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viernes, diciembre 01, 2006

Opinión - Jesús Gómez Fregoso

Toma de posesión

Publico - 01/12/06

El 1 de diciembre no ha sido siempre en nuestra historia el día de la toma de posesión del presidente. La primera constitución política del México independiente, en 1824, establecía en el artículo 95: “el presidente y vicepresidente de la federación entrarán en sus funciones el 1 de abril, y serán reemplazados precisamente en igual día cada cuatro años”. Sin embargo, el primer presidente, Guadalupe Victoria, tomó posesión el 10 de octubre del mismo año. El artículo 101 establecía los términos de la protesta que rendía el mandatario entrante: “Yo, fulano de tal, nombrado presidente de los Estados Unidos Mexicanos, juro por Dios y los Santos Evangelios que ejerceré fielmente el encargo que los mismos Estados Unidos me han dado”. El sucesor, Vicente Guerrero, comenzó su gobierno el 1 de abril de 1829; pero el 17 de diciembre del mismo año fue destituido y, poco después, ejecutado. De paso no está por demás recordar que, en este México surrealista, Iturbide y Guerrero, los consumadores de la Independencia, murieron fusilados. De todos los 16 presidentes de la Primera República Federal, sólo Vicente Guerrero y Valentín Gómez Farías tomaron posesión del cargo en la fecha establecida por la Constitución.

Las Leyes Constitucionales de la Primera República Central, de 1836, en el artículo 11, establecía que para ser miembro del supremo poder conservador se requería “tener el día de la elección 40 años cumplidos de edad, y un capital (físico o moral) que le produzca por lo menos tres mil pesos de renta anual”. Deberían tomar posesión del 2 de enero. Curiosamente ninguno de los ocho presidentes de esta República Central tomó posesión el día indicado. El Ejecutivo Provisional, de 1841 a 1844, tuvo cuatro presidencias, y cada una tomó posesión en diferentes días. Después, desde 1843 hasta 1846, tuvimos la Segunda República Central, cuya norma legal se establecía en las “bases de organización política de la República Mexicana” de “Antonio López de Santa Anna, benemérito de la patria, general de división y presidente provisional de la república mexicana”. Se establecía que el presidente duraría en sus funciones cinco años y que tomaría posesión el 1 de febrero: tuvimos ocho presidencias y ninguna de ellas tomó posesión el día que establecía la ley. El artículo 89 ordenaba: “No puede el presidente... salir el territorio de la República durante su encargo y un año después sin permiso del Congreso”. Sobre este asunto de los viajes del presidente al extranjero, hasta donde mi memoria recuerda, el primer presidente mexicano que visitó otro país fue Porfirio Díaz en octubre de 1909, en su entrevista en El Paso, Texas con el presidente estadunidense Taft. Y creo que Miguel Alemán fue el siguiente que salió del país: viajó a Washington, para corresponder a la visita que había hecho a México el presidente Truman.

En 1846, el 24 de diciembre, se estableció la Segunda República Federal. Desde esa fecha hasta la ascensión de Benito Juárez, el 19 de enero de 1858, tuvimos 17 presidentes, y todos subieron a la silla presidencial en diferentes días.

La actual fecha del 1 de diciembre la estableció la Constitución de 1857, y la de 1917, que es la que nos rige, la conservó. Don Benito y don Porfirio, casi en todas sus diversas presidencias, tomaron posesión el 1 de diciembre.

En los años posteriores a la muerte de Madero, desde Huerta hasta De la Huerta, incluidos los presidentes de la Convención, el presidente nunca rindió protesta el 1 de diciembre. Álvaro Obregón volvió a asumir la presidencia en el día establecido por la Constitución y hasta el día de hoy se ha mantenido, con la excepción, claro está, de Ortiz Rubio, 5 de febrero de 1930, y Abelardo Rodríguez, 3 de septiembre de 1932.

En impresionante contraste con lo que hoy ocurra, los viejos recordamos los días del apogeo del presidencialismo, Ruiz Cortines, López Materos, Díaz Ordaz, cuando la toma de posesión era todo un espectáculo y un ritual que hacía recordar lo que leemos en las historias del Imperio Romano, cuando el general victorioso, casi un dios, que entraba a la capital llevaba a su lado a un señor que le decía: “Recuerda que eres humano”. Nuestros presidentes eran considerados como dioses en este México único, donde ocurre lo más inesperado.


jgfregoso@milenio.com

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Dia con dia queda claro: quienes alaban esta democracia simulada son como los tontos que nunca han visto a Dios y ante cualquiera se hincan. Rayuela, Jornada Jalisco 13Nov06

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