Algo anda mal en la eficacia de nuestra representación política, o mejor dicho, los gobernantes no están representando el interés de la gente. Esto se evidencia en la propuesta que el gobernador del estado está impulsando, el pago de nuevas placas conocido popularmente como el placazo, medida que ha provocado el rechazo generalizado de un importante segmento de la población y donde los diputados panistas se preparan para ejecutar la línea que les han marcado: aprobar sin escuchar, aprobar sin consultar a sus electores.
En una sociedad de masas, donde los ciudadanos optan por un gobierno democrático, es imposible reproducir esta forma de gobierno como en la antigua Grecia, donde la democracia se caracterizaba por ser una democracia directa, es decir, todos los que tenían la calidad de ciudadanos reunidos en el ágora, votaban y decidían los asuntos públicos. En la actualidad, como señalaba Sieyès: “el pueblo no puede hablar, no puede actuar más que a través de sus representantes”.
Representación política, mal necesario, porque el ciudadano, al estar imposibilitado para hacerse cargo de los asuntos públicos, delega en un grupo, elegido supuestamente de entre ellos mismos, la autoridad para que tome las decisiones más pertinentes para tener una mejor convivencia social.
En este sentido, nos preguntamos por las condiciones y características que debe tener la representación política, y quién mejor que Giovanni Sartori, en su libro Elementos de teoría política, para darnos luz. Sartori, después de un recorrido por la literatura y las diferentes teorías de la representación, concluye en los siguientes puntos:
a) El pueblo elige periódicamente un cuerpo de representantes,
b) los gobernantes responden de forma responsable frente a los gobernados,
c) los gobernantes son agentes o delegados que siguen instrucciones,
d) el pueblo está en sintonía con el Estado,
e) el pueblo participa de modo significativo en la formación de las decisiones políticas fundamentales,
f) los gobernantes constituyen una muestra representativa de los gobernados. Aquí cabe preguntar si la representación política en nuestro Estado cumple con estas condiciones.
Más adelante, Sartori, cuando aborda el tema de la representación partidista, señala que los procesos representativos tienen dos fases: una relación de entre los electores y su partido, y una relación entre el partido y sus representantes. Y destaca, “los electores escogen al partido, pero los electos son elegidos, en realidad, por el partido… no obstante, es posible que en los partidos… el representante actúe como portavoz de su partido más que de cualquier otra voz (incluyendo aquí la de sus electores) y que los vínculos de partido sean más fuertes que cualquier otro vínculo”.
Luego entonces, podemos sostener que nos encontramos en el supuesto que Sartori menciona, nuestros representantes tienen un mayor vínculo con el partido que con sus electores, ¿o usted ha visto a los diputados realizando consultas en torno a la pertinencia de comprar nuevas placas? ¿Su diputado ya le preguntó qué opina? O al menos, si ya es inminente el cobro, ¿están realizando los diputados las consultas para decidir la mejor aplicación de los recursos? Porque aprobarle estos ingresos adicionales al gobernador, sin aclarar en qué se van a destinar, es un riesgo enorme, hacer eso equivale a entregarle un cheque con una enorme cantidad, pero con la parte del beneficiario en blanco. O ya se nos olvidó que el gobernador gusta de saludar con sombrero ajeno o de pararse el cuello a costillas de los impuestos de la población, ¿sí recordamos aquellos 67 millones que le regaló a Televisa?, ¿o ya se nos olvidó? A poco no es para indignarse; de no haberle regalado a Televisa esa cantidad, se le pudo haber perdonado el cobro de nuevas placas a 55 mil 833 personas; en lugar de quedar bien con una persona, se pudo haber ganado la simpatía de esos miles. En fin, con esto demuestra dónde están sus prioridades.
Pero este cobro abusivo no sólo demuestra insensibilidad y desprecio por la economía y la opinión de la gente, también demuestra falta de oficio político, ya que los panistas olvidan y pierden de vista dónde se encuentra su fuerza electoral, la soberbia de una serie de triunfos consecutivos los tiene cegados y le dan la espalda a esa clase media que votó hace siete años por un candidato que les prometió que pagarían sus placas y no lo volverían a hacer en los próximos 10 años, y antes de que se cumpliera el plazo, llega otro miembro de su propio partido y a los cinco años rompe la promesa de su antecesor. Entonces, ¿qué caso tiene votar por el mismo partido? Me supongo que la gente que votó por el PAN en 2000 y le volvió a refrendar su voto en 2006, tenía en mente la continuidad, tal vez le pareció bien cómo iban marchando las cosas y por eso no se quiso aventurar a cambiar de partido en el gobierno. Ahora sí que malentendieron y desobedecieron al ilustre ideólogo y filósofo de su partido, Vicente Fox; cambiaron de jinete, pero también de caballo.
marioramosg@hotmail.com
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