Rolando Cordera Campos
La gran transformación prometida por los revolucionarios neoliberales de finales del siglo pasado quedó en ensayo frustrado y los errores avasallan las exégesis que se vuelven apologías lamentables. Así en la economía, sumida de nuevo en una recesión pronunciada que no pidió permiso, como por desgracia también en la política, en la que los acuerdos de fondo hacen mutis y lo que queda es el chalaneo entre la profesora y el Presidente, la compra y venta de protección de gobernadores y legisladores priístas, y en medio de todo el pozo sin fondo de una guerra sin fin que puede dar al traste con lo que nos quede.
Diagnóstico apresurado e impresionista, pero anclado en los datos del momento y en las tendencias profundas que dejan poca duda. Reforzado, además, por este nefasto ejercicio de diaria exposición de sus vergüenzas a que se dan funcionarios, políticos y ex políticos, hasta llegar al espectáculo de abierta impotencia que nos ha ofrecido el consejero Ugalde en La Jornada de este viernes.
Es probable que los estrategas del presidente Calderón supongan que la economía irá por su lado, sin contaminar ni contaminarse con el resto de las esferas de la vida pública. Que la recesión será corta y que la salvación externa no tardará en llegar, bajo la forma de otro auge americano sin dar oportunidad para que los caminos de la desigualdad, la pobreza y la criminalidad se crucen con los destartalados atajos de una economía pasmada. Pero la realidad más bien apunta en la dirección de una encrucijada envenenada por la violencia y enraizada en el círculo hipnótico del encono y la devastación regional y el desprestigio local del Ejército, hasta ahora la institución estatal más respetada... y temida.
Las grandes iniciativas globalizadoras son ahora inercias y fardos. De aquella puntada de que la política industrial era la no política industrial que acuñaron a dos voces el secretario Serra y el secretario Zedillo, pasamos hoy a la rendición resignada que sólo pide agua bendita aunque venga de Tokio. Véase si no:
"Japón espera que México desarrolle proveedores para surtir las necesidades de las industrias niponas, pero la Secretaría de Economía y el Consejo Mexicano de Comercio Exterior insisten en que Japón traiga sus propios proveedores. Necesitamos un círculo virtuoso en que las empresas japonesas inviertan y las pequeñas y medianas empresas mexicanas abastezcan", señaló Masayuki Kawashima, director general de Jetro México... Sin embargo, como parte de su proyecto sexenal la Secretaría de Economía espera que la inversión japonesa llegue a nuestro país con su propia cadena de soporte", consignó Manuel Lombera en El Universal el pasado 5 de mayo. Por su parte, el embajador japonés se limitó a consignar: "Para invitar a la inversión japonesa necesitamos un ambiente favorable. Aquí falta el desarrollo de la industria de soporte". No comments, o como se diga en la lengua de Mishima.
En esta circunstancia y sus perspectivas escalofriantes no se puede esperar sino que la política formal apriete el paso y que los partidos y sus legisladores se apresten a desempeñar nuevas jornadas constitucionales de las que emerja no un Estado súbitamente reformado sino la voluntad colectiva necesaria para forjar formas nuevas de cooperación social y capear el temporal que amenaza convertirse en tsunami sin pasar por los censores. El ancla tendrán que ser el verbo y el discurso que pueda tejerse a paso veloz, pero tal vez, y sobre todo al principio, deba descansar en un poder recién salido del túnel autoritario y servil del pasado y que está a punto de someterse a una de sus primeras pruebas de ácido: la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
De lo que pase o no pase en el caso de las leyes de radio y televisión y de telecomunicaciones depende en gran medida no la estabilidad de las relaciones entre el Estado y los grupos de poder concentrado domiciliados en las corporaciones mediáticas, sino la credibilidad popular y social en general en un sistema cuyo eje tiene que ser el derecho y la ley, validados todos los días por la manera de entenderlo, interpretarlo, aplicarla. Sin confianza en estas instituciones y en los organismos encargados de darles realidad política y social y actualidad, la "trampa del crecimiento" de la que con tanta claridad ha escrito este viernes en El Universal Rogelio Ramírez de la O puede tornarse hoyo negro y tragedia del desarrollo, que engulla sin clemencia lo poco o lo mucho que hemos podido inventar para dejar atrás el México invertebrado heredado de la Colonia y que con tanta enjundia y valor enfrentaron y medio derrotaron los liberales de don Benito. No hay Benitos ni Lázaros a la vista, y la tarea tendrá que ser colectiva y de medianías, con talentos oxidados y gastados, pero esperemos que todavía capaces de hacer de la adversidad palanca de resistencia y salto. Veremos.
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