Los verdes
Publico - 18/01/07
Ponte los verdes! podría ser la frase publicitaria del Ejército ahora que decidió alquilarse para ser usado como extra en las sesiones de fotografía de un equipo de futbol caracterizado por el despotismo, maltrato y menosprecio hacia sus jugadores y seguidores.
La debilidad en la legitimidad para gobernar, producto del escaso 35 por ciento en los sufragios, llevó al de las manos limpias a pedir prestada una casaca y una gorrita a los militares e iniciar con ellos una pareja presidencial cuyas consecuencias no pueden llevar a nada bueno.
El Ejército no debió haber entregado la banda presidencial en una furtiva ceremonia nocturna, una especie de aquelarre cívico militar cuyo desarrollo sólo fue atestiguado y avalado por cadetes y algunos televidentes trasnochados.
El Ejército no debió haber transportado por estacionamientos y sótanos a quien, minutos después, también ayudaría a introducir por atrás de las banderas del Congreso para que, en una ceremonia irrisoria, tomara posesión como presidente de México.
El Ejército tampoco debe ser semillero de mano de obra barata y disciplinada para ser usado en funciones de Policía. El uniforme militar no debe alternarse con el uniforme de la Policía tan solo porque así lo decide quien tiene a su cargo la Comandancia Suprema del Ejército. Si no hay una urgencia nacional, ¿cómo se justifica el desvío de recursos de una dependencia a otra?
En la función pública nadie que sea contratado para desempeñar una función puede ser obligado a cumplir otra de naturaleza distinta. El Ejército fue creado para salvaguardar la integridad y la soberanía de la nación. La Policía, para mantener el orden y garantizar la seguridad del ciudadano.
El Ejército tampoco debe violar la Constitución estableciendo retenes en algunas calles y ciudades del territorio nacional y tomar ciudades amedrentando a sus ciudadanos, con el pretexto de que el poder civil le ordenó luchar de esa forma contra el narcotráfico.
En pocas palabras, el Ejército no debe tomar parte en ninguna actividad que competa a los órganos civiles legalmente constituidos, salvo en caso de desastre nacional.
El general Marcelino García Barragán, al ser cuestionado por su participación en la matanza de 1968, respondió que la decisión fue tomada por civiles y la orden dada por un civil al mando del Ejército. El Ejército sólo está para cumplir órdenes del poder civil.
A nadie conviene que algunos civiles en el poder, movidos por la necesidad de ampliar su escaso margen de legitimidad, utilicen a las Fuerzas Armadas como comparsa en cada una de sus ocurrencias.
El desgaste de la institución militar en ocurrencias y mascaradas de los civiles, sean políticos o dueños de equipos de futbol, le puede restar seriedad a una de las pocas instituciones sólidas del Estado mexicano.
Y eso no presagia nada bueno para una democracia tan débil como la nuestra.
rcastela@cencar.udg.mx
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