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lunes, junio 29, 2009

Exagera Calderón: Obispo


Antonio González Sánchez


Lun, 29 Jun 2009 01:12:00

Angel Nakamura López

El diario de Ciudad Victoria

Como exageradas y fuera de contexto consideró el obispo de la Diócesis de Victoria, Antonio González Sánchez, las palabras del presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, en el sentido de que los jóvenes que son adictos a las drogas lo son porque no creen en Dios.

Previo a oficiar la misa del cierre del “Año Paulino”, la celebración más importante de la Iglesia Católica en el estadio
“Marte R. Gómez”, el líder religioso mencionó lo siguiente respecto a las palabras del titular del Poder Ejecutivo federal:

“Desde mi punto de vista, lo dicho por el presidente Calderón son opiniones un poco exageradas, yo he dicho que Dios es la fuente de todo bien, pero puede haber jóvenes que no creen en Dios, sin embargo tienen sus valores propios y su dirección”.

“No creo que todos los jóvenes que caen en las drogas, sea porque están alejados de Dios, hay personas que dicen creer en la palabra del Señor pero son adictos de estupefacientes”, abundó.

Y es que según Felipe Calderón Hinojosa, la falta de “asideros trascendentes” como es que los jóvenes “no creen en Dios porque no lo conocen”, es caldo de cultivo para las adicciones.

Con respecto al llamado de la Arquidiócesis de México, para que los narcotraficantes y delincuentes se conviertan a la fe cristiana para que dejen de dañar irreparablemente a la sociedad, Antonio González Sánchez consideró que “esto pudiera ser posible, siempre y cuando todos los integrantes de la sociedad también se comprometan con la sociedad”.

“Yo creo que aquí, obviamente cada quién tiene su concepto de Dios, lo que importa es que cada persona esté consciente de que está llamada para construir una mejor sociedad, donde haya justicia, paz y amor, hay que entender eso.

Todas las demás personas que brincan estos valores naturales, ahí está el problema, toda persona puede cambiar su rumbo, hay gente que estuvo extraviada a nivel familiar, económico, sentimental, pero hay una luz en el camino que las hace rectificar su vida”, puntualizó el Obispo de la Diócesis de Victoria”.

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2009::

viernes, enero 16, 2009

Calderón pisotea la laicidad del Estado mexicano. Discurso inaugural en el Encuentro Mundial de las Familias

Avaló los fundamentalismos religiosos a los que se aferran con tanta vehemencia la jerarquía católica. Lució como todo un presidente decimonónico.

Lorena Aguilar Aguilar | Para Kaos en la Red | Hoy 5:46 | 44 lecturas
www.kaosenlared.net/noticia/calderon-pisotea-laicidad-estado-mexicano-discurso-inaugural-encuentro

Lorena Aguilar Aguilar

Tal pareciera que hemos retrocedido poco más de 150 años en el tiempo. El discurso pronunciado por el Presidente Felipe Calderón en el marco de la inauguración del Encuentro Mundial de las Familias, evento organizado por la Iglesia Católica, dio muestra de ello al referirse al sistema de valores y principios de dicha institución como universales e inamovibles.

El presidente de México ignoró los siglos de lucha y la sangre vertida por cientos de mexicanos que dieron su vida por hacer de este país una nación laica, donde el libre pensamiento, la tolerancia y la pluralidad deberían unos de los principales pilares para el desarrollo de la nación mexicana.

Durante su discurso, el cual inició vanagloriándose de haber sido educado en instituciones católicas, el que se supone que es representante de todos los mexicanos, no solamente de los que profesan determinada religión, enalteció el modelo único de familia promulgado por la jerarquía católica - tal como se hacía durante la época colonial y la primera mitadel siglo XIX cuando la Constitución avalaba al catolicismo como religión de Estado -haciendoa un lado a los diversos modelos familiares que conforman a la sociedad mexicana.

Felipe Calderón saludó a los asistentes dándoles la bienvenida “…a la tierra de Maria Guadalupe y San Juan Diego, también de los mártires de la persecución…” (La Jornada, 15 de enero de 2009), como si México fuese un país solamente de católicos, ignoró con esto a los miembros de cualquier otro tipo de credo o a los que simplemente, por la razón que fuere, no profesan ninguna religión; lució como todo un presidente decimonónico.

Con esto avaló los fundamentalismos religiosos a los que se aferran con tanta vehemencia la jerarquía católica, es decir, la negativa a reconocer el derecho que tienen las mujeres a decidir sobre su cuerpo y su reproducción, la absurda condena a que las parejas homosexuales manifiesten libremente su amor y que el Estado le otorgue a sus uniones la misma protección como si se tratase de una pareja heterosexual, pero sobre todo desacreditando a aquellas parejas que por diversos motivos se vieron en la necesidad de disolver sus uniones legales, y que por lo tanto sus hogares están conformado sólo por la madre o el padre y los hijos, o familias conformadas por parejas y los hijos que ambos tuvieron en matrimonios anteriores.

No existe un modelo único y universal de familia, el mismo respeto y protección merecen las uniones de personas del mismo sexo que las parejas heterosexuales; una familia conformada por el padre y la madre y los hijos de ambos, no debe considerarse superior ni mejor que las familias unipaternales; tal como pretende la jerarquía católica y el Presidente Calderón.

Sin embargo esto no fue todo, rayando en los extremos de lo absurdo, se atrevió a afirmar que estos son los principales factores de descomposición social en el país, del crecimiento del crimen organizado y cuanto mal pudiese llegar a existir en el país; negando así su propia responsabilidad y la de la clase política en general.

