Jornada Jalisco 23/01/07
Continúan las revisiones arbitrarias
Los jóvenes y los pobres, los "sospechosos" preferidos
La camioneta de la policía siguió con las luces altas encendidas –a un par de metros de distancia, casi chocándolo– a un vehículo modelo setenta y tantos, medio despintado, medio maltratado. Segundos más tarde la patrulla lanzó un pitido y desde un micrófono obligó al conductor del auto a parar en el estacionamiento de Gigante, en la esquina que forman las avenidas Niños Héroes y Enrique Díaz de León. Del auto bajó un señor con aspecto campirano, sombrero de palma, una camisa que había perdido ya las huellas de la planchada y de la lavada, pantalón beige flojo y desgastado, y zapatos cafés. Junto a él, en el interior del auto, viajaba una señora que lucía preocupada.El hombre estaba entre sorprendido y temeroso; intentó ser amable con los agentes, les extendió la mano, su cara trató de dibujar, sin lograrlo, una sonrisa, y finalmente les preguntó qué ocurría. Los agentes se mantenían serios, ignorándolo casi; como si se encontraran ante un delincuente a quien están a punto de llevar a prisión. Naturalmente, esa actitud seca inquietaba más al hombre, sobre todo a la hora en que los gendarmes le pidieron poner las manos sobre el techo del auto, separar los pies un metro y no hablar, para someterlo a una revisión de bolsillos, cintura, piernas, hombros... “Es una revisión de rutina”, dijo, por fin uno de ellos.
Tras algunos minutos, los agentes parecieron entender que no obtendrían más que aumentar la inquietud del “sospechoso” y decidieron dejarlo ir. Mientras aquel hombre subía de nuevo a su auto, la camioneta de la policía arrancó y se lanzó a perseguir seguramente a otros "sospechosos". El hombre se quedó fuera del auto unos segundos. El mal rato había pasado. Luego dijo “chingao” y se subió a su auto. Lo echó a andar y se fue alejando mientras la mujer a su lado algo le decía enfáticamente.
El episodio –muy simple– aquí termina, pero no el problema de las detenciones arbitrarias que ocurren a diario en la ciudad sin que nadie las frene, sin que ninguna autoridad actúe para controlar a los agentes que las realizan, y sin que las dependencias policiacas expliquen con claridad en qué criterios se basan para detener a los “sospechosos”.
sospechosismo
El sospechosismo, lo vemos día a día, se ha convertido en motivo recurrente de detenciones en la zona metropolitana de Guadalajara (ZMG). Cualquier policía puede detener a cualquier ciudadano, hacerlo bajar del auto si es que va en un auto, ponerlo contra la pared y revisarlo. Cualquier policía puede hacer callar a un ciudadano, humillarlo, gritarle si es preciso y, si el sospechoso muestra molestia o presenta resistencia, puede someterlo.
Las revisiones ilegales son, pues, una realidad en Guadalajara. Pero no se aplican equitativamente. Los sospechosos tienen un perfil bien definido: se sospecha de quienes son pobres, jóvenes, morenos. Quienes van pobremente vestidos también son sospechosos. Los muchachos que salen los miércoles por la noche al cine o a los antros también son sospechosos; en la zona “Vallarta”, miércoles y sábados, decenas de chicos son chantajeados por policías que los detienen para revisarlos y detectar su aliento alcohólico. Cuando los jóvenes ni siquiera han tomado, entonces los policías les dicen que eso tendrán que aclararlo en la comisaría y, obviamente, los muchachos aceptan dar “mordida” a los agentes. Es preferible pagar la cuota que pasar las siguientes horas en una comisaría. Es preferible arreglar las cosas por la buena, que abrir la puerta hacia un espacio incierto en donde cualquier cosa puede ocurrir, incluso la muerte, como acaba de pasar a un joven golpeado por agentes municipales que quisieron detenerlo por "sospechoso".
Aunque el director de la policía municipal de Guadalajara, Macedonio Tamez, ha reconocido que las detenciones de sospechosos para someterlos a una revisión son ilegales, lo cierto es que esta nefasta práctica continúa. Pero, peor aún, en estas semanas de comienzo de trienio el sospechosismo parece haber aumentado. El celo de los guardianes por sospechar de los delincuentes ha llevado incluso a revisar las mochilas de los menores que transitan por el centro de la ciudad, en una medida que es, no sólo ilegal, sino humillante.
A su vez, representantes de organismos empresariales han pedido que sigan las retenciones, “llámense como se llamen; retenes, revisiones ciudadanas, o como sea”, ha dicho uno de los líderes patronales de Jalisco. Pidió además que vuelvan los tiempos en los que el ex gobernador Francisco Ramírez Acuña sometía con “mano dura” a “los delincuentes”.
Hoy podrían aprobar los diputados locales la designación de Juan Rulfo como Benemérito del Estado y, con ello, la instalación de su estatua en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres. El día de ayer, en un salón del Congreso del Estado, la secretaria de Cultura Sofía González Luna y los diputados Salvador Cosío Gaona y Gabriel Guerra presidieron la presentación del libro Tríptico para Juan Rulfo. Participaron en ella el presidente de la Fundación Juan Rulfo, el arquitecto Víctor Jiménez, y los investigadores Alberto Vital y Jorge Zepeda. El libro reúne estudios sobre aspectos poco conocidos de la obra rulfiana así como una veintena de fotografías que el escritor expuso en Guadalajara en 1960. Al acto acudieron la directora de Cultura de Zapopan, Cecilia Wulf y la regidora de cultura de Guadalajara Miriam Baches. Todo organizado por José Juan Domínguez, asesor de la Comisión de Cultura. Y eso es todo por ahora, nos leemos mañana en este espacio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario