Mérida y el patio trasero
Publico
• Monterrey sin control...
• Otro escándalo en la Casa Blanca
No es conveniente que quien tenga la orden de controlar a los malos, mi estimado, sea malo también. Finalmente terminó la pesadilla llamada George W. Bush, que además de develar la inconsistencia y vulnerabilidad de su confianza hacia nuestros cuerpos de seguridad, incluido el mismísimo Estado Mayor Presidencial (EMP), donde todos quedaron subordinados al servicio secreto estadunidense, la original visita no arrojó absolutamente nada nuevo bajo el sol.
El simpático asunto, my friend, es que desde Guatemala Bush anunció que platicaría con Felipe Calderón sobre su propuesta de un proyecto regional en la lucha contra el narcotráfico —pese a magnánimos Operativos whatever, la ola de ejecuciones sigue en aumento con el terruño de Natividad González Parás en la mira– que estaría integrado por Estados Unidos, México y dos países centroamericanos. De éstos, es lógico que uno de ellos será Guatemala. La razón es por demás obvia: una frontera donde la delgada línea está perdida, borrada y por donde circula una cantidad exorbitante de divertidos gadgets, sujetos non gratos, droga, armas, tráfico de personas y cualquier cantidad de cosas relacionadas con el crimen organizado (y desorganizado), es un punto de partida que trae inquietos a nuestros vecinos.
El entretenido plan será intentar controlar (¿sellar las partes más interesantes?) la frontera sur mexicana con ayuda de los ilustres guatemaltecos con operaciones conjuntas de los tres países financiados, of course, by uncle Sam. Si le suma que pronto se anunciarán los grupos de trabajo bilaterales para ese interesante intercambio anunciado por el inquilino de la Casa Blanca, el impertinente respetable no deja de preguntarse por qué rayos no se concretó el simpático anuncio ayer que estaban los reflectores internacionales.
Salir a dar una conferencia de prensa conjunta donde Bush afirmó que Estados Unidos tiene una gran responsabilidad en la lucha contra las drogas y que es posible combatir al narco “reduciendo la presión sobre México” (¿?) y aventarle un spot de porras al mexicano por estar tomando una posición firme frente al crimen organizado (que le está rompiendo la madre), además de hablar de puntos de acercamiento y el distintivo bla, bla, bla... como que demasiado ruido, mi estimado, y pocas nueces.
Sobre todo cuando George adelantó en Guatemala su entretenido anuncio. Quizá Felipe no sabe a ciencia cierta —es ampliamente conocida su actitud de indecisión– quiénes serán las cabezas para descabezar la hidra del narcotráfico y cómo quedará constituido el atractivo organigrama. O quizá hace un cálculo de los nombres que ya circulan en algunos despachos del otro lado. El tema no es menor. La estrategia federal está siendo rebasada por la cruda realidad y en Los Pinos no hay claridad de qué hacer frente a los sangrientos sucesos que día a día engrandecen la nota roja.
Para colmos, el mandatario norteamericano no está en sus mejores días de concentración neuronal, perdón, bilateral. Su administración, ahora con el procurador Alberto Gonzales, está envuelta en otro megaescándalo —cuando los vientos huracanados siguen soplando en el caso de Scooter Libby y la identidad revelada de una agente de la CIA que ya desgreñan al vicepresidente Dick Cheney– por el inusitado despido de varios fiscales originando un revuelo en el Capitolio donde demócratas y algunos republicanos están, digamos, bastante enchilados al hacerse públicos una serie de delicados correos electrónicos donde las formas de la Casa Blanca dicen mucho del fondo de cómo estos pasados de lanza han gobernado con el sonsonete ese del terrorismo que los ha orillado a cometer prepotentes atropellos y cínicas arbitrariedades.
La administración norteamericana transita por sus peores días a 20 meses de su próxima elección presidencial donde ya se están dando con la cubeta.
Y para colmos, los focos rojos tintineando peligrosamente en su tablero de política no son sólo del entorno doméstico.
El panorama geopolítico regional se les descompone a velocidad vertiginosa donde sus intereses estratégicos pudieran estar comprometidos.
Ya para qué sumarle la incontrolable ola de ejecuciones en su patio trasero —como lo ostentaron con su actitud dominadora en Mérida–que, con la pena, seguirá en aumento. Es el reacomodo, my friend. Es la supervivencia de un proyecto. Porque no puede haber dos cárteles en la misma cuadra. Viejos enemigos que en su guerra tienen cuentas pendientes por saldar...
gomezalce@aol.com
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