La Feria
Jornada Jalisco
La Semades por fin se entera que hay contaminación
Las medidas anunciadas, deficientes y muy tardías
Durante las primeras horas de la mañana, en estos días, es posible ver y casi casi tocar la gruesa nata de sustancias tóxicas que cubre como una sábana la zona metropolitana de Guadalajara. Es una especie de humo gris, denso y pesado, que se mantiene flotando sobre la superficie durante horas, quieto, en espera de que los vientos lo diluyan. En esa porquería gaseosa buceamos los tapatíos cada mañana para llevar los hijos a la escuela, para acudir al trabajo o para realizar otras actividades. Con ese aire enrarecido llenamos nuestros pulmones, sin poder evitar que esas sustancias se queden en nuestros organismos, con los riesgos y enfermedades que esto conlleva.
Y eso que el problema ya es viejo. Muy viejo, señores. Se trata de una cuestión que ha sido denunciada cientos de veces, desde los primeros años de los noventa, cuando aún la contaminación podía ser controlada con relativa facilidad, hasta los momentos actuales cuando cualquier medida que se tome resultará costosa e insuficiente. El cáncer ha crecido y extraerlo ahora resultará más caro y más riesgoso.
Por eso las medidas anunciadas por el gobierno estatal son, en estos momentos, insuficientes y tardías. El documento que declara a la zona de Miravalle (desde Las Juntas hasta la laguna de Cajititlán, incluyendo el {área del aeropuerto) como de “alta fragilidad ambiental” debió ser emitido hace años. En la declaratoria se determina que se apliquen, después de niño ahogado, algunas medidas correctivas –insuficientes, repito— para atenuar el grave daño que padecen los habitantes de esa área de más de 26 mil hectáreas.
En la III Reunión de Salud Ambiental, realizada hace unos diez meses en la Asociación Médica de Jalisco, un estudio de la Universidad de Guadalajara dio a conocer que la contaminación de abril de 1995 en la zona de Miravalle ocasionó 62 muertes. De inmediato, los datos fueron negados por el secretario de la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable de Jalisco (Semades), Ramón González Núñez. Sin embargo, lo cierto es que estas apreciaciones se realizaron sobre datos precisos que reflejan la elevación de los contaminantes, el incremento de diversas enfermedades respiratorias y las fluctuaciones del número de muertes atribuibles a esa clase de males… entre otros factores.
¿Y cómo podrían evitarse las enfermedades con tan elevado nivel de contaminación en la atmósfera tapatía? En el aire pululan una serie de venenos dañinos, de partículas de metales nocivos que nosotros respiramos diariamente y que se quedan en nuestros tejidos, en nuestros pulmones, en nuestra sangre, hasta que un día muestran su efecto acumulativo. Baste observar las cifras que reflejan el incremento de los males respiratorios, las alergias y particularmente el asma, para entenderlo.
Pero regresemos a la declaratoria emitida por el gobierno del estado. En ella se establecen doce criterios que deben observarse a partir del lunes anterior, para disminuir la contaminación ambiental en esa extensa zona de la ciudad. Algunos criterios son de risa, ante la gravedad del problema. Por ejemplo, decir que un mayor número de agentes de tránsito debe agilizar el flujo vehicular en la zona; sí, claro, la intención es buena, pero en términos prácticos ¿podrá este hecho frenar la contaminación?
Otras medidas son tan generales que no parece que puedan ser aterrizadas con éxito. Por ejemplo, someter “a una regulación ambiental más estricta” a las fuentes de emisión de contaminantes. Pues sí, en eso estamos todos de acuerdo, pero yo pregunto cuándo ocurrirá eso, quién va a elaborar esa nueva norma regulatoria, quién la va a aprobar, y sobre todo quién la va aplicar. Porque la Semades sufre de un cierto tipo de pánico crónico a molestar a los industriales.
Una cuantas podrían servir para reducir, aunque sea en muy poco, la contaminación ambiental. Tal es el caso de la que ordena que “no debe autorizarse el establecimiento o desarrollo de nuevas industrias, actividades productivas o de servicios que aumenten la contaminación”, y otra que manda que se debe recuperar la cobertura vegetal de la zona. Finalmente, se recomienda pavimentar, reforestar, que los ayuntamientos regulen el comportamiento en la calle, incluso cuando se produzcan hogueras. Frenar la instalación de industrias y sembrar árboles son dos de las medidas que recomiendan los ecologistas tapatíos desde hace más de diez años.
Por mi parte, dudo mucho, tanto de la voluntad para aplicar la nueva norma, como de que se pueda disminuir notablemente la contaminación. A estas alturas, es necesario trazar un plan más serio, más completo, más responsable. Un plan para sanear la contaminación de toda la zona urbana tapatía y no sólo de Miravalle, porque a esa superficie también le afectan las emisiones que ocurren en otras partes de la ciudad.
Sin embargo, pese a todas las deficiencias que muestra el documento, pese a la debilidad que expone ante los principales generadores de contaminación (las industrias), diremos como el dicho aquel “más vale tarde que nunca” y como el otro “más vale algo que nada”; y que la sociedad, sobre este paso, exija que ese mismo gobierno irresponsable que dejó crecer el probema, que tome medidas de fondo para erradicarlo. Y eso es todo por ahora, amigos lectores, nos leemos mañana en este espacio.
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