Por la puerta trasera
Reforma - 03/12/06
Quizá como antiguo legislador - líder de su bancada en San Lázaro hasta antes de que Fox lo reclutara para dirigir Banobras - Calderón otorgue mayor espacio y atención personal a la interlocución con el Poder Legislativo.
El palacio legislativo de San Lázaro fue diseñado para que por su ancho pasillo central transitara entre vítores y aplausos el presidente de la República, que de ese modo -y con la presencia de su Estado Mayor castrense- convertía en suya la casa de los diputados (y, en fechas especiales, los senadores). Por la puerta principal ingresaron a ese colosal edificio y desfilaron triunfales hasta la tribuna, para asumir su cargo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas (pese a su fraude electoral), Ernesto Zedillo y Vicente Fox. Este último, en anticipo de lo que ocurriría el viernes, no entró siquiera al recinto parlamentario el 1o. de septiembre anterior. En el vestíbulo entregó su Informe y se fue.
Como símbolo, como síntesis de su posición precaria, Felipe Calderón entró en San Lázaro por la puerta de atrás, y en poco más de lo que canta un gallo, en tres o cuatro minutos, recitó de memoria la protesta ante el Congreso que ordena la Constitución, tomó de las manos del presidente legislativo Jorge Zermeño la banda que horas antes había sido objeto de un juego mediático, cantó el himno nacional -cuyos coro y estrofas obligaron y permitieron al único instante de unanimidad en la Cámara de Diputados- y se fue por donde vino. Lo protegieron los panistas que desde el martes realizaron la "toma patriótica" de la tribuna del recinto (ésa sí motivo de orgullo y no de vergüenza), y su guardia militar personal. Esos son los apoyos más claros con los que cuenta, el Ejército y su partido. Por eso fue inmediatamente después a saludar a unos y a otros (y a sus invitados especiales: el cardenal Norberto Rivera Carrera, el presidente de los obispos, los empresarios que habitan las páginas de Forbes y de Caras) para hallar el ambiente propicio que no encontró en San Lázaro.
Calderón llegó a San Lázaro junto con el autor de su triunfo, Vicente Fox. Hasta el último momento el ahora ex Presidente plantea a quienes pretenden examinar su conducta la cuestión de saber si es marrullero o atolondrado. Alguien lo forzó a participar en la dudosa ceremonia de la medianoche anterior, en que se despojó de la banda tricolor que es el emblema del poder presidencial y la entregó a un cadete, tan nerviosamente que estuvo a punto de dejarla caer. El único sentido que podía atribuirse a ese extraño momento difundido en cadena nacional es que daba por concluido su mandato y que no se presentaría en la Cámara a la que arribó victorioso seis años atrás. Pero quizá lo pensó mejor durante la noche, en su alcoba del hotel Camino Real, propiedad de Olegario Vázquez Raña, amigo de la pareja presidencial y empleador de Ana Cristina, la hija mayor del ya ex Presidente. Quizá lo consultó con la almohada y, arrepentido de lo que había hecho, mandó recuperar la insignia (ya sin capacidad legal para ordenar nada) y, sin derecho, volvió a ostentarla. Salió de sus habitaciones con la banda cruzándole el pecho y así viajó a San Lázaro. Usándola como una corbata, que se quita y se pone, al recinto parlamentario arribó con la prenda en la mano y quiso imponerla a su sucesor, acaso para borrar la mínima duda de que fue causa eficiente de su elección. Su rostro expresaba, salvo momentos en que el labio inferior tirando hacia arriba mostraba molestia, satisfacción plena, porque terminaba un sexenio mezclado de engreimiento y mortificaciones ("es el último día en que uso traje", exclamó al volver a uno de sus ranchos) y porque lograba su propósito de no entregar el gobierno a Andrés Manuel López Obrador.
Éste encabezaba en el Zócalo, en una marcha hacia Chapultepec, y en el espacio al borde de ese bosque a que los confinó el cerco de uniformes y metales, a una porción de sus partidarios, citados para protestar contra la toma de posesión del Presidente al que llaman espurio. Fue una manifestación pacífica, como lo han sido todas las expresiones de la resistencia a admitir el fraude alegado. Al igual que la actuación de los legisladores que le son afines, esta masiva reunión y desfile cumplían, si no la imposible meta de evitar la asunción del panista, sí el objetivo de mostrar que un importante sector de la sociedad no se aviene resignadamente a la trampa y al engaño electoral, y que no hay en México normalidad democrática.
