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viernes, marzo 30, 2007

Opinión - Pablo Gomez

Los tiempos de la burguesía

Publico

La burguesía del siglo XVIII lanzó la proclama de ciudadanos, unámonos contra la tiranía y en favor de la igualdad, la legalidad y la fraternidad. La del siglo XIX –ya en el poder—reclamó su puesto dirigente como conductora única del proceso productivo y de la mundialización del capitalismo. La del siglo XX se presentó como la benefactora: “No morderás la mano que te da de comer”, dijo contra la revolución de los obreros levantiscos. La del siglo XXI promete un mundo de equilibrios macroeconómicos y de rentas financieras para todos: “Ven a disfrutar los beneficios del capital dinerario especulativo”.

La nueva Ley del ISSSTE es una copia de aquella que creó las Afore, sistema de individualización de los fondos de pensión y de manejo privado de los mismos. Sobre las ruinas del sistema solidario de pensiones, producto del Estado social (a medias en México) que proveyó la lucha del movimiento obrero, se erige ahora el del ahorro individual, creado originalmente para los altos empleados de los capitalistas.

En México, los fondos solidarios de pensiones fueron saqueados por la burocracia política del Estado para después declarar su fracaso irreversible. La nueva Ley del ISSSTE completa la extirpación del sistema solidario con el propósito de entregar los fondos de pensiones a la burguesía financiera que se levanta triunfadora del largo proceso de concentración y centralización del capital. “Vengan, trabajadores, a disfrutar de la renta financiera, tan fácil de obtener que ustedes también pueden ser capitalistas”: tal es la convocatoria de la privatización del manejo de los fondos de pensión.

Pero en lugar de beneficiar a los trabajadores, el nuevo sistema de Afore lo único que logra es producir extraordinarias ganancias a empresas de recámara –operan en cuatro paredes con unas buenas computadoras–, propiedad de bancos trasnacionales en su mayoría, que cobran altas comisiones sobre los flujos y los saldos de las cuentas individuales y, además, se quedan con una parte de los rendimientos financieros del fondo social, ahora individualizado, de pensiones.

Es injusto el sistema, ya que las mayores ganancias se las llevan los financieros. Pero, también, está demostrado que no funciona en sus propósitos enunciados: al final del camino habrá subsidio del Estado debido a que la inmensa mayoría no alcanzará un fondo suficiente para obtener una jubilación superior a la mínima garantizada por la ley –poco más de un salario mínimo dentro del sistema del IMSS, y dos salarios mínimos para los del ISSSTE–, por lo que tendrá que haber un gasto fiscal.

Un país pobre no puede tratar a sus trabajadores como si fueran gerentes, ya que si lo intenta, como México y otros países de América Latina, lo único que va a conseguir es expoliar más a quienes viven de su precario salario. Tal es el contenido fundamental de la nueva Ley del ISSSTE, votada en el Congreso por los representantes del capital financiero, predominantemente extranjero.

Aclaración pertinente: el llamado Pensionissste no durará mucho, pues sus cuentas pronto llegarán a las otras Afore, las del Citibank y del BBV, es decir, sus rendimientos significativos se alojarán en Nueva York y Madrid. El Estado mexicano, saqueado una y otra vez, a pesar de la promesa célebre de López Portillo, seguirá dando subsidio para sostener las rentas financieras del capital parasitario: ésta es la obra magnífica de la alianza entre el PRI y el PAN, la cual no es nada nueva –¡Fobaproa!– pero cada vez más onerosa para el país.

pgomez@milenio.com

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