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lunes, octubre 15, 2007

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Artículo aparecido en El Occidental, el 15 de octubre de 2007.

Cállate chachalaca y el que se va, se calla

Jorge Gómez Naredo

La semana pasada, el gris ex gobernador de Jalisco y actual, también gris, secretario de gobernación, Francisco Ramírez Acuña, fue utilizado como emisario de Felipe Calderón para decirle, vía medios de comunicación, un mensaje a Vicente Fox: “el que se va, se calla”. Esta expresión, sin duda, trae a la memoria la dicha, durante la campaña presidencial de 2006 por Andrés Manuel López Obrador: “cállate chachalaca”. Ambas se refirieron al político ranchero de Guanajuato. Hay, sin duda, grandes diferencias entre estas dos frases, los contextos que las originaron y las consecuencias que tuvieron. Veamos.

Durante más de tres años, desde la presidencia de la república (encabezada por Vicente Fox), se atacó a Andrés Manuel López Obrador. Un día sí y el otro también se le conceptualizaba como populista y se le estigmatizaba por “dilapidar” los recursos públicos: que según decían desde Los Pinos, debían ser invertidos en “fomento” a la productividad y no en medidas “erróneas”, como dar una pensión mensual a los ancianos de la ciudad de México, un apoyo económico a las madres solteras, becas a niños de escasos recursos económicos, etcétera. El gobierno encabezado por AMLO fue acechado siempre, sin misericordia: el desafuero fue sólo la culminación de dicha estrategia.

Cuando se iniciaron las campañas para la presidencia de la república, Vicente Fox se comportó como el líder de la campaña de Calderón (aunque en el fondo estos dos personajes se odien con bastante visceralidad), cometiendo el delito de intervenir claramente a favor de un candidato. El Instituto Federal Electoral no impidió que Fox se comportara como candidato y no como presidente. Se estaba incurriendo en un delito y nadie hacía nada. Andrés Manuel López Obrador, en uno de sus mítines, le espetó a Vicente Fox un “cállate chachalaca”. Lo dijo con todo derecho, pues el guanajuatense estaba vulnerando los pequeños avances democráticos en el país (que tanto y tanto trabajo costaron establecer). El “cállate chachalaca” fue dicho por el bien de la democracia y de la limpieza en el proceso electoral. Quizá fue rudo, sí. Quizá no era la manera, sí, pero era necesario. Dicha frase se interpretó como una afrenta a la democracia y a la libertad de expresión por los comunicadores apegados al panismo (que son ahora casi todos); algunos (muy doctos ellos) hasta hablaron del “efecto chachalaca”. En Televisa se hicieron programas sobre el tema. En fin, fue considerado como “el grave error” de AMLO, el motivo por el cual (decían) iba a perder la presidencia.

Ahora bien, con la expresión “el que se va, se calla”, el oscuro Francisco Ramírez Acuña sí atenta contra la libertad de expresión: ¿quién dice que un ex-presidente no puede decir barrabasadas y estupideces?, ¿qué ley se lo prohíbe? No es presidente ya ni debe guardar neutralidad en elecciones. Es un ex-presidente que puede decir lo que se le dé la gana. La frase de “el que se va, se calla”, sí representa un atentado contra la libertad de expresión: ¿quién es el secretario de gobernación para decir que un ciudadano (como se supone es Fox) debe callarse, que no debe hablar de nada relativo a la política. Además, la frase se inserta en el pasado priísta, pues era una ley no escrita que un presidente no debería hablar después de terminado su sexenio. La frase fue un claro mensaje de Calderón a Fox.

No cabe duda que los contextos de las frases son distintos. El “cállate chachalaca” se justifica porque la “chachalaca” hacía referencia nada más y nada menos que a un presidente interviniendo en un proceso electoral, es decir, violando la ley. Por ello no atentó contra la libertad de expresión sino que reforzaba el estado de derecho. En el caso de “el que se va, se calla”, se atenta contra el derecho que tiene Fox de decir sandeces, porque, ¿quién es Ramírez Acuña para callar a un ciudadano? Fox no viola, en este caso, ninguna ley (ha violado muchas, pero con decir disparates no infringe legislación alguna). El problema, claro está, es que en Los Pinos tienen miedo de que, un día, al lenguaraz Fox, se le salga un “y cuando hicimos el fraude”. Ahí sí que hay delito.

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