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lunes, marzo 05, 2007

“Vamos al centro”… de la barbarie.

Cuarta República
Germán Robles
05 de marzo de 2007


“Vamos al centro”… de la barbarie.

Una de cal por otra de arena, ha sido la constante de los últimos gobiernos tapatíos, en el fondo: la disputa de un jugoso botín, el centro histórico de la ciudad de Guadalajara. Polo exquisito para la comercialización cuya máxima tajada es para el gobierno municipal y que no permite competencia desleal, ni organilleros, ni el más mínimo trueque a salto de mata ambulante. Nada, no importando que pulule el desempleo, la desesperación económica y el hambre.

Y es que si Emilio y su equipo tuvieron la “sesuda” idea de hacer la “vía recreativa”; porque no, Alfonso Petersen iba a tener su parafernalia de “Vamos al centro”; programas que sirven de plataformas para dar una “buena cara” ante sus gobernados y apuntarse una estrellita más hacia la gubernatura del estado en turno. Bien, en principio los programas parecen ser encomiables pero electoreros, e hipócritas, pues el otro lado de la moneda es el fustigamiento y sojuzgación que sufren los comerciantes y artistas populares que cohabitan en el centro pero que no se ciñen a las políticas públicas o negocios culturales del ayuntamiento en turno. Es el “vamos al centro” contra todos los demás, contra el tianguis cultural, ambulantes. Las únicas expresiones públicas válidas son las que salen de los escritorios oficiales. Ellos que nos invitan al centro y nosotros que los mandamos al demonio.

Tales son los casos como el sonado desalojo de comerciantes ambulantes del centro el año pasado, a los cuales se les confinó a un corredor subterráneo, lóbrego e insensible, “a los morenos hay que mandarlos al sótano” dirían estos entre dientes. Sótano o toletes. Que decir del fustigamiento a las personas del tianguis cultural de Guadalajara, que si por su lucha y resistencia no fuera, el gobierno tapatío ya los hubiese exterminado. Lo último es la cancelación de los tradicionales toquines, después de 11 años ininterrumpidos, la policía de la comuna de Guadalajara ha decidido mostrarles su músculo; el subterfugio de nuevo “carecen de permiso”.

Otro de los casos fue la presencia de elementos de seguridad pública de Guadalajara durante los primeros sábados que se instaló el “ágora pública” de la red de mujeres por la democracia; pasaron también meses antes de que se encendieran las luminarias de la plaza los días sábados por la tarde a fin de que el evento se llevará a efecto hasta después de las 7 de la noche con iluminación. A regañadientes los administradores de la plaza accedieron a un derecho público.

Si bien es cierto, que el gobierno municipal está en facultades de regular el uso y destino del suelo así como normar las actividades en espacios públicos expidiendo permisos, lo cierto es que las actividades culturales y artísticas, son intrínsecas a los espacios abiertos; la libertad de expresión así como manifestación están consagradas en la constitución; tal parece que los inspectores y policías tapatíos necesitan que les restrieguen –tautológicamente- la constitución en la cara cada vez que piden se “presente un permiso”.

El pasado viernes dos de marzo fueron desalojados trabajadores muebleros purépechas, y de otras etnias originarias de Michoacán; algunos expulsados con lujo de violencia; los cuales fueron despojados tanto de sus pertenencias como herramientas de trabajo y sus mercancías. Estos grupos moraban en las inmediaciones del panteón Guadalajara en las calles de Felipe Ángeles y Esteban Alatorre. Justo por encontrase en la vía pública, la policía tapatía arremetió insensiblemente sin previo aviso de desalojo.

Tal parece que el fin de los gobiernos tapatíos (más que el diálogo, los esquemas de co-participación con estos sectores vulnerables) es la penalización y la criminalización de las expresiones y comercios populares. Lo malo es que la mayoría de los habitantes “apatíos” por su vocación conservadora (doble moral) aplauden estas medidas y la mano dura. Los costosos e inútiles viajes al extranjero por parte de ediles, así como el “hermanamiento con otras ciudades” –con cargo al erario- no sólo no han dado resultados en la promoción turística de la ciudad, sino que han establecido todo un programa de limpieza étnica en el centro de Guadalajara; a la orden de “quiten a los prietos en caliente” primero dictada por Espinoza Guarro y ahora por el no menos fascista Macedonio Tamez Guajardo actual director de seguridad pública tapatía, este último promotor de la fallida policía metropolitana, sedicente de aprendiz de las mañas ná-jeras de su antecesor; vanagloriado por su papel frente al municipio de Zapopan donde destacaron las arbitrariedades policiales de su policía que se encubren con la idea de que se trata de una de las mejores policías municipales del país, se le parece pero no lo es.

Pero esto no parece preocuparle a nadie, en cuanto alguien denuncia los violentos desalojos de los pobres comerciantes, de inmediato viene el alud de ditirambos a los programas tapatíos de promoción turística; donde sólo se cierran calles para que los clasemierderos de las colonias aledañas a la “vía recreativa” llenen con patines y bicicletas las calles; ah por cierto, ahí si entran comerciante “regulares”, Coca- Cola, Gatorade y demás vendedores de refrigerios y bebidas energetizantes que si pueden comerciar por la ruta pedestre; pero no sean los jodidos y no tengan los imposibles permisos tapatíos por que les importan un pito.

El gobierno mide fuerzas, y teme las manifestaciones sociales no importando para el caso que se apeguen a derecho y sean ordenadas; les tienen pavor, por eso recordemos la ridícula toma policial del kiosco de plaza de armas. A todos los quieren fuera, limpiaparabrisas, indigentes, ambulantes, comerciantes muebleros, las “paperas”, los del tianguis cultural. Todos. Estos idiotas no se dan cuenta que están escupiendo hacia arriba, y su corta solidaridad no les deja ver que hay un muy crudo panorama laboral en la zona metropolitana y el país; que estas actividades no son ni capricho ni una afronta burlona hacia la autoridad, es su única manera de ganarse hoy la vida. Sólo piden trabajar.

Que semejanza tienen estas circunstancias a los tiempos del fascismo y del medioevo; justamente a partir del despojo de tierras y con la caída de la estructura feudal es que se generaron las clases proletariadas, desprovistas de bienes, ergo la pauperización. Ya en esa condición fueron presa fácil para convertirse en elementos supernumerarios al servicio del capital; a los vagos y comerciantes informales al principio del capitalismo post medieval se les recluía en cárceles a muchos se les convertía en esclavos.

Guardadas las proporciones, la represión policial en el centro de Guadalajara y otros rincones del estado nos conducen ya a una situación similar; la exclusión, el despojo y sojuzgación que sufren estos grupos sólo los impele a la desesperación econónomica a la radicalización política, ergo a la criminalidad. La comuna tapatía con estas acciones represivas a esto está empujando, mientras argumenta con la careta del “estado de derecho”; sí el parcial y el que no se aplica por parejo a todos los actores. Los amigos purepechas ya no podrán comerciar sus muebles, ahora no verán más salida que la delincuencia, la calle, la prostitución, todos al lumpenproletariado.

¿Van a seguir criminalizando al comercio de los pobres?; ¿a la expresión social, política y cultural?; ¿sus quisquillosos y fascistas ordenamientos municipales seguirán por encima de la Constitución?; ¿Vamos a pedir permiso para hacer valer nuestros derechos y rescatar los espacios públicos?, Sí señor Petersen. Vamos todos al centro; pero al de la barbarie.

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