El Presidente y los choques
Publico - 11/12/06
Los discursos reiterados de Felipe Calderón sobre la justicia y la aplicación de la ley, son, en el mejor de los casos, sólo buenos deseos que se esfuman cuando tocan la realidad.
No es problema de él. Las mejores intenciones que presidentes de la república, gobernadores, alcaldes, magistrados y diputados tengan o hayan tenido sobre el tema de la justicia y la ley se estrellan siempre con la cultura de corrupción. México y Bolivia son, según el más reciente informe de Transparencia Internacional, los países más corruptos de América.
Es una cultura que nos escandaliza en el discurso público, pero que la mayoría aplaude en lo privado. Se aprende desde el jardín de niños y se incorpora acríticamente a lo largo de la vida. Lo mismo para conseguir ilegítimamente un justificante médico que para pasar un cargamento de cocaína. La corrupción está tan arraigada en la cultura que la sociedad no sólo no la repudia, sino que la aplaude. Ser “chueco” en México es sinónimo de ser “listo”. Fulano es “bien listo” porque pasó el examen sin estudiar. Perengano es “bien listo” porque incrementó sus ganancias evadiendo impuestos. El licenciado es excelente porque ganó el juicio sin tener la razón. Aquí padece más quien quiere cumplir la ley que quienes viven al margen de ella. Los premios son siempre para los incumplidos. No hay corrupto arrepentido. Sacerdotes con muchos años de confesores confirman que no hay quien se confiese por haber hecho “transas”.
Por eso cualquiera que ande en coche sabe que si se ve involucrado en un choque, las autoridades le darán la razón no al que la tenga, sino al que dé primero la mordida, al que la dé más sustanciosa, al que tenga al abogado más marrullero o al que sea más influyente.
Mónica Licea y Néstor Rodríguez perdieron a su hijo en un choque. Denuncian una serie de irregularidades en el proceso y las atribuyen al “influyentismo”, pues uno de los jóvenes involucrados es hijo del ex director de Comunicación Social del gobierno del estado.
Es en la realidad cotidiana, en los choques por ejemplo, y no en los discursos de presidentes y magistrados, donde se ve el verdadero rostro de la justicia mexicana. Por eso los discursos de Calderón sobre la aplicación de la ley, son, en el mejor de los casos, buenas intenciones que se esfuman al tocar la realidad.
juancanu@hotmail.com / jcnuñez@milenio.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario