Publicado en El Occidental, 6/05/07
El presidente del “empleo” y los trabajadores
Jorge Gómez Naredo
Felipe Calderón no asistió a las muchas celebraciones habidas el 1° de mayo en honor al trabajo y a los trabajadores. En ningún foro obrero se le vio, ni siquiera entre los líderes charros que se han adaptado, con gran facilidad, a los nuevos tiempos, es decir, al gobierno panista en el poder. En la mayoría de las ciudades del país, cientos de miles de personas salieron a las calles para protestar en contra de las desfavorables condiciones de vida que tiene la clase obrera. Como es lógico, fue en el Distrito Federal donde marcharon y alzaron la voz el mayor número de trabajadores; en entidades como Jalisco, prototípica de la falta de ánimo y de la indeferencia, también hubo manifestaciones.
El PAN está más cerca de los empresarios que de los obreros. Es más, quienes ayudaron con gran ahínco al supuesto triunfo de Calderón no fueron los millones de votos de los trabajadores, sino el dinero a borbotones que invirtieron varios monopolios en la campaña del michoacano. La lejanía entre el poder ejecutivo y los estratos sociales fabriles es amplia, pues no se comparte la experiencia de vida, el trabajo ni las perspectivas ideológicas. Al panismo encumbrado en la presidencia le interesa más el bienestar de los grandes empresarios que la supervivencia de los trabajadores, aunque ello no impida que, de vez en cuando, en algún discurso perdido, Calderón se ponga del lado de los débiles y guiñe el ojo a los líderes sindicales charros.
La cuestión de fondo no es la participación de Calderón en una celebración que, desde siempre, debió ser para y por los trabajadores. Lo verdaderamente importante es la falta de sensibilidad de parte del poder ejecutivo para comprender las necesidades de millones de personas que, con un sueldo insuficiente, tratan de sobrevivir.
México es uno de los países más injustos del mundo. Ejemplos hay muchos: Carlos Slim Helú, el segundo hombre más rico del mundo según la revista Forbes, tiene una fortuna calculada 53 mil 100 millones de dólares, una cantidad inimaginable para cualquier persona. Mientras este personaje acrecienta sus caudales pecuniarios día a día, el salario mínimo por una jornada de ocho horas se ubica en 50 pesos, es decir, en un año, un individuo que gane el salario mínimo, logrará juntar la cantidad de 18,000 pesos, una verdadera bicoca para el hombre más rico de México y una suma de dinero que, por ejemplo, el gobernador de Jalisco se gastaría en una comida con algunos diputados o con sus secretarios para, se supone, “trabajar por el bien del Estado”.
Calderón se autonombró el “presidente del empleo”, pero en estos primeros meses de su caótica gestión no ha generado puestos de trabajo y ha mostrado, en los hechos, su desprecio a las condiciones de vida de millones de trabajadores. La desigualdad económica entre los mexicanos se ha incrementado y ello no parece importarle al poder ejecutivo, que trata de resguardar los intereses de los grandes empresarios que apoyaron el fraude electoral.
El movimiento obrero, sin embargo, está secuestrado por líderes charros a los cuales no les interesa el sentir de los trabajadores, sino quedar bien con el patrón y ellos mismos aprovecharse de su puesto. ¿Alguien podría, por ejemplo, considerar a Elba Esther Gordillo como una intachable lideresa sindical? Nadie. Esta situación hace difícil la lucha en contra de las reformas nocivas para el bienestar de los trabajadores.
El alejamiento del gobierno federal de la realidad mexicana se observa en todo momento y le hace daño al país. Recordemos que una de las riquezas de cualquier nación es su fuerza de trabajo, pero si se le trata con desprecio, sin importar su educación (obreros bien cualificados) y su bienestar, ¿hacia dónde vamos? Esa es la pregunta que muchos nos hacemos, ¿hacia dónde nos dirige este gobierno que no parece tener rumbo? ¿Hacia dónde?
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