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viernes, diciembre 01, 2006

Opinión - Pablo Gómez

La hora de símbolos

Publico - 01/12/06

El Congreso, sin ejercer sus poderes conferidos, se ha convertido en un símbolo. Felipe Calderón quiere rendir protesta en sesión plenaria de ambas cámaras justamente en el Palacio Legislativo de San Lázaro y no en cualquier otro lugar. Mas el panista se quiere presentar esta mañana como Presidente en funciones, las cuales ha asumido ya a través de la televisión y en la casa presidencial.

Según la Carta Magna, antes de asumir cualquier cargo, todo funcionario “sin excepción” debe prestar la protesta legal. En el caso del Presidente de la República, éste debe asistir al Congreso con lo que se entiende que está dispuesto a asumir la función. Sin embargo, tendremos aquí por vez primera a uno que ya se considera Presidente antes de presentarse y de prestar la protesta.

Un gobierno de minoría que se cuelga de los símbolos y de la parafernalia es un gobierno aún más débil de lo que su propia condición le impone. Se trata de aparentar que el resultado de la elección no ha sido cuestionado, que la otra fuerza en la cerrada competencia no está diciendo que Calderón es un presidente electo por disposición judicial y, en consecuencia, no está protestando.

El asirse a los símbolos, el entrar en la disputa de los mismos, es una manera de negar la existencia de una fuerte impugnación contra los actos de las instituciones electorales y, sobre todo, contra las acciones emprendidas por el poder para afectar decisivamente el concurso electoral.

El PAN quería una sede alterna del Congreso pero sin tener que votar por ella, porque haber admitido la propuesta priista era tanto como reconocer la realidad que se quiere negar: la protesta por el resultado oficial de la elección, la acusación de que Calderón integrará un gobierno carente de legitimidad.

El autoritarismo es una práctica política que no desconoce sino que niega. Sabe de qué está compuesta la realidad pero no la admite porque busca suprimirla. Así, se reclama el uso pleno de los símbolos nacionales como muestra de la inexistencia de la realidad que se busca ocultar, primero, y eliminar, después.

Calderón no quiso aceptar la oferta priista de ir a rendir protesta ante el Congreso en otro sitio, con un quórum legal garantizado por el propio PRI. Sin embargo, el uso del símbolo del Palacio Legislativo no le daría a Calderón la fuerza que hoy no tiene, pero le permitiría proclamar su “mano firme”, su intensión de borrar la acusación de los otros. Sus acusadores, sin embargo, tomarán la tozudez de Calderón como un agravio más y, sobre todo, como el reto mayor de impedir el autoritarismo que se anuncia.

pgomez@milenio.com

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Dia con dia queda claro: quienes alaban esta democracia simulada son como los tontos que nunca han visto a Dios y ante cualquiera se hincan. Rayuela, Jornada Jalisco 13Nov06

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