La Feria
Jornada Jalisco
Producto del eje Rosales-Salinas, el embate contra el grupo UdeG
García Márquez, un nombre hecho leyenda
No hubo boletín de prensa ni información oficial. Pero alguien permitió que los medios se enteraran, y difundieran la reunión que se realizó el lunes en Casa Jalisco por seis horas. En ella participaron los dirigentes de dos grupos políticos estatales muy fuertes: el del gobernador y el de la Universidad de Guadalajara. El mandatario Emilio González Márquez y su brazo derecho Herbert Taylor se encontraron con el rector de la UdeG, Trino Padilla López, con el rector electo Carlos Briseño y con el líder del grupo Raúl Padilla López, quienes aceptaron la invitación a comer. Naturalmente, fue una reunión que tendrá consecuencias políticas para Jalisco. Ah, y no fue la primera reunión de esta naturaleza, Antes hubo otra, aunque nadie haya avisado entonces a la prensa.
Los antecedentes. Hace apenas unos meses, cuando Emilio era candidato al gobierno estatal y Carlos Briseño sólo secretario general de la Universidad, el primero lanzó una fuerte embestida contra los universitarios y acusó a sus dirigentes de pertenecer a una burocracia dorada; Briseño respondió en tono y volumen alto y dejó en claro que sería el rector adecuado, si es que se trataba de dar la pelea al grupo emilista. Su trayectoria, su estilo y su carácter lo configuran como un político capaz de aglutinar a las fuerzas universitarias y transformarlas en batallones de ataque.
Pero, una vez que Emilio resultó electo gobernador y que Carlos Briseño se encaminó directamente y sin opositor hacia la rectoría universitaria (que asumirá en unos días), las hostilidades parecieron desvanecerse, y tanto un bando como el otro mostraron la prudencia necesaria para reconstruir la relación.
No ocurre lo mismo con un tercer grupo, el que en Jalisco comanda el líder del PAN, Eduardo Rosales, quien dirigió con el diputado coordinador de la bancada panista (y ex secretario particular del es gobernador Francisco Ramírez Acuña) el cabildeo para lograr que el Congreso del Estado aprobara la auditoría a las finanzas de la UdeG. Tanto Rosales como Salinas pertenecen al grupo de Francisco Ramírez Acuña, hoy secretario de Gobernación y hombre fuerte del desdibujado mandato calderonista.
Es cierto. Hay consenso en cuanto a la necesidad de que las cuentas de la máxima casa de estudios de Jalisco sean transparentes. En eso, hasta los universitarios están ya de acuerdo. Pero lo cierto es que el momento actual, en el que se ordena la auditoría, es complicado, y el contexto permite leer esta disposición como una posible intromisión de grupos de derecha en una universidad que ha destacado por su tendencia social, plural y, con frecuencia, de izquierda.
Carlos Briseño ha dicho, precisamente, que se trata de un ataque que busca desmembrar el grupo universitario y entregar esa casa de estudios al control de la derecha. Tal vez así sea. Tal vez no. Lo cierto es que este embate procede del grupo “paquista” y que Emilio, interrogado por Radio UdeG el día de su toma de posesión, se deslindó y afirmó rotundamente que no era el momento adecuado para ordenar la revisión de las cuentas universitarias.
Los políticos suelen ir más allá del momento presente. La reunión entre el grupo de Emilio y el de Raúl Padilla bien pudiera ser el principio de una alianza con miras al próximo sexenio... no sólo en lo que se refiere a la sucesión en Jalisco, sino en la que se jugará en el mapa nacional. No hay que olvidar, aunque parezca mero futurismo, que entre quienes podrían buscar la candidatura panista a la presidencia dentro de cinco años se encuentran los jaliscienses Francisco Ramírez Acuña y Alberto Cárdenas Jiménez (quien por cierto aprovecha cada oportunidad para golpear al primero); pero, también puede proyectarse, desde el gobierno de Jalisco, Emilio González Márquez, una vez que demuestre tener cualidades para ello.
Desde esa perspectiva, a los jaliscienses del centro no les favorece una alianza estatal entre estas fuerzas. Quizá por ello, Eduardo Rosales y Jorge Salinas han instrumentado este ataque contra el grupo universidad. Meter la mano al bolsillo universitario equivale a tener la posibilidad de difundir, posteriormente, un amplio abanico de versiones, oficiales o no, sobre el manejo de los dineros. Asunto delicado.
Así que la comida, seguramente sirvió para que el gobierno del estado y la UdeG fumaran la pipa de la paz. No será necesario que Briseño, como lo declaró a la radio, impida “a como dé lugar” la auditoría. El acuerdo podría normar, incluso, la revisión próxima; a cambio, la UdeG se mantendrá en la misma línea; no agitará las aguas y pondrá a los ocho diputados sobre los que tiene influencia (seis del PRI y dos del PRD) al servicio de las causas comunes; causas que sean benéficas tanto para Emilio como para la UdeG.
Cómo negarlo. Cien años de soledad es una novela que revolucionó la literatura española. La forma en la que esta obra maestra reflejó (y por lo tanto construyó) los sueños, los fracasos y la historia de los pueblos latinoamericanos, de sus hombres, de sus visiones, es, por decir lo menos, maravillosa. Los estudiosos podrán pasar cien años de estudios y escribir decenas de libros sobre la circularidad del tiempo en esta novela, sobre las relaciones entre los Aurelianos y los José Arcadios, y sobre mil puntos más; pero, lo cierto es que el placer de leerla y releerla ninguna de estas obras de interpretación o estudio lo puede sustituir.
Que viva el Gabo, que cumplió sus 80 años de edad, 40 de haber escrito esta obra magistral de nuestra lengua, y 25 de haber recibido merecidamente el premio Nobel. Y nosotros nos leemos mañana en esta misma Feria.
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