Es necesario decir y repetir que merecemos respeto, pero no es suficiente.
Hace falta actuar en consecuencia: por ejemplo, respetar a los otros, rechazar los actos degradantes, valorar el decoro.
No podemos ser indiferentes ante los desfiguros del cinismo, porque nos envilecen a nosotros. Porque nos humillan. Y la dignidad consiste en no dejarse humillar.
Si nos habituamos a la corrupción y la vileza no podemos demandar respeto, esa diadema de olivo que se distingue a la distancia.
tomado de: El cuaderno para el ciudadano en apuros. 2007
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