La Feria
Las palabras del Papa reflejan indiferencia ante los pobres
Hugo Chávez exige una disculpa a Benedicto XVI
La Conquista constituyó “un verdadero genocidio”
Jornada Jalisco
Tenía que suceder. Evo Morales, el presidente indígena de Bolivia, y Hugo Chávez, el mandatario venezolano descendiente de indígenas, le brincaron al Papa Benedicto XVI para exigirle que se disculpe por el discurso con el que inauguró la quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, sustentado el pasado 13 de mayo en Brasil, en el que afirmó que el arribo del cristianismo a América Latina “no fue una imposición de una cultura extraña” para las culturas precolombinas; al contrario, gracias a la evangelización conocieron al “Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas”.
En su discurso, el Papa no hizo ninguna alusión a la violencia ejercida por los conquistadores ni tampoco a la imposición, el saqueo y la explotación sostenida a lo largo de los tres siglos de la Colonia. Como un elemento adicional de enfrentamiento, en su misma intervención hizo advertencias sobre el surgimiento de “gobiernos autoritarios” en la región, y aunque no mencionó a qué países se refería, quedó claro que lanzaba la piedra contra los gobiernos de inclinación socialista, tales como los de Hugo Chávez, Evo Morales y, de paso, con menor rigor, contra los de Néstor Kirchner, de Argentina, y Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil.
Evo Morales protestó casi de inmediato: “la Iglesia debe decir si va a rezar o hacer política”. Poco después, altos funcionarios de su gobierno sustentaron y defendieron la postura del líder aymara boliviano. Tampoco Hugo Chávez se quedó callado. El viernes anterior por la noche tronó contra el Papa y le exigió una disculpa: “como jefe de Estado, ruego a Su Santidad que ofrezca disculpas a los pueblos de nuestra América. Creo que es lo correcto. ¿Cómo va a decir que vinieron –cuando vinieron con arcabuces– a evangelizar sin ningún tipo de imposición?”. Y agregó que con la conquista de América “ocurrió algo mucho más grave que el holocausto en la Segunda Guerra Mundial, y nadie puede negarlo, ni Su Santidad puede negar el holocausto aborigen en esta tierra”.
La interpretación papal despertó reacciones
En los días siguientes, la visión que Benedicto XVI difundió sobre la Conquista provocó numerosos cuestionamientos de parte de estudiosos y especialistas que pusieron de manifiesto la crueldad de los españoles, el sometimiento de las culturas indígenas y el elevado número de muertes causadas por la imposición de la cultura europea sobre las tradiciones latinoamericanas.
Entre muchos otros, Roberto Olivares, presidente de una importante ONG brasileña, calificó como “ridículas” las declaraciones del Papa y afirmó que la Conquista “fue trágica para los pueblos indígenas de todo el continente; fue un genocidio impresionante, escudado con la bandera de la evangelización”. Para el historiador brasileño Waldir Rampinelli, el Papa “debería leer a Bartolomé de las Casas”, quien da noticia de la crueldad y el salvajismo ejercido contra los pueblos aborígenes; para Gesinaldo Sateré, coordinador de organizaciones indígenas de la Amazonia, “la historia demuestra que la evangelización fue sólo una estrategia de la colonización que diezmó a los pueblos indígenas”.
En ese contexto, ¿cómo entender la visión del líder de la comunidad religiosa más numerosa del mundo? No es difícil saberlo. En el mismo discurso explica la actitud que debe tener la Iglesia católica en América Latina. Aunque reconoce que “siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales”, niega que la Iglesia deba defenderlos. Es decir, reconoce que aumenta el número de gente que no tiene para comer pero, según vemos, en esta forma están siendo probados. Con esta particular forma de percibir el fenómeno de la marginación, el Papa suprime los rasgos de explotación social y remite la miseria al mundo de las pruebas, una especie de exámenes sobrenaturales, que envía Dios (?) a los seres humanos para ver si merecen el cielo. Con ello, naturalmente, justifica el neoliberalismo y llama a los católicos a aceptar las pruebas.
La Iglesia debe mantenerse al margen, afirma el pontífice
Benedicto XVI definió también qué es lo que debe hacer la Iglesia ante la injusticia del sistema, ante el crecimiento de la miseria, ante la gente que no tiene los recursos suficientes para comer, ante la gente que es sometida por los poderosos, ante la gente que es desposeída de sus derechos humanos, ante los grupos étnicos que han sido despojados de sus recursos y propiedades. Explica en su discurso el Papa: “este trabajo político no es competencia inmediata de la Iglesia. El respeto de una sana laicidad –incluso con la pluralidad de las posiciones políticas– es esencial en la tradición cristiana auténtica”. Es decir, a la Iglesia no le compete proteger, defender, ayudar a los desvalidos, como lo indicó, en su momento, Jesús, el Cristo.
Y es que el pontífice romano tiene para ello la siguiente explicación: “si la Iglesia comenzara a transformarse directamente en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, sino que haría menos, porque perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables. La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres, precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido”. Naturalmente, en este argumento hay una mezcla de figuras retóricas que tienen como objetivo justificar el alejamiento de la Iglesia, de las causas sociales. Menciona, por ejemplo, los “intereses de partido”, que nada tienen que ver con el contexto de su discurso e implícitamente llama a mantener la calma ante la prueba de la miseria.
Lejos estamos de aquel ordenamiento de Jesús que llama a dar de beber al sediento y dar de comer al hambriento. Y eso es todo por ahora, nos leemos mañana, pero en esta misma Feria.
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