Oscurantistas
Publico
Cuando el panismo y sus aliados los yunques, antes de su conversión definitiva, comenzaban a hacerse de importantes posiciones de poder y de gobierno, hubo quien se alarmó al pensar en el futuro que le esperaba al país y al estado.
La venganza del conservadurismo mexicano presagiaba horas oscuras para la vida política social y cultural de los mexicanos.
Revivieron las imágenes del franquismo con sus monjas bigotonas conduciendo rebaños de escolares a la doctrina, las señoras con sus vestidos y mantillas negras, las adolescentes con sus faldas grises hasta debajo de las rodillas y blusas de cuello cerrado, los jóvenes con sus camisas negras y sus cantos marciales, los curas guiando procesiones organizadas a la menor provocación, las tardes de galletas y chocolate, las noches de radio oficial y calles desoladas con uno que otro antisocial divagando.
Otra vez a quitarse el sombrero y persignarse cuando se pasa frente a una iglesia, a arrodillarse al paso de un sacerdote que, con su monaguillo siguiéndolo, se dirige a auxiliar a un moribundo. Domingos de misa y de parques coloridos de globos, algodones y manzanas acarameladas, de sanos noviazgos bajo la mirada vigilante de las madres o las tías.
Los sonidos de las campanas de la tarde, como las invocó el poeta laguense Francisco González León, marcarían el suave ritmo de una apacible jornada llena de espiritualidad y amor por el prójimo.
Pero, ¡oh, sorpresa! Los tiempos han cambiado y la modernidad política alcanzó hasta a los panistas más conservadores, quienes rápidamente se adaptaron a los usos y costumbres de los nuevos tiempos, correo electrónico y mensajes de celular incluidos.
En los municipios, el ruido de las maquinitas tragamonedas administradas por eficientes políticos panistas se impuso rápidamente al nostálgico tañido de las campanas de la tarde.
Las monjas bigotonas fueron suplidas por celosos guardianes del orden al servicio de la Procuraduría, quienes guían a alegres jovencitas hacia inolvidables jornadas en bien equipadas granjas, donde compartirán la alberca con funcionarios barrigones despojados de toda indumentaria, menos de la medallita que por orgullosa tradición familiar les cuelga.
Las desoladas calles nocturnas son el espacio ideal para alegres diputados, quienes entre contorsiones tubulares de las modernas vírgenes de medianoche deciden el futuro político del estado.
Los municipios, con sus plazas públicas de algodones y manzanas, son el refugio de violadores, asesinos y defraudadores a quienes ahora protege la voluntad popular.
Quienes predijeron que el panismo era oscurantista y aburrido, se equivocaron rotundamente. La moral sigue dando moras.
rcastela@cencar.udg.mx, rcastelan@milenio.com
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