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viernes, marzo 16, 2007

Opinión - Eduardo Gonzalez Velazquez

Bush por el vecindario

Jornada Jalisco

Con más pena que gloria finalizó la “gira del adiós”; la “gira por el vecindario”; la “gira para visitar a los amigos”. Cierto es que a lo largo de la administración de George W. Bush, el presidente norteamericano no había realizado gira alguna con una duración de seis días. Seis largos y violentos días. Pero también es cierto que esta ha sido una de sus visitas menos productivas y de menor impacto para los países anfitriones por el contexto político en que se genera: Bush va de salida; tiene los índices más bajos de popularidad y aceptación hacia su política exterior; las tropas norteamericanas se encuentran empantanadas en Irak y Afganistán; enfrenta el “inicio anticipado” de las campañas electorales; así como el sentimiento antiestadunidense y la poca confianza en el liderazgo de Estados Unidos en América Latina y no cuenta con una mayoría republicana en las Cámaras Alta y Baja. Así, las promesas económicas y políticas, por lo demás famélicas, pasarán a formar parte de los buenos deseos del gobierno norteamericano hacia su “patio trasero”.

Demasiado tarde se acuerda George W. Bush del subcontinente; voltea la vista a él luego de que a partir de los acontecimientos del 11 de septiembre orientara toda su política exterior hacia dos regiones fundamentales: Medio Oriente y Afganistán. Vira hacia América Latina, cuando algunas naciones han comenzado a establecer gobiernos de centro-izquierda y han firmado convenios de cooperación económica, política y militar aprovechando el poco interés de Estados Unidos hacia nuestra región.

A pesar de que George W. Bush insistió que su “viaje pretendía explicar, lo más claramente posible, que Estados Unidos es una nación generosa y compasiva”, y que para su país, América Latina “importa”; la gira aparece ante los ojos de los latinoamericanos y de miles de norteamericanos como una gira a destiempo, a pesar de que el presidente estadunidense insistiera en que llevaba “un mensaje de esperanza”, para alcanzar la libertad, la justicia social y la prosperidad bajo el neoliberalismo y contrario a las opciones establecidas por algunos gobiernos latinoamericanos.

Pero los datos no dejan mentir, en los seis días que duró la gira de Bush, Estados Unidos gastará más dinero en Irak que todo lo que el presidente ha propuesto en asistencia para Latinoamérica en el año fiscal 2008. La receta económica de Bush es la misma que en los últimos 25 años ha pauperizado el desarrollo en Latinoamérica.

Los motivos de la visita a Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México fueron diversos. El gobierno estadunidense tuvo un interés particular en cada una de las paradas que realizó. De manera general la gira buscó atender las voces republicanas sobre la urgencia “de recuperar los espacios perdidos” en la región; aislar al gobierno de Hugo Chávez; contrarrestar la nueva ola política que desafía en diferentes niveles la hegemonía estadunidense y alinear aún más a los gobiernos dóciles a Washington.

La particularidad del caso brasileño la representa la industria del etanol. George W. Bush y Luiz Inacio Lula plantearon un plan para la expansión de la producción de etanol a partir de la caña de azúcar y que este combustible engrose la lista del suministro energético de Estados Unidos. Brasil, con la producción de 4 millones 864 mil 965 de barriles de etanol anuales, es el primer productor mundial, y con Estados Unidos controla el 72 por ciento de la producción total del mundo. Estados Unidos consume diariamente 22 millones de barriles de petróleo con 5 por ciento del uso de etanol, por ello, un acuerdo con Brasil permitiría a ese país tres objetivos centrales: diversificar la matriz petrolera, reduciendo su dependencia de las importaciones de Venezuela y de Medio Oriente; debilitar a Venezuela y a sus aliados, y frenar la integración regional.

En Uruguay, el presidente estadunidense y Tabaré Vázquez centraron sus pláticas en el fortalecimiento del comercio. Washington apuesta que ello servirá para golpear el proceso de integración sudamericana. No olvidemos que en enero pasado se aprobó un tratado de protección de inversiones y comercio, y que Bush ofreció en mayo de 2006 a Uruguay la posibilidad de firmar un tratado de libre comercio, lo que trajo una reacción negativa del Mercosur, que impide la formulación de acuerdos paralelos.

En Colombia, Alvaro Uribe considerado el principal aliado de Estados Unidos en la región, apostó a una ratificación del respaldo estadunidense a la lucha contra las drogas y la guerrilla en el marco del Plan Colombia, a través del cual Washington aporta casi mil millones de dólares anuales en ayuda militar a esta nación sudamericana; asimismo, se vio la posibilidad de diseñar una política hacia el nuevo gobierno del ecuatoriano Rafael Correa.

En Guatemala, el interés es frenar el avance electoral de Rigoberta Menchú de cara a las elecciones de septiembre. Lo que siguió fue escenografía pura; como la visita a Chirijuyú, una población maya ubicada a 50 kilómetros al oeste de la capital, donde los indígenas se dedican a exportar vegetales a Centroamérica y esperan hacerlo pronto a Estados Unidos. El colmo de la burla fue cuando Bush ayudó a subir dos cajas de lechuga a un camión. El verdadero interés de la Casa Blanca es evitar que avance un proyecto alternativo de nación que pudiera incorporarse al grupo de países cercanos a Venezuela.

Finalmente, la gira llegó a tierras mexicanas. El gobierno calderonista se comportó a la altura, a la altura de un fiel escudero al servicio de las barras y las estrellas. Para comenzar, el gobierno estadunidense pidió que la policía municipal de Mérida se desarmara. Petición cumplida.

Los discursos de ambos mandatarios estuvieron abarrotados de lugares comunes: “hacerle frente a la pobreza y la desigualdad de ingresos, restablecer el orden público, combatir la amenaza común del narcotráfico y robustecer la relación económica”. “Progresar en el asunto de la migración”. “Trabajar intensamente para que se apruebe una reforma migratoria amplia”.

La visita a México del presidente de Estados Unidos cumplió con todas las expectativas previstas: confirmó que a ese país no le interesa ni una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ni la pronta instauración de un acuerdo migratorio que respete los derechos humanos de los migrantes. Por su parte Felipe Calderón insiste en colocar al país en una situación de aislamiento con respecto a Latinoamérica. La apuesta sigue siendo Estados Unidos. Así, concluyó la quinta visita de George W. Bush a México, con acuerdos secretos sobre petróleo, gas y electricidad.

Una constante de la gira fue el despliegue de seguridad más aparatoso que recuerde América Latina, con la virtual ocupación por fuerzas estadunidenses de los lugares visitados y batallas campales entre las fuerzas del orden e indignados manifestantes. Por el contrario, en ningún país George W. Bush tuvo contacto con la población. El visitante incómodo fue objeto de rechazos múltiples: “fuera Bush, terrorista número uno”; “Bush genocida no pasarás”.

En lo que queda del segundo periodo de Bush al frente de la Casa Blanca, no habrá ya grandes definiciones ni redefiniciones en materia de política exterior, y menos para América Latina; razón por la cual los gobiernos latinoamericanos deberán seguir construyendo una alternativa de desarrollo y crecimiento que atienda las urgentes necesidades de la población y se olvide de las migajas que año tras años promete Estados Unidos para nuestra región.

ihuatzio@hotmail.com

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