Calentamiento global: fraudes, costos y racismo.
Reseña Estratégica, 5 de octubre de 2007 (www.msia.org.br).-
Reseña Estratégica, 5 de octubre de 2007 (www.msia.org.br).-
En tanto que los gobiernos nacionales y el sector privado se mueven, cada uno por sus propios intereses, en el tablero mundial para sacar provecho de los esquemas de limitación del uso de los combustibles fósiles y la comercialización de los créditos por el uso de carbono, la campaña del calentamiento global antropogénico sigue mostrando inconsistencias tales que la descubren como un simple esquema fraudulento científicamente y éticamente inaceptable para toda sociedad.
En el aspecto científico, más de un gran servicio de utilidad pública ha prestado el matemático canadiense Stephen McIntyre, quien se ha especializado en exponer el desprecio de los "calientistas" por los principios elementales de la ética científica cuando se trata de sustentar sus tesis cuestionables. Su blanco más reciente fue nada menos que uno de los sumos sacerdotes del catastrofismo climático, el climatólogo James Hansen, del Centro Especial Goddard de la Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), el científico que en 1988 inauguró la era del "calentamiento" al declarar en una audiencia del Congreso de los Estados Unidos que había "99 por ciento de certeza de que el calentamiento global antropogénico era una realidad.
Como sabe quien ha seguido este asunto, una de las piezas de resistencia de los "calientistas" es la afirmación de que 1998 fue, supuestamente, el año más calido luego de que se iniciaron las mediciones directas con termómetros, y la década pasada igualmente la más cálida. Cuando se inspeccionaron las series históricas de temperaturas de los Estados Unidos, McIntyre observo una extraña discontinuidad en las gráficas obtenidas en varias estaciones meteorológicas, todas en torno del inicio de 2000. Como Hansen se negó a proporcionarle el algoritmo que se empleó para generar las gráficas, McIntyre se vio obligado a deducirlo, lo que lo llevó a descubrir lo que parecía ser "un virus del año 2000" que afectaba todas las series de datos.
Luego de haber informado del problema a Hansen y a su colaborador Reto Ruedy, autores de las gráficas, McIntyre fue informado por este último de que se trataba de un problema de "supervisión," el cual se corregiría pronto. El problema fue que con la corrección, el año más caliente registrado en los Estados Unidos se tuvo que recorrer de 1998 a 1934 -es decir, en plena depresión, cuando las actividades económicas del país se encontraban en uno de los peores momentos del siglo XX. Además, cinco de los diez años más cálidos fuero en el periodo anterior a la II Guerra Mundial.
Para disminuir el daño, Hansen hizo un truco: cambió el programa que emplea el Centro Goddard desde la década pasada para elaborar las series de temperaturas por otro producía una tendencia suficientemente ascendente en las curvas para igualar nuevamente 1988 a 1934 y apoyar el argumento de que el primero seguía siendo el año más caliente de los Estados Unidos, aunque dividiendo el puesto con la década de los años treintas.
Ante los datos, McIntyre comparó la actitud de Hansen con los fraudes contables que a inicios de la década realizaron empresas como Enron y que se convirtieron en los métodos de gerencia contraseña de la "globalización" financiera. McIntyre, que dirige el sitio
En el aspecto costos, un estudio realizado por el renombrado economista estadounidense Arthur B. Laffer sugiere que el esquema cap and trade de imposiciones y comercialización de cuotas de emisiones de gases carbónicos (con lo que los "calientistas" esperan generar decenas de miles de millones para alimentar la liquidez especulativa mundial) impondría enormes costos a la economía de los Estados Unidos. El estudio, titulado "Los efectos económicos adversos del cap and trade", afirma que la adopción del esquema para cumplir las metas más modestas del Protocolo de Kioto -la reducción de 7 por ciento de las emisiones de 1990 en 2012- podría traer consigo la reducción de hasta el 4,2 por ciento del crecimiento económico del país. En 2020 el daño podría llegar a 5,2 por ciento, lo que equivaldría a la pérdida de ingresos de 10.800 dólares para una familia de cuatro parientes.
En su momento, el estudio señala directamente al punto fundamental de toda la discusión:
Dado que los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) representan 86 por ciento de las necesidades actuales de energía de los Estados Unidos y, actualmente, no es viable a corto plazo el empleo de otras fuentes de energía, la limitación de los gases de efecto invernadero se podría convertir en un límite para la generación de energía -o una descarga eléctrica en la oferta de energía-.
En los "shocks" anteriores en la oferta de energía, en 1974-75, 1979-81 y 1990-91, la economía declinó, el desempleo aumentó y el mercado de acciones perdió valor.
