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sábado, mayo 19, 2007

Opinión - Jaime Avilés

Desfiladero

¿Por qué Aspe?

Ebrard contrató al ex secretario de Hacienda

Con Salinas saqueó las empresas públicas

Más de 700 mil afiliados al gobierno de AMLO

La Jornada

Un lector indignado envió la siguiente carta: "Con gran interés leo su columna publicada en el diario La Jornada en la edición del sábado 12 de mayo, y veo con sorpresa este párrafo. 'Por eso ha caído tan mal que en esta ciudad ejemplar, cuna del movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, la ultraderecha panista haya sido capaz de meter un caballo de Troya hasta la oficina más importante de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal'. Y quisiera comentarle, señor periodista, que la cuna del movimiento de Andrés Manuel no es el Distrito Federal sino mi estado, Tabasco, en donde el ex candidato perredista buscó dos veces ser gobernador. Por eso, leo con tristeza cómo se trata de tergiversar la información, a menos que los habitantes del Distrito Federal quieran adoptar a AMLO como suyo, pero les recuerdo que es de Tabasco. Su servidor desde hace 12 años se dedica al oficio del periodismo, desempeñándose como reportero, y siempre ha criticado cuando hay que hacerlo, y en esta ocasión, señor Avilés, tengo que hacerlo con su columna. Me despido esperando no haberle causado un malestar al desviar su atención. Jorge Ceballos".

Estimado colega: en 1987, cuando Cuauhtémoc Cárdenas fundó el Frente Democrático Nacional, López Obrador formó la parte correspondiente en Tabasco. Allí nació, en efecto, un movimiento que en 1988 y 1994 apoyó la candidatura de AMLO al gobierno estatal, pero no lo convirtió en figura política nacional, pese a la resonancia de los dos éxodos que en 1991 y 1995 protagonizó junto a miles de tabasqueños. El país no lo conocía cuando en 1996 bloqueó unos pozos de Pemex, merced a lo cual, empero, meses más tarde ganó de calle la presidencia del PRD. En los hechos, sólo a raíz de su éxito apabullante al frente del Gobierno del Distrito Federal (GDF), Vicente Fox lo puso en los cuernos de la luna al tratar de encarcelarlo para impedir que participara en los comicios de 2006.

Sin la combinación de esos factores, AMLO jamás habría reunido a más de un millón de personas, venidas de todos los estados de la República para la histórica manifestación del 24 de abril de 2005. Luego pasó lo que pasó y mañana, domingo 20 de mayo de 2007, Andrés Manuel cumplirá seis meses de haber tomado posesión como presidente legítimo. A esta columna le gustaría presentar un balance de sus logros durante ese periodo, pero la verdad es que su visita a los casi 2 mil 500 municipios del país arroja pocos datos alentadores: el movimiento que lo apoya no se ha desbalagado y la campaña de credencialización que desarrollan tanto él como los miembros de su gabinete ha afiliado ya a más de 700 mil personas, lo que no es poca cosa, porque estamos hablando de una cantidad importante de hombres y mujeres que por libre decisión se han tomado la foto para que ésta figure en un rectángulo de plástico debajo de las palabras "gobierno legítimo".

La meta es que cuando termine esa gira, a principios de 2009, haya al menos 5 millones de personas afiliadas, dijo el maestro Bernardo Bátiz durante la mesa redonda que el pasado lunes se efectuó en la Casa Lamm, con la destacada participación de Magdalena Gómez y el doctor Luis Javier Garrido, ante un gentío que desbordó el espacio destinado por ese centro cultural al público. Incrustado inexplicablemente entre esos distinguidos panelistas, el autor de esta columna sabatina señaló que pronto, en los días venideros, habrá que hacer otros balances. Uno, obligatorio, al que este espacio no le concederá una línea, será el relativo a los primeros seis meses del gobierno espurio, cuyos desastrosos errores han cubierto de sangre al país, golpeado con saña el bolsillo de los consumidores, destruido importantes conquistas laborales y cerrado más y más los caminos de la democracia, en lo que alguien ha descrito como la resurrección de Francisco Franco en México.

El otro balance, al que Desfiladero, en cambio, sí le quiere entrar, es el referido a los primeros seis meses de la administración de Marcelo Ebrard, en los que éste dio dos golpes muy espectaculares al expropiar terrenos que estaban en manos del hampa, uno en Tepito, otro en Iztapalapa. Con esto, el sucesor de Alejandro Encinas obtuvo el aplauso de los conservadores, quizá porque la medida había sido propuesta en 2003 por el PAN. En el otro lado de la moneda, Ebrard inauguró un programa social para garantizar que los niños que queden huérfanos puedan seguir estudiando hasta la universidad con una beca del GDF. Acciones como esas profundizan la línea trazada por López Obrador, que tuvo una simpática derivación en la idea de instalar playas artificiales en la ciudad de México, tales como las que desde hace años proporciona cada verano la alcaldía de París.

Por otra parte, Ebrard ha actuado con poca sensibilidad al retratarse como un mozalbete enamorado junto a su esposa, repitiendo usos y costumbres de la pareja presidencial, lo cual sugiere que o no tiene asesores de imagen o debe correrlos y conseguirse otros. Cuando un funcionario público no sabe lo que le cae mal a sus electores, las equivocaciones no sólo no se corrigen sino que aumentan y de repente se vuelven intolerables. Si el nombramiento de Rodolfo Félix Cárdenas levantó una ola de indignación porque el hombre, además de foxista, fue abogado de Ahumada (y ahora como procurador acaba de facilitar la excarcelación del ex empresario ex argentino), la reciente contratación de Pedro Aspe Armella, ex secretario de Hacienda de Carlos Salinas de Gortari como asesor de finanzas del GDF, ha encendido focos rojos de alarma.

Al hablar de esto el pasado lunes ante el público de la Casa Lamm, propuse que los que asistan a la manifestación del próximo uno de julio en el Zócalo, convocada por López Obrador para conmemorar el primer aniversario del fraude electoral, lleven radiografías viejas. Los chilangos ya nos desnudamos en ese lugar por razones artísticas porque no sólo no nos avergüenza mostrar nuestro cuerpo sino que nos alegra y enorgullece; es más, deberíamos hacerlo de nuevo, ahora para pedir la libertad inmediata de los líderes de Atenco, sentenciados a 67 años y medio de cárcel por haber bloqueado la carretera a Texcoco. Pero ante Marcelo Ebrard hay que exigir transparencia, porque no se está conduciendo con claridad y no sabemos si después de Aspe traerá a otros salinistas en activo.

En estos momentos, la radiografía simboliza la transparencia que requiere la política y la pesadumbre que embarga a los mexicanos debido al caos calderónico pero también a los seguidores de López Obrador por los tropiezos de Ebrard. Y como dijo Luis Javier Garrido en la Casa Lamm, "la sociedad tiene que volver a movilizarse con imaginación para luchar por sus derechos pero también para controlar a sus dirigentes". Así que, ya se sabe: hay que ponerse a buscar radiografías para el primero de julio. Y a propósito de otras cosas, quizá mucho más importantes en la vida, esta columna sabatina no contará el final de El violín. ¿Por qué habría de hacerlo?

jamastu@gmail.com

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