Como secuela automática, inexorable de su proclamación como Presidente electo por el tribunal electoral, que lo hizo en contradicción con su propio diagnóstico, Calderón es ya el presidente de la República. Más elocuentes que sus palabras en los varios discursos que pronunció el jueves y el viernes son sus hechos, la integración de su gabinete por ejemplo. Por lo menos en los anuncios, si no en la composición misma de la primera línea del gobierno, hubo vacilaciones y demoras, y el reconocimiento claro de dos influencias políticas determinantes, las de los ex presidentes Fox y Zedillo, que Calderón ha buscado ensamblar con su adhesión y pertenencia al PAN. Nueve de los 19 cargos anunciados entre el 21 y el 30 de noviembre (18 secretarías de Estado y la procuraduría federal de justicia), casi la mitad, fueron secretarios o subsecretarios en la administración concluida el jueves; y suman 12 si añadimos a los directores o equivalentes que ascendieron a la titularidad de secretarías de Estado. Si se admite que el rendimiento del gobierno anterior en su conjunto fue menos que mediocre (¿dónde están los logros formidables, materiales o inmateriales, ésos que transforman y hacen mejor a un país, del primer sexenio panista?) hay razón para suponer que al menos en las zonas ya holladas por los que permanecen en el gabinete no cabe esperar mucho más, salvo que se compartan las especiosas ideas de que a Fox lo estorbó para gobernar un Congreso adverso y de que, al contrario, Calderón eliminará ese obstáculo con entendimientos parlamentarios.
Sin duda, la nueva administración cuenta con mayores márgenes de maniobra en las Cámaras que su predecesora. En ambas Cámaras sus bancadas son las más numerosas y en las dos cuentan con la colaboración, remilgosa a veces, desconfiable en otras, de las fracciones priistas y del Verde. Es probable que, como antiguo legislador, y cabeza de su propio grupo en San Lázaro hasta antes de que Fox lo reclutara para dirigir el banco que luego encabezó Luis Pazos, Calderón otorgue mayor espacio y atención personal a la interlocución con el Poder Legislativo, acción cuya necesidad Fox no entendió y por tanto no emprendió. Aun si los grupos parlamentarios del Frente Amplio Progresista persisten, como se han comprometido a hacer, en no dialogar con el gobierno, a cuya cabeza no reconocen como Presidente, las coincidencias halladas por Calderón con la agenda legislativa de esas fracciones constituyen una zona de tránsito común sin necesidad de pactar acuerdos.
Aunque Calderón no ignora (lo ha repetido al menos) las circunstancias adversas en que asume el gobierno, su planteamiento inicial no es congruente con tal certidumbre. Como si su precariedad política le permitiera la arrogancia y la autosuficiencia que mostró en el discurso que no pudo decir en San Lázaro y en cambio expresó en el ambiente propicio, como de invernadero, del Auditorio Nacional, ha dicho que dialogará con quien quiera dialogar y construirá con quien quiera construir, en vez de anunciar que se esforzará por conseguir el diálogo y el afán constructor conjunto.
Dos casos específicos e inmediatos de colaboración de poderes mostrarán el modo en que Calderón buscará entenderse con el Congreso. Uno es el nombramiento de procurador general de la República, pues no depende sólo del Ejecutivo sino que requiere la ratificación del Senado. Dado el enorme servicio que para la consolidación del priista Ulises Ruiz ha rendido la Policía Federal Preventiva, tan elogiada por Eduardo Medina Mora, de que ese cuerpo dependió en tanto que secretario de Seguridad Pública, no parece haber obstáculo a esa confirmación. Pero habrá que ver si el gobierno necesita o está dispuesto a pagar otros costos por la conversión del secretario en procurador.
El otro desafío inminente es el presupuesto de egresos, verdadero programa de un gobierno. En su integración se verá cómo entiende Calderón su papel y cómo ensambla sus propósitos con los de los grupos parlamentarios, los afines y los adversos. Ojalá no tenga que presentarlo por la puerta de atrás.
miguelangel@granadoschapa.com
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Dia con dia queda claro: quienes alaban esta democracia simulada son como los tontos que nunca han visto a Dios y ante cualquiera se hincan. Rayuela, Jornada Jalisco 13Nov06
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