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martes, enero 09, 2007

Opinión - Jorge Souza Jauffred

La Feria

La Jornada Jalisco - 09/01/07

- ¿El rumbo? Hacia una sociedad orwelliana

- Los británicos, los más videograbados del mundo

- Estante de Cultura

A medida que nuestra sociedad se adentra en el siglo XXI, las semejanzas con el mundo descrito por George Orwell en su novela 1984 son cada vez mayores. Orwell, como es sabido, pretendió criticar al estado ruso y al estado nazi, en donde el autoritarismo del gobierno se imponía en una forma aplastante sobre los ciudadanos. No obstante, sus planteamientos reflejan con mayor fuerza, en los momentos actuales, a los poderes que rigen a la civilización occidental (que algunos autores ya designan como “orwelliana”).

La novela, escrita en 1948, describe un mundo futuro regido por un Estado omnipresente, que obliga a los ciudadanos a cumplir leyes mediante el control absoluto de la información, el uso enmascarado de la intimidación y la manipulación del miedo. Pero va más allá. En ese mundo vigilado por una “policía del pensamiento” –una especie de CIA más sofisticada– las personas que cometen “ideadelitos” –el delito de pensar distinto– son detenidas y tratadas como traidores, porque con sus divergencias, se arguye, benefician a los enemigos de la nación.

Los parecidos con la política planteada por George W. Bush son tan obvios, que distintos autores han subrayado las analogías. Tanto el gobierno de Bush como el del Hermano Mayor (el Big Brother) –líder del país en donde transcurre la novela– la historia se escribe tomando como base, no los hechos documentados, sino los datos recabados, manejados y disfrazados por el gobierno. Esto permite al poder difundir su discurso y capturar la atención pública, basado en los miedos comunes que él mismo genera.

Agitando el fantasma del terrorismo, Bush, por ejemplo, impuso la Ley Patriota, que le permite detener a personas sin motivo ni juicio. También logró acceder a la intimidad de los ciudadanos, a través de sus computadoras y sus llamadas telefónicas. Y con el fantasma del “terrorismo” mantiene al ciudadano medio en un estado de temor que lo vuelva manipulable.

Pero, quizá lo más impresionante es la forma en la que se “maneja” el pasado. Winston Smith, el personaje de la novela de Orwell, reflexiona: “El pasado no sólo había sido alterado, sino destruido en realidad. Pues ¿cómo sería posible verificar hasta el suceso más obvio, si no quedaba otro registro fuera de la memoria?”... “no era posible probar nada. No existía ninguna evidencia”. Así que cuando un registro impreso del pasado contradecía la versión oficial, entonces se cambiaba el registro. Winston Smith trabajaba en ello desde una plaza burocrática. “La historia se limpiaba y se volvía a escribir tantas veces como fuera necesario... Tan pronto como se verificaban las correcciones de un determinado ejemplar de The Times, tal número se volvía a imprimir, se destruía el original y en su lugar quedaba el ejemplar corregido”.

Todo esto viene a cuento porque el primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, ha dicho que no le gusta que le llamen orwelliano. Sin embargo, ha convertido a los ciudadanos británicos en los más vigilados y observados del mundo, gracias a que colocó decenas de miles de videocámaras de circuito cerrado en calles de todo el país. No sólo eso, en diciembre Blair lanzó una nueva idea, siempre, como en la novela, “por el bien del país”. La policía publicó una lista de los “cien individuos más peligrosos”, para mantenerlos bajo vigilancia. Según Rafael Ramos, corresponsal de La Vanguardia en Londres, la iniciativa es controvertida porque “no se trata de mantener bajo vigilancia especial a los cien individuos con antecedentes penales con un mayor potencial de reincidencia; sino de identificar como potenciales violadores, asesinos y pedófilos a cien personas que nunca han sido encontradas culpables de nada, pero están fichadas por acusaciones no probadas de violencia doméstica, o por haber padecido problemas mentales”. Nuevamente, la idea del Gran Hermano queda de manifiesto. Información, ya se sabe, es poder. Y estos bancos informativos de los ciudadanos comunes, permiten a los grupos del poder inmiscuirse en la vida de cualquiera, conocerla, utilizarla y dar la explicación pública que mejor les convenga. Las coincidencias con México también emergen. Es un tema que impulsa muchas reflexiones.

Mientras se define quiénes serán los directores que acompañarán en su gestión a la directora de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara, Elena Matute, (casi todos propuestos por el dirigente estatal del PAN, Eduardo Rosales), el sindicato del Instituto Cultural Cabañas prepara una demanda en su contra por diversos motivos; uno de ellos, la creación de un “sindicato blanco” en el organismo para evadir los derechos de los trabajadores. Este será el primer problema que la nueva funcionaria herede a la administración del doctor Alfonso Petersen, flamante alcalde de Guadalajara, pero difícilmente será el último. Matute ocupó la dirección del Cabañas los meses recientes, antes de que Petersen la invitara a Cultura.

A veces, las voces de algunos artistas se limitan a repetir lugares comunes sin constatarlos personalmente. Tal es el caso de Lila Dipp y quienes han calificado de “mocha” la gestión cultural del Gobierno del Estado. Yo quisiera que alguien me diga si Francisco Barreda, director de Artes Visuales ha sido “mocho” en su trabajo o si gente como Guillermo Covarrubias, de Teatro, es “mocho”. El propio Paco Barrera ha abierto al público exposiciones que reflejan criterios bastante abiertos. Baste ver el listado de las exposiciones realizadas para constatarlo. Los desnudos y el sexo, por favor, ya no asustan a nadie.

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