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jueves, marzo 08, 2007

Opinión - Ruben Martín

El primer chiste del sexenio

Publico

Emilio González Márquez no tiene una semana en el cargo y ya circula el primer chiste del sexenio. El nuevo gobernante panista dijo en su toma de posesión que la principal preocupación en su Administración consistiría en aumentar los ingresos de las familias, y está cumpliendo. Empezó con la suya.

Como todos los chistes, éste es exagerado y cruel. Pero ésa es la función del humor. A veces es el único recurso que les queda a los ciudadanos luego de comprobar una y otra vez que las promesas de campaña de los políticos son eso, promesas de políticos en busca del voto y que no se convierten en realidad.

Seguramente en el gobierno de Emilio los expertos dirán que los medios exageran la nota, que el gobernador no sabía de los nombramientos y que no son ilegales. Pero a la población no le importan esos detalles. La mayoría de las veces forma sus juicios con percepciones y se conduce con intuiciones. Y regularmente no falla. El juicio popular es despiadado, porque comúnmente es atinado. Aunque lo desprecie el saber experto. Y la percepción es que el primer tema relevante del nuevo de gobierno es que se dio chamba a los familiares.

En el Congreso, en tanto, no se conocen los asuntos sustanciales sobre los que trabajará la nueva Legislatura, pero sí sabemos que hubo una pelea feroz por las comisiones y que algunos coordinadores quieren vehículo nuevo, porque no les gustan las Durango que se compraron hace un año. Nada sustancial para la población.

En otros niveles las cosas no andan mejor. Los alcaldes asumieron hace dos meses y han mostrado más signos preocupantes que alentadores. Parece incomprensible que el principal empeño del alcalde de Guadalajara, Alfonso Petersen, reside en impedir que algunos trabajadores informales se ganen la vida en el centro de la ciudad y ahora incluso desalojando a indígenas purépechas de un espacio de trabajo que construyeron hace 32 años.

En Zapopan, la primera nota del alcalde Juan Sánchez Aldana fue el pago de favores con puestos a los grupos panistas que le ayudaron en su campaña y, en Tonalá, el alcalde Jorge Vizcarra se duplicó el sueldo.

Pero más allá de los casos particulares, se puede ver un patrón más o menos común que consiste en que los nuevos gobernantes quedan atrapados en una red de intereses que impone su lógica.

Esa red está tejida de hilos jalados por grupos particulares. Uno de estos proviene del seno del partido que postula a los candidatos. En cada gobierno aparece nítidamente el interés de grupos panistas por dar chamba a sus allegados. Cada vez es más clara la tendencia en el PAN de construir clientelas internas a través de la nómina. Y la pelea de los grupos panistas se traslada al seno de los gobiernos. Desde el punto de vista del PAN, el control del Ejecutivo quedó en manos del viejo grupo del Comité Estatal, que resurge en una versión más potente. Aislado de los puestos relevantes del gobierno estatal, el grupo de Francisco Ramírez Acuña se refugió en el Ayuntamiento de Guadalajara. Otra lógica de intereses que se impone a los gobernantes es la de los empresarios que pagaron las campañas. Estos empresarios o sus representantes ya están en puestos clave, desde donde van a cobrar caro el apoyo financiero que brindaron.

La otra lógica es la de la clase política, la lógica de pertenecer a un grupo profesional que vive de ejercer el poder y acostumbrado a ir aumentando sus ingresos y prebendas. Aquí encontramos las miserables disputas por los altos puestos, por los sueldos, por los mejores autos y oficinas.

Atrapados como están en estas tres lógicas (no son las únicas) los asuntos sustanciales que interesan a la gente siguen en el limbo, sin atenderse, sin resolverse. No pueden o no quieren.

Como quiera que sea, ahora más temprano que en otros gobiernos, las nuevas administraciones están produciendo desencanto, frustración e incluso arrepentimiento en algunos votantes. Son una muestra más de la incapacidad del sistema de representación y legitimación política para resolver de fondo los asuntos esenciales de la población. Y aquí el humor popular, que inventó el primer chiste del sexenio, se conecta con la sabiduría popular en la convicción de que, más allá de la voluntad de algunos, todos los gobernantes son iguales. Más vale reírse de ellos que decepcionarse.

rmartin@publico.com.mx, rmartin@milenio.com

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