
El problema es que González Márquez y colaboradores se toman la tarde del miércoles (un día laborable) para un asunto privado... Y, además, lo hacen en un inmueble público: Casa Jalisco, que cumple tanto las funciones de residencia familiar del gobernador como de despacho público del mismo mandatario.
¿Desde cuándo la tarde del miércoles ha quedado fuera del horario de trabajo del gobernador y demás funcionarios estatales de primer nivel? ¿Y desde cuándo la residencia oficial del gobernador es un domicilio privado, aún cuando temporalmente viva en ella el primer mandatario, junto con su familia?
La respuesta, en ambos casos, es: “Desde nunca”. En el primero de ellos, porque en ningún documento oficial se establece que el gobernador y los funcionarios estatales sólo deban trabajar hasta el mediodía...
Y si en la práctica lo hacen, tomándose la tarde libre, no sólo no están cumpliendo cabalmente con su trabajo, sino que están defraudando a sus patrones (los jaliscienses) quienes les pagan --y muy bien-- por atender los negocios de la colectividad.
En lo que se refiere a Casa Jalisco, ésta no es un simple domicilio particular, pues se trata de un espacio público; un espacio público que desde su inauguración --hace cerca de cuarenta años--, ha tenido un uso doble: ser la residencia familiar del gobernador en turno y también despacho oficial del primer mandatario.
En otras palabras: desde un punto de vista laico, el gobernador y una docena de funcionarios de primer nivel están haciendo algo indebido... Pero no por el hecho de reunirse a estudiar la Biblia, sino por hacerlo en horas de trabajo y en el lugar equivocado.
Si nuestra cúpula gubernamental le hincara el diente al Nuevo Testamento, o La Torá, o al Corán, o la doctrina social de equis iglesia, los fines de semana o cualquier otro día por la noche, y en un lugar que nada tenga que ver con los asuntos del César (es decir, del gobierno de un Estado laico), ni quien dijera nada.
El problema es que a nuestras desaprensivas autoridades estatales todavía se les traslapa el viejo asunto de las dos majestades (la divina y la terrena), de los dos reinos (el de Dios y el del César); un asunto que está debidamente resuelto en el mismísimo Evangelio...
Donde, por boca de Cristo, se manda dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, y donde se remarca --por si quedara alguna duda-- que el reino de Dios “no es de este mundo”.
Lo anterior no significa que equis funcionario público deba ocultar --y menos avergonzarse de-- sus creencias religiosas. De ninguna manera. Y para presentar un buen ejemplo de un político creyente, está el caso Valéry Giscard D’ Estaing, quien antecedió a François Miterrand en la presidencia de Francia.
Interrogado públicamente sobre sus creencias religiosas y sobre la forma en que éstas influían en su cargo de presidente de la República Francesa, Giscard D’Estaing respondió: “Yo soy católico, pero en cuanto llego al Eliseo [la casa de gobierno de Francia] no tengo otra religión que la de velar por los intereses de toda Francia”.
Muy bien podrían tomar ejemplo Emilio González Márquez y demás creyentes que lo acompañan en el gobierno de Jalisco, de este ejemplar católico que ocupó la presidencia de la muy laica V República Francesa.
origen:Elsa Stettner
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