2006 no se olvida
Jorge Gómez Naredo
La Jornada Jalisco 31/12/2006
El año 2006 quedará marcado como daga y esperanza, como inicio y colofón. Los recuerdos están ahí, presentes, vivos, cada día más metidos en las mentes y en los corazones de cientos de miles de mexicanos. El año 2006 no se olvidará, no se borrará de nuestro pasado simple y llanamente porque no es ético ni sano ni digno olvidarnos de los atropellos, los desvelos, las esperanzas, la impotencia y el sentimiento de lucha tan vivo y lozano.
El año 2006 quedará marcado como daga y esperanza, como inicio y colofón. Los recuerdos están ahí, presentes, vivos, cada día más metidos en las mentes y en los corazones de cientos de miles de mexicanos. El año 2006 no se olvidará, no se borrará de nuestro pasado simple y llanamente porque no es ético ni sano ni digno olvidarnos de los atropellos, los desvelos, las esperanzas, la impotencia y el sentimiento de lucha tan vivo y lozano.
No se olvida la hipocresía del gobierno federal, las sonrisas de Martha Sahagún con sus hijos detrás, enriqueciéndose corruptamente bajo la protección presidencial; no se olvida el fracaso panista, el derrumbe ideológico de la derecha, las mentiras, las medias verdades, los enconos provocados por el vocero presidencial, la falta de moral, la incongruencia, el “fin de fiestas en Los Pinos”, el beneficio siempre hacia los más ricos ni la venalidad de los antaño opositores. No se olvida la afrenta de Vicente Fox, llegado a la presidencia gracias a un sistema con matices democráticos y que él mismo hizo añicos, lo vedó, lo proscribió, lo persiguió y, el 2 de julio, después de muchos desvaríos, por fin lo mató. No se olvida ni se olvidará, porque el olvido es dejar de ser, perder un poco de existencia, un poco de historia, un mucho de dignidad.
No se olvidan las lágrimas de decenas de mujeres cuando policías del Estado de México y de la Federación las manoseaban, las violaban, las amenazaban; no se olvida la impotencia de sus padres, sus hermanos, sus madres, sus parejas. No se olvida la sangre derramada, los toletazos, los gases lacrimógenos; no se olvida que quien ordenó dicha represión es nada más ni nada menos que el actual Procurador General de la República. No se olvidan los encarcelamientos ilícitos, las violaciones a los derechos humanos, la sonrisa de Enrique Peña Nieto negando que en Atenco hubiera existido represión; no se olvida a las televisoras, a TV Azteca y Televisa, azuzando a la población para “exigir” mano dura; no se olvida que Vicente Fox reprimió y tiene las manos manchadas de sangre; no se olvida que hoy es un delincuente más, sin castigo, solapado por unas instituciones caducas, corruptas y secuestradas por los de siempre: los poderosos y los dueños del dinero.
No se olvida la matanza disfrazada de accidente: Pasta de Conchos. No se olvidan las lágrimas de los familiares, la falta de apoyo del gobierno federal, la indiferencia de la clase política hacia el sufrimiento de los más pobres, de los pobres entre los pobres. No se olvida que fue una empresa poderosa quien se negó a dar seguridad a sus trabajadores y que dicho consorcio tiene nexos estrechos con Luis Téllez, actual Secretario de Comunicaciones y Transportes. No se olvida que todavía hoy no hay castigo para los culpables.
No se olvida Michoacán ni Lázaro Cárdenas, el asesinato de mineros que protestaban en uso legítimo de sus derechos; no se olvida que fueron muertos a manos de policías estatales y federales; no se olvida que el gobernador, diciéndose de izquierda, actuó y actúa como de derecha. No se olvidan las muertes porque nuestros muertos lloran cuando los olvidamos.
No se olvida el 2 de julio, la campaña sucia en contra de un candidato, la falta de responsabilidad del PAN cuando decidió dividir al país (ya dividido) y enconarlo; no se olvidan los espots televisivos, las hipocresías, la bravuconería de Felipe Calderón y su equipo de campaña; no se olvida el apoyo del Consejo Coordinador Empresarial, del IFE, de la Presidencia y de los jueces electorales en favor del PAN; no se olvida el fraude ni la discriminación mediática contra todo aquél que votó por Andrés Manuel López Obrador. No se olvida el papel deleznable que jugaron las televisoras. No se olvida la desfachatez de Calderón ofreciéndole al “peligro para México” varias secretarías (entre ellas la de Gobernación) para que no defendiera el voto de los mexicanos. No se olvida ni se olvidará jamás que quien ahora habita en Los Pinos simple y llanamente es un usurpador.
No se olvida la presión hacia el periodismo libre y comprometido; la censura a Ricardo Rocha por órdenes, seguramente, de quienes rodean a Felipe Calderón; la intimidación a José Gutiérrez Vivó y a la revista Proceso; no se olvidan las afrentas de tantos periodistas que se vendieron, mansamente, al gobierno en turno; no se olvida el desdén hacia los medios de comunicación alternativos ni la falta de información (derecho de todo mexicano) y manipulación de la misma.
No se olvida Oaxaca: aquí está, presente, sufriendo, con lágrimas, en pie de lucha. No se olvida la represión ordenada por Ulises Ruiz, Vicente Fox y Francisco Ramírez Acuña. No se olvida que los presos hayan sido trasladados a cárceles lejanas como medida de intimidación; no se olvidan las amenazas de muerte, los golpes bajos, las torturas, las desapariciones; no se olvidan los muertos que siempre resultan ser del pueblo, ese pueblo heroico que decidió ser demócrata, buscar su participación política y organizarse. No se olvida que la única respuesta del PAN y el PRI ha sido la “mano dura”, el “estado de derecho” y la incomprensión. No se olvida que los culpables de los asesinatos de miembros de la APPO están libres y no serán castigados por los gobiernos actuales. No se olvida que siguen derramándose lágrimas de impotencia: los golpes se borran, pero el dolor continúa.
Hoy en las pantallas de televisión saldrán los presentadores a hacer “análisis” políticos, económicos y sociales sobre el año que termina. Para ellos concluye un ciclo e inicia otro. Sin embargo, abajo, para millones de personas, las cosas no son tan fáciles. No hay “borrón y cuenta nueva”. El olvido es un arma peligrosa, es una manera de siempre nacer, de siempre partir del mismo lugar. No olvidar, en cambio, es hacerse más fuerte, es un ejemplo de dignidad y un homenaje, una recompensa, una ofrenda, un regalo a tantas lágrimas y tanta sangre que ayer derramaron otros por una patria y un futuro mejores. El 2006, sin duda, deber ser el año del no olvido.
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