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jueves, enero 25, 2007

Opinión - Carlos Enriquez Bueno

Policía secreta, policía política

Jornada Jalisco

Qué mejor policía secreta que la denuncia ciudadana? Pero el ciudadano gobernador Gerardo Octavio Solís, por la obra y gracia de Ramírez Acuña, no conoce otra fórmula para la seguridad pública (La Jornada Jalisco, 24 de enero 2007). Ahora bien, ¿Por qué el ciudadano común y corriente no denuncia? Porque sabe que en el reino kafkiano (releer El Proceso) de la administración de justicia mexicana -y particularmente jalisciense- se convierte a la víctima en victimario, al acusador en acusado, y al abusador se le garantiza no sólo la impunidad, sino el regalo de ejercer la represalia contra sus denunciantes, con la sagrada complicidad que compra el dinero o el poder. Y, sensata y justificadamente, nadie quiere correr ese maligno riesgo.

Qué mejor acto de gobierno que emprender acciones estructurales y de largo aliento tendientes a la prevención del delito, y a una persecución del mismo de forma eficiente, moderna, científica, y en el marco de la ley, es decir, del respeto a los derechos ciudadanos y a los derechos humanos, pero eso lo hace un estadista, con un equipo de trabajo capaz y legitimado por la aceptación y la sensatez de sus actos. No un abogado premiado por la lotería política y con credenciales de policía. No con improvisaciones que responden algun juzgadomás que a afanes justicieros, a la urgencia de contener una extendida y legítima protesta ciudadana en ascenso, por la multiplicidad de agravios desde el fraude electoral hasta los arbitrarios aumentos a los precios de la canasta básica, pasando por la exhibición de vocación castrense como aval para imponer castigos a una población que no los merece. Y la exhibición de impunidades y complicidades preciosas frente a las cámaras.

No se logrará nada retrocediendo en la máquina del tiempo hacia la confesión como “reina de las pruebas”, axiomático remedio de un estado que ha exiliado el derecho y la noción de civilización, al imponer las formas más ruinosas y salvajes de combate a la delincuencia. La formulita: fraude electoral, imposición, pago a cargo de la población de un modelo concentrador de la riqueza y excluyente, y palos al que critique, proteste o se resista, parece que es lo único que tiene que ofrecer un panismo ahogado en el descrédito y en el fango, a lo largo y a lo ancho del país.

Se fue la pesadilla martista-foxista heredándonos una renovada pesadilla, pero, ésta, con el puño cerrado. ¿Y la delincuencia organizada? Es parte consustancial del viejo régimen que no acaba de morir, porque aunque se vista de discursos, prian se queda. Entonces, se trata de impresionar o tratar de hacerlo, con medidas efectistas pero huecas y contraproducentes. Con medidas como las de la policía secreta la cual, como demuestra el inequívoco registro histórico, tan sólo han servido para comprobar los grados de sevicia, abyección y horror a los que puede llevar la ineptitud y la vocación delincuencial (“Una lección no aprendida”; “Zamora: la policía política, sinónimo de corrupción”, La Jornada Jalisco, 23 de enero 2007, primera plana). La brutalidad de una maquinaria ciega y sorda no se ha justificado ni se justificará. ¿Es posible combatir al hampa con el hampa, la corrupción con la corrupción, el delito con le delito? ¿Se puede gobernar en medio de un estado de sitio permanente en el que no hay más esconderse detrás de los uniformes del ejército y la PFP?

¿Por qué hay una exacta reproducción en maqueta de las clases sociales en la aplicación de justicia, en la persecución del delito? ¿Por qué en muchos casos son los pobres e inocentes los que están dentro de prisión y no los poderosos y culpables? ¿Por qué no guardan proporcionalidad las penas con relación a los delitos? ¿Por que la investigación y los procesos en unos casos muestran una celeridad inconcebible en otros? Porque los sótanos y laberintos de las barandillas policiales y los pasillos de la aplicación de justicia, en no pocas ocasiones se mueven por tarifa y con consigna, y se aceleran o retrasan los casos de acuerdo al perfil de los indiciados y al talante de los implicados en la “administración de justicia”. La acción de la justicia expedita, imparcial y legal se constituye en el garbanzo de a libra, en la excepción. Para una prueba gráfica y fresca, ahí está el caso de Néstor Alan Rodríguez en el cual el manto protector de la impunidad ha desgastado la aplicación expedita de justicia, con el ánimo de que el polvo del olvido lo sepulte. (El padre de quien lo arrolló provocándole la muerte, Fernando Arias Pérez, se desempeña muy cerca de Ramírez Acuña en la Segob).