Los divorcios, las uniones homosexuales, la anticoncepción y la despenalización del aborto no son elementos destructivos para la sociedad, tal como afirma la Iglesia Católica y la ultra derecha en el poder, en cambio si lo son las políticas neoliberales que hace varios sexenios vienen implementándose en el país y que han ido recrudeciéndose y han dejado en total abandono a las clases populares;obligando a los miembros de muchas familias a migrar porque en este país han visto agotadas las posibilidades de encontrar una manera digna de vivir y a otros tantos los arrojan a engrosar las filas de la delincuencia, estos son los verdaderos factores de descomposición social.

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2008::

miércoles, mayo 23, 2007

La imposibilidad de la tolerancia

Arnoldo Kraus

En las calles, en las comunidades, y en buena parte del mundo, la intolerancia ha ganado la batalla a la tolerancia. La primera no requiere ni razones ni argumentos sólidos para existir. Se da sin que tengan que menguar ideas inteligentes para justificarla o escritos para validar su ejercicio. Se da sin que sea menester acudir a la lógica o a las aulas universitarias para "sacarla a la calle". Esa es la suerte de las personas intolerantes: sus actos no requieren explicación. No hay conciencia del hecho ni culpa por lo que resulte de éste. Aunque haya muertos, tampoco suele haber castigo por la acción; en ocasiones, incluso, se premia. La inconsciencia del evento elimina la idea del Purgatorio. La intolerancia es un acto de fe. Quien tiene fe no indaga en los motivos de la razón.

La tolerancia es un fenómeno más complejo. Se requiere contar con elementos suficientes y bien entendidos -culturales, religiosos, sociales y/o económicos- para ejercerla. Es menester dialogar y comprender. La tolerancia es un modo de ser: cuando se practica redunda en provecho del individuo y de la comunidad, ya que disminuye las confrontaciones y permite el progreso. La tolerancia debería ser, aunque lamentablemente no lo es, fruto del conocimiento y germen de todo lo que conforma la civilización. Comprender las razones de los otros, aunque éstas no concuerden con las propias, es sinónimo de aceptación. La tolerancia tiene límites; tolerar no implica aceptar sucesos que finalicen en hechos nocivos para la sociedad. La tolerancia es un movimiento que suma lógica y razón.

En el ejercicio de la cotidianidad y en el campo de la realidad, cuando se confrontan ideas tolerantes contra intolerantes suelen imperar las segundas. Las primeras requieren razones, estudio y explicaciones. A las segundas les basta cumplir con su leitmotiv. En el mundo culto y en el inculto prima la intolerancia. La inconsciencia es su casa. Buenas preguntas son las siguientes: ¿los modelos que rigen la sociedad han fracasado porque ha prevalecido la intolerancia?, o, más bien, ¿ha triunfado la intolerancia por la insanidad de la sociedad?

Ni la religión ni la escuela tradicional ni la familia ni la democracia ni la ética, ni todo lo relacionado con el conocimiento han sido suficientes para imponer su lógica y su orden. A pesar de que "todas" las personas interesadas por el bienestar del mundo desean que sea la tolerancia la que rija las actitudes del ser humano y de la sociedad, la batalla ha sido ganada por la intolerancia, quizás, como ya dije, porque no requiere preguntar antes de llevar a cabo sus acciones y porque no tiene que confrontar ni responder después de haberse ejercido. Muchas de las atrocidades que ahora se viven son consecuencia de la intolerancia. Bueno sería hurgar en las causas por las cuales la humanidad intolerante ha triunfado sobre la humanidad tolerante.

Hace algunos días leí en el periódico El País (6/5/07) un artículo intitulado "La lógica de la tolerancia", del poeta sueco Lars Gustafsson, en el cual sugiere dos axiomas que intentan explicar las razones de la tolerancia, a saber:

- La tolerancia de la intolerancia produce intolerancia.

- La intolerancia de la intolerancia produce tolerancia.

Los axiomas de Gustafsson son inteligentes. Coincido con el primero, no con el segundo. Mi lectura de sus ideas se rodea y se nutre del escepticismo. Según el primer escenario, aceptar la intolerancia por medio de la tolerancia deviene intolerancia. La propuesta del segundo axioma es interesante, pero poco factible: la espiral de la intolerancia es un fenómeno in crescendo, donde las fauces de quienes la ejercen nunca se sacian y no produce tolerancia, sino todo lo contrario: la intolerancia de la intolerancia genera más intolerancia.

Por razones claras para él -así lo imagino-, Gustafsson no escribió un tercer axioma:

- La intolerancia de la tolerancia incrementa la intolerancia.

La última idea es obvia: los intolerantes se nutren de sus víctimas y se alimentan de todo lo que consideran distinto de su ideario.

Así como se hablaba tiempo atrás del fantasma del comunismo y se habla hoy día de racismo y de bushismo, es imprescindible cavilar acerca de la intolerancia, La tolerancia "bien entendida" -tiene límites- es una escuela que puede dignificar la condición humana. La ética laica y la tolerancia deberían enseñarse desde primaria para mejorar la situación actual del mapamundi. El problema no es si la idea es buena o mala. El embrollo es llevarla a cabo en un tiempo y en un mundo donde la moral, la razón y la lógica pierden, día a día, la batalla contra las sinrazones que sustentan la intolerancia.

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