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domingo, octubre 14, 2007

Opinión - Jose Gil Olmos

El partido del presidente

proceso

México, D.F., 10 de octubre (apro).- Cuando el PAN era oposición, una de sus principales críticas al PRI era que el partido y el presidente eran una sola pieza política. Hoy Felipe Calderón repite el mismo esquema priista y, con Germán Martínez a la cabeza, van sobre el control del PAN, cometiendo el mismo error que tanto dañó al país.

En el blanquiazul todo parece estar arreglado y la escena que ahora vemos parece una película repetida, salvo que en el papel principal ya no están como actores los dirigentes del tricolor, sino los panistas.

El argumento no cambia en lo esencial. Los arreglos se dan en la cúpula y la militancia no alcanza los espacios donde se toman las decisiones. Y eso parece no importar mucho.

De acuerdo con lo que vamos viendo, Manuel Espino se hará a un lado de manera anticipada bajo el pretexto de tomar un curso en la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, que encabeza su amigo ideológico José María Aznar. El diputado de Tabasco, Gerardo Priego, hará su papel de aspirante a la presidencia del partido pero sólo para completar la escena.

En el horizonte azul se ve con claridad que de la misma forma en que actuaban los priistas, hoy los panistas habrán de seguir la línea presidencial y ratificarán al amigo personal de Calderón, Germán Martínez, quien dejó la Secretaría de la Función Pública (SFP) sin aplicar la ley en casos de corrupción, como el los hijos de Marta Sahún de Fox.

Con estos pactos cupulares, los panistas están demostrando que no conocen otras formas de hacer política que las mismas que practicaba el PRI. Es la repetición hasta el hartazgo de negociaciones bajo la mesa de las principales carteras del partido y, al mismo tiempo, de las candidaturas a diputados para las elecciones del 2009, cuando habrá de renovarse la Cámara de Diputados.

Para diciembre entrante el PAN habrá de convertirse en el “partido del presidente”, y Germán Martínez en una de las piezas clave del grupo cercano de Felipe Calderón, entre quienes se incluyen a Juan Camilo Mouriño y César Nava, ambos operadores en Los Pinos.

La capitulación anticipada de Manuel Espino y la imposición de los calderonistas en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN no hace sino confirmar la repetición de los esquemas heredados por el PRI, en los cuales el presidente de la República en turno era el que elegía –el famoso “dedazo”-- quién sería el próximo líder del partido.

En los hechos los jóvenes panistas en el poder no se diferencian de los viejos dinosaurios del PRI, y aunque esto seguramente molestará a muchos de los que votaron por Calderón, la llegada de Germán Martínez a la dirigencia nacional del PAN confirma que siguen los mismos pasos de la homogenización del poder político que tanto caracterizó a los priistas en los 71 años en que dominaron el presidencial.

En política la forma es fondo, dicen los priistas cuando se les pregunta cómo leer ciertos acontecimientos de la política nacional. Si aplicamos esta fórmula, Felipe Calderón y los miembros de su partido estarían actuando como lo hicieron en su momento los presidentes emergidos del PRI para controlar no sólo al partido –tienen 30 posiciones de las 50 que hay en las comisiones del blanquiazul--, sino también al Congreso de la Unión.

Por las venas políticas de Calderón parecen correr las mismas formas de hacer política del PRI. Carente de legitimidad después de todas las irregularidades detectadas en la elección del 2 de julio del 2006, echó mano del Ejército para abatir al narcotráfico y de esa manera lograr el consenso popular. Algo similar a lo que hizo Carlos Salinas con el operativo en contra del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, quien cometió el error de apoyar a Cuauhtémoc Cárdenas en la elección de 1988.

Pero si a Salinas la jugada de legitimación le resultó todo un éxito, a Calderón le significó un rotundo fracaso. El narco sigue aplicando su propia ley, el Ejército ha sido incapaz de detenerlo y hasta bajas de efectivos ha tenido en Michoacán y Guerrero.

En el caso del PAN todo parece indicar que Calderón y su grupo tendrán éxito, controlarán las principales comisiones y conquistarán la dirigencia, repitiendo la misma historia del PRI, cuando el presidente máximo del partido era el propio presidente de la República.

Un dato más parece confirmar las semejanzas entre PAN y PRI. En Boca del Río, Veracruz, el domingo entrante se develará una estatua de cuerpo completo de Vicente Fox, haciendo la “v” de la victoria.

A los panistas, como a los priistas, les fascina dejar constancia de su presencia política con sus nombres en calles, plazas y efigies. A pesar de su mala administración, del repudio que está generando por la riqueza malhabida, el alcalde panista develará la estatua de Fox con una ceremonia pública, a la más vieja costumbre del PRI.

Además, como lo hacían los presidentes priistas al inicio de su gestión, Calderón habrá de perdonar los actos de corrupción de Fox y su esposa Marta Sahagún, y con ello sellarán los descuidos políticos del pasado. Más priistas no podrían ser.


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