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viernes, enero 19, 2007

Opinión - Eduardo Gonzalez Velazquez

El quinazo se lo atizan al pueblo

Jornada Jalisco - 19/01/07

Consumado el fraude electoral del 2 de julio con la decisión de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) a finales de agosto del año pasado para encumbrar ilegítimamente a Felipe Calderón Hinojosa en la Presidencia de México, no pocos analistas comenzaron a plantear la necesidad que tendría Felipe Calderón, una vez llegado a la presidencia, de asestar un fuerte y espectacular golpe político-mediático (similar al quinazo de 1989 que nos regaló Carlos Salinas de Gortari) para conseguir legitimarse en Los Pinos. Efectivamente, Felipe Calderón escuchó esas voces y asestó el quinazo, o diremos el tortillazo, pero al pueblo.


Apenas han transcurrido cincuenta días del gobierno calderonista y la población en general sufre la envestida político-militar-económica-mediática del grupo en el poder. Las acciones emprendidas por el gobierno del “cambio con continuidad” no indican otra cosa que la represión a la población para afianzar el poder ilegítimamente ejercido. Pronto se olvidó el lema de la campaña panista: “para que vivas mejor”. La marca de la casa ha sido la censura, la militarización de los cuerpos policiacos, la criminalización de los movimientos sociales, la violación a los derechos humanos, y por si eso fuera poco, el aumento a los precios de los productos de la canasta básica, encabezados por el huevo y la tortilla.

En tan sólo mes y medio el gobierno federal ha dejado sentir el peso de su brazo represor orquestado a través de la secretaría de Gobernación y su titular Francisco Ramírez Acuña. Escudándose en los llamados operativos conjuntos contra el crimen organizado y utilizando una gran campaña mediática para distraer a la población, el gobierno federal a enviado miles de soldados a las calles para reprimir las manifestaciones de descontento que diariamente suceden a lo largo del país. Pero no únicamente son las fuerzas federales las que participan en estos operativos en contra de los movimientos sociales. Las corporaciones estatales y municipales actúan en consecuencia con el ejército y con la militarizada Policía Federal Preventiva (PFP). El 12 de enero en Miahuatlán de Porfirio Díaz en el estado de Oaxaca, la Policía Preventiva del Estado (PPE) y Municipal desalojaron violentamente el plantón del Comité de Familiares de Asesinados, Desaparecidos y Presos Políticos de Oaxaca (Cofadappo), instalado desde hace varios días en las afueras del reclusorio regional del municipio donde demandan la libertad de sus familiares. El resultado de la represión fueron decenas de manifestantes golpeados y siete personas detenidas. Además de cinco simpatizantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) que también fueron detenidos.

Asimismo, continúan apareciendo evidencias de la violación a los derechos humanos que sufrieron las personas detenidas el pasado 25 de noviembre en Oaxaca. Es cierto que Felipe Calderón aún no llegaba a Los Pinos, sin embargo, ese operativo fue ordenado y ejecutado bajo la supervisión del actual secretario de Gobernación. Los testimonios revelan que varios de los campesinos e indígenas fueron hostigados y agredidos sexualmente por elementos de la PFP desde el momento de su detención y durante su traslado al penal de San José del Rincón, Nayarit. Los detenidos sostienen haber recibido golpes en todo el cuerpo, así como amenazas de muerte, de violación y de ser soltados con los perros. Las mujeres afirman que sufrieron la introducción de toletes entre las piernas.

Como si la represión policiaca y militar no fuera suficiente, la escalada de precios ha comenzado a funcionar en todo el país. Pareciera que se está reeditando el inicio del sexenio zedillista y la dura crisis económica que asoló a la población entera. La escalada de precios parece no tener fin y cada día afecta a un mayor número de productos. No solamente es la tortilla, sino el huevo, el gas, la gasolina, el peaje en carreteras, el impuesto predial. A todo esto el discurso de la clase política panista y de algunos jerarcas de la Iglesia católica indica que la elite continúa viendo otro México, continúa instalada en foxilandia.

El arzobispo primado de la ciudad de México, cardenal Norberto Rivera Carrera, afirmó el pasado fin de semana que el aumento de la tortilla, hasta en treinta pesos en algunos lugares de la República, “no significa una tragedia para el país que pueda generar una guerra social; no es el acabose, ni el final de la historia de México”. Por su parte, para el secretario de Hacienda Agustín Carstens las ‘’variaciones en algunos precios no son aumentos sostenidos y no van a tener un impacto en la inflación”.

De cualquier manera el tortillazo ya se atizó. La población vuelve a pagar el precio de la política neoliberal de los últimos 24 años, a lo largo de los cuales México incrementó su dependencia económica y alimenticia con el extranjero. Hoy, la falta de una política social y económica centrada en lograr soberanía alimenticia vuelve más vulnerable al país frente a las políticas neoliberales del primer mundo. Los ejemplos del maíz y del petróleo son muy claros al respecto. El oro negro se encuentra a la baja entre otras cosas porque las potencias económicas y militares están utilizando el etanol para suplantar procesos productivos donde se usa el petróleo; a su vez los Estados Unidos retiran 40 millones de toneladas de maíz del mercado alimenticio para destinarlos a la producción de etanol. De este modo México pierde por vía doble: la caída en el precio del petróleo donde la mezcla mexicana de exportación ha retrocedido 12 por ciento este año, y el incremento del maíz que se significa como la base de la alimentación de millones de mexicanos.

Para fortalecer nuestro entusiasmo y tocar el violín mientras el barco se hunde, Felipe Calderón nos recuerda que foxilandia no ha muerto. Me siento “muy contento, muy satisfecho”, México vive con “más tranquilidad y certidumbre”. “Estamos en orden y en paz, y eso me llena de satisfacción”. Fueron las palabras con las cuales el fin de semana pasado cerró el análisis de los primeros 45 días de gobierno.

Así las cosas, Felipe Calderón y la derecha yunquista-clerical están empecinados en atizar quinazos a la población para dejar en claro que a Los Pinos ha llegado un presidente legal, fuerte y legítimo. No obstante, el despliegue mediático-político-económico-militar lanzado por el gobierno sobre amplias capas de la población, el resultado es contrario a lo esperado por la Presidencia. Lo que Felipe Calderón ha conseguido en tan sólo 50 días es agudizar la ilegitimidad del Ejecutivo lo mismo en México como en el exterior, donde cada día se le relega más de las decisiones y acuerdos que establecen los países de América Latina para enfrentar la envestida neoliberal que tanta pobreza ha causado en el subcontinente.

ihuatzio@hotmail.com

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