Por ironía, el estudio fue patrocinado por el Instituto para la Libre Empresa (
El esquema cap and trade es sencillamente una opción tenebrosa que están promoviendo Alcoa, BP, Catervilla, Conoco Phillips, Dow Chemical, Duke Energy, Dupont, General Electric, PepsiCo y otros intereses de los grandes negocios que pertenecen a la Sociedad de Acción Climática de los Estados Unidos (USCAP). Los integrantes de USCAP esperan que, con el esquema cap and trade, el Congreso estadounidense sencillamente les de a ellos y a otros intereses especiales lo que, esencialmente, no es otra cosa que "dinero gratis" -que puede llegar a 1.3 billones (millones de millones) de dólares en los siguientes diez años… además de otras ventajas comparativas. Y no es tan sólo que el esquema desvíe el dinero de los contribuyentes y robe la renta de los estadounidenses que trabajan duro, tampoco está claro si producirá algún beneficio ambiental. En vista de la bien establecida relación entre la prosperidad económica y un ambiente limpio, es difícil ver como perjudicar a la economía dejará de perjudicar también al medio ambiente.
Para terminar, en cuanto al aspecto ético de dichos esquemas, el líder del Partido Conservador del Reino Unido, David Cameron, nos proporcionó recientemente una cálida muestra de lo que representa la adopción del plan "calientista." En una actitud que en nada pide a las de los figurones del antiguo Imperio Británico, Cameron reveló que, siempre que viaja en avión al exterior, hace una donación a la ONG y empresa Climate Care (
Los detalles de ese esquema de compensación de carbono son perturbadores. Cameron compensa sus vuelos con donaciones a Climate Care. La última ocurrencia de esta compañía de compensación de carbono es proporcionar "bombas de pedal" a familias pobres de la zona rural de la India para que pueda irrigar sus tierras sin tener que utilizar el contaminante diesel. Fabricadas de bambú, plástico y acero, las bombas de pedal funcionan como "bicicletas ergonómicas en una academia"… con las que las familias pobres pedalean durante horas para bombear agua subterránea e irrigar sus tierras. Esas bombas fueron abolidas de las prisiones británicas hace un siglo. Se le consideraba una forma inadmisible de castigo para los delincuentes británicos, pero hoy se les ve como una eco-opción positiva de equipamiento para los campesinos indios.
Lo antes se llamaba "trabajo pesado," hoy se presenta como "energía humana." Para Climate Care, el empleo intensivo de bombas de pedal en el trabajo, en lugar de bombas a diesel ahorradoras de trabajo, economizan anualmente 0,65 toneladas de carbón por familia campesina. Y los occidentales que se dan la buena vida -entre ellos Cameron, el príncipe Carlos, la Land Rover y el Coopertive Bank, que también son clientes de Climate Care- pueden comprar ese carbón economizado para seguir viviendo la buena vida sin dejar de consumir por el eco-remordimiento. La verdad es que ellos salvan sus conciencias morales pagando, en beneficio propio, a personas pobres para que vivan vidas simples y duras.
O'Neill concluye con dos párrafos devastadores:
(…) Esa es la corriente principal del ambientalismo en acto. Desde los ataques histéricos a China, por atreverse a progresar, el énfasis en el "comercio justo" y en el "desarrollo sustentable," promovido por la miríada de ONG que chupan al Tercer Mundo, el mensaje verde es este: las personas pobres, sencillamente no pueden tener lo que nosotros los occidentales tenemos, porque si lo tuvieran, el planeta se incendiaría. El escándalo de las bombas de pedales… sólo muestra de una forma más directa que el plan ambientalista actual obliga a los pobres del mundo subdesarrollado a adaptarse a la pobreza, a acomodarse a la vida dura y, efectivamente, a permanecer esclavizados en beneficio de occidentales torturados moralmente.
Es hora de acabar con esa eco-esclavitud y poner en práctica argumentos a favor del progreso y de la igualdad en todo el globo.
Entre los consejeros de Climate Care destaca sir Crispin Tickell, veterano diplomático y operativo de la inteligencia británica, y, además, uno de los principales ideólogos del ambientalismo internacional. A mediados de la década de los años setentas, cuando las temperaturas mundiales descendían, Tickell publicó el libro Climate Change and Global Affairs, en el que defendía la adopción de un plan de "gobierno mundial" para cuidar al planeta de la supuesta amenaza. En los años siguientes, con el cambio de las temperaturas, se convirtió en defensor de las mismas medidas, ahora para combatir el calentamiento global. No por casualidad fue el principal asesor científico de la primer ministra Margaret Thatcher, cuyo largo gobierno tuvo una papel fundamental en el programa "calientista."
Fraudes pseudo científicos, big business y racismo para disfrazar una nueva forma de colonialismo, mucho más perniciosa que la original. Ya vimos esa película -y el final es deplorable.
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