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sábado, octubre 27, 2007

Opinión - Jaime Preciado Coronado

Placazo y descontento ciudadano

Publico

Sucede que el automóvil está en el centro del huracán: amenaza de mayor impuesto con el gazolinazo; falta de planes viales que den su lugar al peatón: el viaductazo; demandas por una ciudad con mejor calidad de vida. Ahora el placazo concentra la mayor atención, pues los intentos por imponer un impuesto extraordinario por el cambio de placas detonan el descontento ciudadano. Una creciente inconformidad que empieza a organizar diversas y creativas formas de expresarse, que pueden devenir en un movimiento social con capacidad de cuestionar simultáneamente varias dimensiones del sistema social. Asombra la capacidad de autoorganización de los inconformes con el placazo; una opinión ciudadana que ha copado las secciones de lectores en los medios impresos y cuya voz empieza a crecer en los medios electrónicos, es capaz de plantearse formas inéditas de manifestarse: marchas de protesta escalonadas en el espacio y en el tiempo; convocatoria que crece gradualmente hasta interpelar la dimensión nacional; profusión de símbolos visuales abiertos a la creatividad individual, sin que haya centralización de estrategias.

Lo más asombroso, estas movilizaciones públicas se organizan al margen de partidos políticos y con independencia de los poderes locales constituidos, o de intereses espurios que busquen aprovecharse del descontento con fines diferentes a la oposición contra un impuesto que se percibe como injusto. Estas movilizaciones nos deparan muchas sorpresas, pues sus demandas abren más cuestionamientos, quizá, de los que puedan procesar.

Ya evidencian la incongruencia de los gobernantes respecto a sus promesas de campaña incumplidas y su falta de oficio para hacer programas de gobierno. Ya cuestionan la falta de compromiso entre representantes y representados, ante un poder Legislativo que no escucha demandas ciudadanas más que con un oído interesado en el ascenso y la movilidad política personal y partidaria. Ya comprueban que la austeridad del gasto público es una quimera desmoronada por las ambiciones de funcionarios que a contracorriente se suben el sueldo en proporciones ofensivas frente al deterioro salarial de los trabajadores, usando irresponsablemente el erario. Ya develan la inexistencia de mecanismos eficaces para la rendición de cuentas de la función pública.

Alrededor del placazo se muestra la debilidad de la estructura fiscal y el déficit de atribuciones de los gobiernos estatales y municipales para el manejo de impuestos propios; el centralismo de recursos en la federación impide que estos gobiernos sustenten sus obras y políticas públicas. En contrapartida, los gobiernos locales caen en la improvisación, como lo han mostrado reiteradamente las “ocurrencias” del gobernador jalisciense, en torno a un impuesto especial al agua para proteger La Primavera, o en los “múltiples beneficios al desarrollo” que traerían los recursos obtenidos placazo a placazo, sin tener los proyectos ejecutivos que lo garanticen.

Hay similitudes entre el placazo y el gasolinazo. Definitivamente, el gobierno necesita mayores recursos para sus programas, pero es incapaz de consensuar una reforma fiscal convincente y sólidamente apoyada en una ingeniería financiera integradora del proyecto de país. Sigue el debate sobre la dependencia del gasto público respecto de la renta petrolera, que es insostenible en el mediano plazo y las relaciones entre federación y estados para distribuir esa renta no se institucionalizan, a pesar de la Conferencia Nacional de Gobernadores y de sus “taloneos” (Emilio dixit) ante la federación.

Además, el modelo de planeación de la ciudad centrado en el automóvil, sin participación ciudadana en las decisiones y definiciones de proyectos urbanos, se enfrenta a la improvisación gubernamental, que aborta el potencial que abriría esa participación, para la cual existen por cierto los medios para impulsarla: Ley de Participación Ciudadana, Ley de Planeación Democrática, incluso mecanismos de consulta que están subutilizados, como el Plebiscito o el Referéndum.

• El autor es presidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS)
japreco@hotmail.com


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