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lunes, enero 29, 2007

Opinión - Jorge Gómez Naredo

El Occidental 28/01/2007

Fracaso tras fracaso: la diplomacia en tiempos del PAN

Jorge Gómez Naredo

Cuando Vicente Fox llegó a la presidencia de la República en 2000, pocas personas se imaginaron que, en seis años, el guanajuatense le daría un despiadado golpe a la diplomacia mexicana. Con declaraciones lamentables, intervención en asuntos internos de otros países y altercados deplorables con gobiernos progresistas, el panista hizo jirones las buenas relaciones que México tenía con el resto del mundo. No solamente se plegó irrestrictamente a los intereses de los Estados Unidos, sino que también se enemistó con la mayoría de los estados del sur, con los hermanos de América Latina. En sólo seis años Vicente Fox echó por la borda lo que había tardado en construirse décadas.

Felipe Calderón, durante su campaña electoral, no se deslindó de los desvaríos foxistas, por el contrario, los secundó. En cuanto foro pudo, injurió a los gobiernos democráticamente electos (lástima que Calderón ahora no pueda decir lo mismo de su gobierno) de Bolivia y Venezuela; tildó al presidente Hugo Chávez de populista y a Evo Morales –con actitud racista y discriminadora– lo caracterizó como “anclado en el pasado”. Nada bueno podía esperarse de la diplomacia mexicana si Calderón llegaba a la presidencia y, para mal de los mexicanos, la usurpó a través de un fraude y de una campaña sucia e irresponsable. ¿Cuáles son los saldos, hasta ahora, de la “diplomacia” mexicana bajo el yugo de Felipe Calderón? Ninguno bueno.

En la campaña mediática para lograr legitimarse a través de una supuesta guerra frontal al narcotráfico, Felipe Calderón ha incluido la extradición de varios capos de la mafia mexicana a Estados Unidos. Esta medida, que ha sido celebrada por el gobierno del vecino país del norte, solamente demuestra la incapacidad de los mexicanos para contener a los líderes de los cárteles del narcotráfico, es decir, se reconoce que las instituciones de justicia y correccionales no sirven, no funcionan y que es mejor enviar a los delincuentes a otros países donde sí los puedan controlar. Entonces, ¿dónde quedó el “fortalecimiento de las instituciones” tan ensalzado por los panistas? ¿Dónde el compromiso para establecer el tan mentado “estado de derecho”? Además, con las extradiciones, México se pliega, nuevamente, a los designios de Estados Unidos, olvidando que es un país soberano y, por ende, independiente del imperio del norte. Pero estas razones no son tomadas en cuenta por los panistas, siempre prestos a arrodillarse ante el imperio y abandonar, con sus acciones, la soberanía nacional.

Esta política de plegarse a los Estados Unidos está acompañada de una compleja e inexplicable ira hacia todo gobierno progresista. Felipe Calderón ha continuado con la belicosidad hacia gobiernos de izquierda en América Latina: en lugar de estrechar lazos con nuestros hermanos, el gobierno panista se ha distanciado y enemistado con ellos. Ahora Felipe Calderón, en cuanto foro internacional visita, hace declaraciones toscas y provoca (¡como si hiciera falta!) más conflictos. El viernes pasado, en el Foro Económico de Davos, Suiza (conciliábulo donde los dueños del dinero dicen a los Estados qué deben y no hacer) Calderón aseveró que México era un paraíso para invertir, pues había “seguridad jurídica” y una economía moderna, no “del pasado” ni “cerrada” como la de otros países donde “las acciones del Estado afectan a las inversiones, como en Argentina, Bolivia, Venezuela y otros”. Estas declaraciones son una afrenta a la soberanía de otros Estados y más cuando se mencionan en un foro internacional. Una verdadera ofensa que fue dignamente rechazada por Luiz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil.

Los panistas en el gobierno tienen una visión obtusa y cerrada de la política exterior. No entienden que las relaciones con los países de América Latina son fundamentales para resistir a las presiones y deseos de los Estados Unidos. Entre mayor unidad exista en el sur, el norte tendrá más miedo y serán menores sus impulsos imperiales. Pero ni Fox ni Calderón lo comprendieron, o quizá sí, pero no tuvieron la habilidad ni la inteligencia para mitigar las relaciones infinitamente desiguales con el poderoso país del norte. Lástima de “líderes” blanquiazules, que además de fraudulentos, corruptos y torturadores, resultaron ineptos y pusilánimes.

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