Patrocinadores desconcertados
El Universal
Quienes patrocinaron a Felipe Calderón empie-zan a levantar la ceja. Se preguntan: ¿para sobrevivir, él está dispuesto a traicionarnos? Están desconcertados. No alcanzan a entender por qué aceptó la reforma electoral y que se fuera Ugalde; endureció su discurso ante los 300 líderes; propuso el IETU y retrasó el aumento de la gasolina.
¿Una reforma electoral que les quita los spots y su ventaja? ¿El retiro de quien validó las elecciones cuestionadas? ¿El tono agrio de los años 70? ¿La afectación de algunos privilegios? ¿La pérdida de 10 mil millones de ingresos y el doble impacto en las expectativas? Como que nada de eso estaba en su cálculo. Ante ello, surgen las explicaciones preconcebidas, pero no se pone suficiente atención en la función que desempeña.
Los estadounidenses tienen una frase afortunada: you stand, where you sit. En efecto, muchas de las posiciones de la política se explican por el cargo que se tiene. Eso es lo que está ocurriendo con Calderón. En la mesa del Presidente las cosas se ven diferentes.
Sus preocupaciones seguramente han cambiado. Por más alejado que esté de la realidad, se da cuenta de que en los últimos tres meses han pasado muchas cosas y que el panorama para 2008 será más difícil a lo anticipado.
Hoy son otros los asuntos que lo preocupan. El número de muertos por los enfrentamientos con las organizaciones criminales; sobre todo el número de militares y policías. El alcance de las explosiones provocadas por el EPR, los desaparecidos y las posibilidades concretas de evitar en el corto plazo acciones semejantes. El peso de Fox dentro del PAN, en momentos decisivos como el de las reformas, cuando él estaba de viaje. Los enfrentamientos entre sus funcionarios y aliados en temas delicados que van desde la seguridad hasta la educación. Los riesgos de recesión en Estados Unidos y las presiones inflacionarias internas. El impacto negativo en la opinión del aumento de la gasolina y la carestía.
Los temas que importan al Presidente son los que llegan a su mesa sin solución. Hace sus cálculos y busca que el costo de sus acciones sea el menor; reacciona. Entre más fuerte sea la presión, más le irritará que le estorben. Por más que Felipe Calderón haya sido el producto de un pacto ilegítimo de intereses, sus necesidades de gobierno lo llevan a tener que considerar otros intereses.
Por lo tanto, no debiera sorprender que, ante una gobernabilidad ya muy congestionada y que tenderá a volverse aún más difícil, Calderón pudiera empezar a tomar decisiones imprevisibles conforme al balance de fuerzas de 2006. Cada vez más tendrá que escoger entre el enfrentamiento interno o el externo. Se le adelantaron los tiempos. Los dilemas del sexto año los empieza a sufrir desde el primero.
Está aún por verse si Calderón ganará autonomía o sólo perderá apoyos. A veces, por sus reacciones y por algunas de sus posturas, da la impresión de que quisiera quitarse amarras. Pero también, con gran rapidez, se observa que, ante las presiones, da marcha atrás. Deja correr y se arrepiente.
Si los compromisos de campaña de Calderón redujeron significativamente su margen de acción, sus obligaciones de gobierno lo obligan a tomar decisiones. Eso tenderá a incrementarse por la dificultad del momento. Él ya no puede, como lo hizo Fox, apostar a los altos precios del petróleo y la magia de la publicidad. No le alcanza. Debe tomar decisiones que no son exactamente iguales a las que pretenden sus patrocinadores.
La parte bonita del poder que pretendió disfrutar, se fue. Ahora enfrenta los sinsabores de gobernar y los riesgos del extravío. Un difícil 2008, donde se estrecharon sus márgenes políticos y económicos. Su dilema es: ser o no ser Presidente. Si lo es, divide su frente. Si no lo es, deja de ser útil. De cómo resuelva el dilema, dependerá que gane autoridad y con ello pueda reequilibrar las fuerzas, o que pierda autoridad y apoyo. La autoridad se gana ejerciendo con prudencia y determinación la responsabilidad institucional.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista
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