La Feria
Roger Waters le pone el cascabel a Bush
Con discursos intrascendentes se oculta el motivo de la reunión
Jornada Jalisco
El 6 de septiembre, Roger Waters cumplirá 64 años. El mítico compositor, cantante y bajista de Pink Floyd ha vivido una trayectoria intensa como pocas. No sólo por ser uno de los representantes más fieles a una forma de vida que hace apenas medio siglo se comenzó a configurar, sino porque su forma de escribir, de pensar y de vivir refleja con claridad toda una forma de rechazo a ciertos estereotipos vacíos y, muy particularmente, a la guerra. ¿Cómo no percibir la carga emotiva de ese rechazo a los rituales deshumanizados en The Wall, una de las obras maestras de Waters?: “No necesitamos que controlen nuestros pensamientos./ Ni sarcasmo oscuro en el salón de clases. (...) A fin de cuentas serás un ladrillo más en la pared”.
En fin, entre muchas otras cosas, las palabras de Waters muestran a la sociedad como un muro en el que la similitud de los ladrillos es lo que permite la consistencia. Una pared en la que, incrustados, cada uno de nosotros somos precisamente un ladrillo más que le otorga su forma y solidez. “En conjunto, sólo era otro ladrillo en el muro. En conjunto, ustedes son sólo ladrillos en la pared”, nos dice el genial Waters.
Bush, Pinochet y Stalin, “aberrantes, anormales e inhumanos”
Todo esto viene a cuento porque este estupendo artista, que estuvo en Guadalajara hace apenas una semana, habló nada menos que sobre el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y lo comparó con Pinochet y con Stalin. Y agregó: “sabemos que (estos mandatarios) son aberraciones, sabemos que son locos, su comportamiento es aberrante, es realmente anormal e inhumano”.
Y fue más allá al citar una de las frases más célebres de Bush, una frase que tal vez ingenuamente denuncia la locura que prevalece en su mente. “Cuando hablo de paz realmente estoy hablando de guerra”. Waters compara esta oración con las que han proferido en otros momentos los dictadores referidos. Recordó que Pinochet ha dicho que “a veces las democracias deben estar basadas en sangre” y que Stalin, algo así como “si no hay gente no hay problemas”.
Es extraño cómo unas cuantas palabras pueden revelar con tal claridad la aberración de una actitud dolosa. El día de ayer, al igual que lo hizo en su gira por Brasil, Uruguay, Colombia y Guatemala, el mandatario estadunidense habló, sin ningún recato, sobre su intención de disminuir la pobreza. Y luego, como si no bastara esa mentira, ha dicho que no pretende dar “limosna”, sino generar comercio para que las condiciones de los pobres mejoren... como si realmente el comercio propiciara una distribución más equitativa de la riqueza pública.
El libre comercio y los 20 años perdidos
Por el contrario, la experiencia de los últimos 20 años demuestra que a medida que el libre comercio se establece y rige el movimiento económico de un país, ocurre lo mismo que en el juego de “Turista” o (como también se le denomina con mayor propiedad) “Monopolio”. A medida que avanza el juego, el dinero distribuido entre los jugadores comienza a acumularse en unas cuantas manos. La similitud con la realidad puede demostrarla Carlos Slim (a pesar de su intento de defenderse esgrimido anteayer a través de los medios).
Más aún, el neoliberalismo comercial nos ha demostrado que los servicios básicos deben estar en manos del gobierno para que su distribución tienda a la equidad y al logro de la justicia social. La educación, los servicios médicos, el agua, la electricidad, el combustible, el petróleo, la telefonía, las vías de comunicación son renglones que deben ser compartidos al menor costo entre los mexicanos, a cambio del pago de impuestos. De lo contrario, ocurrirá lo que ocurre ahora, que quienes se han apoderado de ellos (en el caso de Slim, porque su amigo Carlos Salinas de Gortari casi le regaló la red telefónica) se enriquecen escandalosamente con dinero que debería servir para mejorar la infraestructura social.
Las personas como Bush, o Pinochet o Stalin, son similares al personaje de la deliciosa película de HormiguitaZ, el capitán Mandíbula, quien “por el bien del hormiguero”, sacrifica a los más débiles”. Ante esta incoherencia criminal, su subalterno le dice: “pero si el hormiguero somos todos”.
Salvemos a los niños de ser un Bush
Roger Waters advierte que es necesario entender qué clase de gente es ésta. “Este punto debe ser recordado una y otra vez, necesitamos tenerlo claro para así hacer algo por nuestros niños y prevenir que alguno de ellos se convierta en un Stalin, en un Pinochet o en Bush”, lo que sin duda sería una tragedia.
En tanto, el presidente estadunidense se paseó ayer con el presidente Felipe Calderón por las ruinas de Uxmal. Poco antes, ambos mandatarios leyeron discursos intrascendentes. Las palabras que pronunciaron no cambiarán un ápice la realidad que padecen los migrantes, los desequilibrios comerciales, la seguridad en la frontera o el consumo de narcóticos (uno de los negocios más lucrativos del mundo). Las palabras fueron sólo instrumentos de ambos políticos para intentar modificar a su favor la percepción que se tiene de ellos.
Pero eso no impidió que la mayoría de los periódicos interpretara que “se avanza” en materia de seguridad y migración, o que viera con buenos ojos que Calderón “se negara” a detener la migración por “decreto”... como si se pudiera.
Por mi parte, me preocupó profundamente el hecho de que lo que se habló en la reunión, lo que verdaderamente se negoció, no salió a la luz. Ahí, en ese silencio, se encuentra lo que en realidad interesa al petrolero tejano. Ahí, en el silencio que no afloró en los discursos está el verdadero motivo por el que un Bush que mostró desinterés y desprecio por América Latina durante seis años, ahora de pronto venga a México tres días. Estoy seguro que no viene de vacaciones. Y eso es todo por ahora. Nos leemos mañana en esta misma Feria, y entre tanto, mucha suerte.
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