Eduardo Soto Millán - Proceso 1574
Después del primer sexenio panista, la experiencia indica que aquel “cambio” prometido quedó exclusivamente en eso, en una promesa no cumplida. En todo caso, el (relativo) cambio se circunscribió en tan sólo un cambio, quizá, de estilo, pues por lo demás, en cultura y en el campo específico de la música de concierto, no pasó nada, nada nuevo más que la continuidad de los mismos vicios y lastres.
Aquel denominado plan foxista “La cultura en tus manos” debió llamarse “La cultura en mis manos”, ya que así se quedó. Peor aún, las señales hasta el momento parecieran indicar que para esta nueva administración (de continuidad partidista) el lema podría ser “La cultura en mis manos duras”.
Hay tanto por hacer en materia de educación y cultura en nuestro país, que resulta burdamente terrible la iniciativa del presidente Felipe Calderón para disminuir la partida presupuestal en tal rubro, ya que lejos de ello, lo que se requiere es incrementarla con el fin de aplicar las estrategias necesarias que coadyuven, con todo, a la valoración de nosotros mismos, al (re)conocimiento de nuestra historia, y a la proyección fortalecida de nuestra esencia.
Además, al considerar la mofa del reciente aumento al salario mínimo, y el (cada vez más) disminuido poder adquisitivo, el artista (creadores, intérpretes…) y la sociedad toda, quedan situados en un panorama poco o nada alentador.
Los compositores de música sinfónica recibieron hace pocas semanas una buena noticia, es decir, al menos los compositores mexicanos adscritos a la sociedad mexicana que los agrupa, la Sociedad de Autores y Compositores de Música (SACM). Tal noticia es en términos de apoyos económicos en reconocimiento a su trabajo creativo específico (Proceso 1568).
En efecto, ante el evidente desprecio –menosprecio– del nuevo gobierno del país, dicha acción por parte de la SACM para con sus agremiados de música sinfónica patentiza una voluntad de solidaridad y cobijo.
Sin embargo, la obligación del Estado no queda soslayada. Todo lo que el gobierno no haga (hace) por sus artistas y educadores significa –implícitamente– que no lo está haciendo por sus gobernados.
Es necesario, además, edificar auténticas políticas culturales de Estado, que conduzcan a un (más) amplio marco de creación, investigación, documentación y preservación de nuestro arte –que constituye muchos artes– evitando, así mismo, de manera radical, la parcialidad desde sus procesos de generación hasta los de la oferta que, por ende, deben ser igualmente múltiples.
Para ello, se hace necesario también, por ejemplo, revisar de nueva cuenta, y hacer las adaptaciones que el caso requiera, los criterios para la selección de ingreso al Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Por otra parte, en general, por supuesto que hay que fortalecer y, además, sanear nuestras instituciones, ya que las instituciones son los órganos del gobierno a través de los cuales éste administra los recursos materiales y no materiales en beneficio de todos los mexicanos.
Por ello la insistencia en las políticas claras en materia cultural, pues una política bien definida y reglamentada presupone un rigor de pulcritud en su aplicación de tal suerte que, primero, pudiera impedir el autobeneficio directo e indirecto de los administradores (de la cultura), y después, evitar cualquier interpretación teórica que propicie líneas de acción contrarias a las características de un país como el nuestro, en vías de democracia.
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