Arnoldo Kraus
En las calles, en las comunidades, y en buena parte del mundo, la intolerancia ha ganado la batalla a la tolerancia. La primera no requiere ni razones ni argumentos sólidos para existir. Se da sin que tengan que menguar ideas inteligentes para justificarla o escritos para validar su ejercicio. Se da sin que sea menester acudir a la lógica o a las aulas universitarias para "sacarla a la calle". Esa es la suerte de las personas intolerantes: sus actos no requieren explicación. No hay conciencia del hecho ni culpa por lo que resulte de éste. Aunque haya muertos, tampoco suele haber castigo por la acción; en ocasiones, incluso, se premia. La inconsciencia del evento elimina la idea del Purgatorio. La intolerancia es un acto de fe. Quien tiene fe no indaga en los motivos de la razón.
La tolerancia es un fenómeno más complejo. Se requiere contar con elementos suficientes y bien entendidos -culturales, religiosos, sociales y/o económicos- para ejercerla. Es menester dialogar y comprender. La tolerancia es un modo de ser: cuando se practica redunda en provecho del individuo y de la comunidad, ya que disminuye las confrontaciones y permite el progreso. La tolerancia debería ser, aunque lamentablemente no lo es, fruto del conocimiento y germen de todo lo que conforma la civilización. Comprender las razones de los otros, aunque éstas no concuerden con las propias, es sinónimo de aceptación. La tolerancia tiene límites; tolerar no implica aceptar sucesos que finalicen en hechos nocivos para la sociedad. La tolerancia es un movimiento que suma lógica y razón.
En el ejercicio de la cotidianidad y en el campo de la realidad, cuando se confrontan ideas tolerantes contra intolerantes suelen imperar las segundas. Las primeras requieren razones, estudio y explicaciones. A las segundas les basta cumplir con su leitmotiv. En el mundo culto y en el inculto prima la intolerancia. La inconsciencia es su casa. Buenas preguntas son las siguientes: ¿los modelos que rigen la sociedad han fracasado porque ha prevalecido la intolerancia?, o, más bien, ¿ha triunfado la intolerancia por la insanidad de la sociedad?
Ni la religión ni la escuela tradicional ni la familia ni la democracia ni la ética, ni todo lo relacionado con el conocimiento han sido suficientes para imponer su lógica y su orden. A pesar de que "todas" las personas interesadas por el bienestar del mundo desean que sea la tolerancia la que rija las actitudes del ser humano y de la sociedad, la batalla ha sido ganada por la intolerancia, quizás, como ya dije, porque no requiere preguntar antes de llevar a cabo sus acciones y porque no tiene que confrontar ni responder después de haberse ejercido. Muchas de las atrocidades que ahora se viven son consecuencia de la intolerancia. Bueno sería hurgar en las causas por las cuales la humanidad intolerante ha triunfado sobre la humanidad tolerante.
Hace algunos días leí en el periódico El País (6/5/07) un artículo intitulado "La lógica de la tolerancia", del poeta sueco Lars Gustafsson, en el cual sugiere dos axiomas que intentan explicar las razones de la tolerancia, a saber:
- La tolerancia de la intolerancia produce intolerancia.
- La intolerancia de la intolerancia produce tolerancia.
Los axiomas de Gustafsson son inteligentes. Coincido con el primero, no con el segundo. Mi lectura de sus ideas se rodea y se nutre del escepticismo. Según el primer escenario, aceptar la intolerancia por medio de la tolerancia deviene intolerancia. La propuesta del segundo axioma es interesante, pero poco factible: la espiral de la intolerancia es un fenómeno in crescendo, donde las fauces de quienes la ejercen nunca se sacian y no produce tolerancia, sino todo lo contrario: la intolerancia de la intolerancia genera más intolerancia.
Por razones claras para él -así lo imagino-, Gustafsson no escribió un tercer axioma:
- La intolerancia de la tolerancia incrementa la intolerancia.
La última idea es obvia: los intolerantes se nutren de sus víctimas y se alimentan de todo lo que consideran distinto de su ideario.
Así como se hablaba tiempo atrás del fantasma del comunismo y se habla hoy día de racismo y de bushismo, es imprescindible cavilar acerca de la intolerancia, La tolerancia "bien entendida" -tiene límites- es una escuela que puede dignificar la condición humana. La ética laica y la tolerancia deberían enseñarse desde primaria para mejorar la situación actual del mapamundi. El problema no es si la idea es buena o mala. El embrollo es llevarla a cabo en un tiempo y en un mundo donde la moral, la razón y la lógica pierden, día a día, la batalla contra las sinrazones que sustentan la intolerancia.
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