Ante tanta inmundicia diseñada con capas sucesivas de arbitrariedad, ley vuelta letra muerta e instituciones carcomidas por la corrupción, rescatar viejas fórmulas para problemas irresueltos, resulta no sólo altamente amenazante sino un agravio inadmisible. Las bandas de la delincuencia organizada hace tiempo que tienen infiltradas y espiadas a las policías, y además, con tecnología de punta. Entonces, argüir que la policía secreta las infiltrará lleva a la sonrisa de la incredulidad. Recuérdese un dato crucial, la formación y la vida policíaca están orientadas estructuralmente a la violación de los derechos humanos.

A las carencias estructurales de carácter educativo, a la inhibición de los valores cívicos con las cuales medró el priismo durante tantas décadas, a las escuelas de derecho que casi sin excepción lanzan cantidades significativas de mercaderes de la transa, el atropello y otras linduras de generación en generación, a los jueces venales que no escasean, a la universidad de la anomia social en que se han constituido los canales televisivos, se agregan ahora los subproductos de la furia neoliberal para la cual lo que no arroje ganancias, aún fuera del marco ético, es absolutamente prescindible. Y entonces tenemos que la multiplicación de la pobreza, el desempleo, la exclusión se criminalizan, así como la protesta social consecuente. El desempleo, o los salarios de risa, la carestía, disparan conflictos en diversas direcciones. ¿Qué pasa por ejemplo con los millares de jóvenes (sin escuela, trabajo, deporte) lanzados a la ociosidad como fuerza potencial para la trasgresión, para el consumo de estupefacientes, como reclutas para las activas bandas de la delincuencia organizada. Y es una ilusión esperar resolver esto tan sólo multiplicando las policías y menos las secretas.

Por su parte, algunos voceros del sector empresarial con su cortedad de vista característica, con su falta de vocación social e insolidaridad, han aplaudido la medida de la mano dura, la del regreso a los sótanos malolientes del servicio secreto, con un criterio de abarroteros, pero bueno, ¿qué más se les puede pedir cuando el analfabetismo funcional los alcanza y la autosuficiencia los coloca en el autismo? Si las violaciones se promueven con claro prejuicio de clase, lo único predecible son los palos de ciego. Lo problemático es que las más altas autoridades políticas del estado sean las que estén proponiendo aspirinas para dolencias estructurales. Cuántas veces habrá que repetirlo: esa colosal fábrica de desigualdad, injusticia y violencia llamada neoliberalismo, produce sus propios engendros. El neoliberalismo termina por morderse su propia cola.

¿Se han puesto a pensar los ciudadanos y ciudadanas en la comarca lo que representa reeditar el horror de algo parecido al Tribunal del Santo Oficio, que reforzado por la posibilidad legal de los cateos sin orden judicial y por denuncia anónima tendrá amplias facultades para allanar, detener y juzgar, cancelando brutalmente las garantías individuales que por ser tan elementales que están fuera de discusión?

El derecho a la libre manifestación de ideas; a la libertad de escribir o publicar; al derecho de petición; a asociarse y reunirse pacíficamente; a circular libremente; a no ser juzgado por leyes exclusivas ni tribunales especiales; a no ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles y posesiones sin mandamiento judicial que funde y motive la causa legal del procedimiento; a que ninguna detención exceda el término de tres días, sin que se justifique con un auto de formal prisión; a que la persecución de delitos incumba en exclusiva al Ministerio Público y a la policía judicial. ¿Por qué entonces los retenes y la pretensión de convertir en un estado policiaco el estado de derecho hoy tan vulnerado? ¿Para eso querían el voto ciudadano, para eso la campaña sucia de las elecciones aterrando a los ciudadanos con el voto del miedo? ¿Para ofrecer un viaje al pasado y más terror?

Si los panistas Rosales Castellanos, Flores Ledesma y Pérez Plazola consideran meter reversa en la desacertada e impopular iniciativa (La Jornada Jalisco, 24 de enero 2007, pág. 6), es lo mínimo deseable por decoro y prudencia.

No estamos en un sistema como el sueco en el que el ciudadano puede confiar en la policía y en los tribunales, nuestra realidad en ese renglón exige transformaciones elementales y a fondo, antes de plantearse fugas al pasado como la desproporcionada, desacertada y desmemoriada iniciativa de la policía secreta. No está el panismo para desperdiciar su menguado prestigio en experimentos de probado pavor e ineficacia. No es así como van a lograr la ansiada legitimidad de la que carecen. La inconformidad y la indignación ciudadana no está como para esas provocaciones, es necesario que le dejen de hacer al aprendiz de brujo convocando tempestades, porque las condiciones que hace décadas hicieron posible ese engendro de policía, no son las de ahora y el horno, para decirlo coloquialmente, no está para bollos. Un poco se sensatez y prudencia señores panistas. ¿Será mucho pedir?

Nota: Los familiares del joven Néstor Alan Rodríguez, están convocando a una manifestación ciudadana a favor de la aplicación imparcial de justicia, este viernes 26 a las 12 horas, en Vallarta y Díaz de León. Sitio en el que se cruzó con el juniorismo y la muerte. http://justiciaparanestoralan.blogspot.com/

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