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miércoles, diciembre 06, 2006

Opinión - Ricardo Monreal

La colada presidencial

Publico - 06/12/06

Entrar y salir por atrás de un lugar, es una tradición muy mexicana. Se le conoce coloquialmente como la acción de “colarse”. ¿Cómo le hiciste para entrar al estadio si no tenías boleto? “Me colé”. ¿Cómo le hiciste para subir al estrado y darle un beso a Shakira? “Me colé”. La pregunta más escuchada este fin de semana, “¿Cómo le hicieron Fox y Felipe Calderón para llegar a la tribuna de San Lázaro?”, tiene una respuesta simple y sencilla: “Se colaron”. Ser colado en la vida no es cosa fácil. Pero ser colado en México, la tierra de las coladas –es decir, de las jugadas de los colados–, esa sí es una verdadera hazaña. Hay que estar hecho de cierta aleación físico-síquico-biológica, para tensar los límites entre la conciencia y la inconciencia, la legalidad y la ilegalidad, la firmeza y la rudeza, la osadía y la provocación, sin inmutarse. En suma, hay que tener algo que se llama cachaza, que no es precisamente la unión de la cacha de una pistola con el asa de una taza, pero algo tiene de eso. Cachaza, por ejemplo, es la que exhibe Felipe a su padre en el corrido “El hijo desobediente”: “Quítese de aquí mi padre / Que estoy más bravo que un león / No vaya a sacar la espada / Le traspase el corazón”.


Las coladas más memorables están asociadas al futbol. Así las define el Diccionario de la Real Academia, “colar: especialmente en el futbol, avanzar rápidamente con el balón filtrándose entre la defensa contraria”. Pero lo que vimos el vienes pasado, Fox y Calderón avanzando rápidamente con la banda presidencial entre las manos, transfiriéndola aquél a éste por mediación del diputado Jorge Zermeño, en una jugada de cuatro minutos, acuerpados los tres por un magma excitado de legisladores panistas, es una de las coladas políticas dignas de ser guardada en nuestro celular o en nuestra computadora por mucho tiempo.

Ahora bien, a diferencia de las coladas deportivas que tienen mucho de épica, las coladas políticas tienen mucho de ilegal e ilegítimas. Así lo advierte el mismo diccionario. “Colar: pasar en virtud de engaño o artificio; introducirse a escondidas o sin permiso en alguna parte; decir inconveniencias o embustes; cometer equivocaciones”. Por ello, no todas las coladas son dignas de recordar, reproducir o imitar.

Por ejemplo, a los nietos del ex presidente Fox será muy difícil entender por qué en el año 2000 grandfa’ entró a San Lázaro por la puerta principal, en medio de honores y aplausos sin fin, mientras que seis años después llegó al mismo recinto por la puerta de atrás, entregó una banda que casi se le cae de las manos y tuvo que salir a hurtadillas en medio de una rechifla y refriega que se vio y escuchó hasta Japón. “¿Pues qué hiciste, abue?”, preguntarán los avispados nietos dentro de unos años.

Otra historia es la del presidente en funciones Felipe Calderón. Tiene en su kardex un número importante de coladas. Se le coló al presidente Fox en la sucesión presidencial y ganó la candidatura del PAN, con no muy buenas artes a decir de sus competidores. Después, en la contienda presidencial, aprovechó las varias puertas “trasbanderas” del sistema electoral para salir del tercer lugar en las encuestas y colarse a un controvertido primer lugar. Hablamos de la campaña del miedo, de millones de llamadas de los call centers para hacer encuestas engañosas o “push poll” (un ring, ring que no escucharon el IFE ni el TEPJF), de los millones de correos electrónicos de odio racista y social que salieron de computadoras oficiales y privadas, así como de los cursos de inducción a miles de empleados y trabajadores de corporaciones privadas; todo ello, prohibido por la ley.

Otra colada más tuvo lugar el jueves 30 de noviembre, poco antes de la medianoche, cuando los canales de televisión, en estilo y formato soviéticos, se unieron para transmitir desde Los Pinos unas escenas inéditas…, e inconstitucionales. “¿Y estos colados?”, se preguntaron muchos televidentes y radioescuchas a esa hora. Eran el presidente saliente y el entrante ensayando la gran colada que tendría lugar la mañana siguiente en San Lázaro. ¿Qué habría pasado si también la puerta “trasbanderas” de San Lázaro hubiese sido bloqueada el viernes? Nada. Quedaban libres la chimenea del restaurante y los ductos del aire acondicionado para colarse al salón del pleno.

Si es cierto aquello de que “genio y figura, hasta la investidura”, es de esperar que las coladas sean el sello distintivo del gobierno que empieza. Preparémonos, entonces, a cuidar y vigilar las puertas y partes traseras de nuestro sistema político.

ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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