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sábado, marzo 29, 2008

Irritan al cardenal preguntas sobre la donación de recursos que hizo Emilio

“No me los dieron a mí, que te quede claro, se los entregaron a la fundación”, contestó a un reportero

Sandoval Iñiguez cumplió ayer 75 años de vida; el mandatario estatal no asistió a la celebración

Molesto por la pregunta que se le hizo sobre los 90 millones de pesos que el gobierno donó para el Santuario de los Mártires, el cardenal Juan Sandoval Iñiguez arremetió contra el reportero que la planteó advirtiéndole que no iba a permitirle que lo ofendieran en su casa FOTO: ARTURO CAMPOS CEDILLO

Mauricio Ferrer

“Ya saliste con tus… ¿Vienes aquí a mi casa a ofenderme? No me los dieron a mí, que te quede claro, a mí no me los dieron, se los entregaron a la fundación”, fue la única declaración que salió ayer de la boca del cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, en respuesta a una pregunta que le hizo el reportero de Notisistema, José Luis Jiménez Castro.

De sus manos –las del cardenal– salió la ira, uno de los siete pecados capitales en la Iglesia católica: un fuerte empujón soltó el prelado, lo que dejó ver que, a sus 75 años –celebrados ayer– sigue fuerte.

Minutos antes, Sandoval Iñiguez había sido visto rebosante de alegría ante miles de espectadores que sintonizaban en casa el noticiero local matutino de Televisa. A la televisora, Sandoval Iñiguez concedió el tiempo suficiente para mandar saludos al conductor del espacio informativo.

Pero el reportero radiofónico no tuvo la misma suerte. Su micrófono, sus preguntas, incomodaron al cardenal, el mismo hombre que, en la homilía de ayer, en su lujosa casa de la calle Morelos, en Tlaquepaque, había dicho que “no puede ser fundamento de la Iglesia ni de nada importante alguien que no sea sencillo, modesto, humilde y que no reconozca sus deficiencias”.

Y las habilidades ante los medios de comunicación no es una de las virtudes del “eminentísimo” señor cardenal, como lo había presentado, cerca de las 7 de la mañana, sor Bertha López, aquella religiosa a la que se le hizo una investigación en la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDHJ) en 2007 por reportes periodísticos de La Jornada Jalisco en los que, testimonios de pacientes del Programa de Atención para Personas Inmunodeprimidas (Paipid), revelaban el maltrato infligido por el personal que dirige la monja.

Desde las 6 de la mañana los invitados fueron llegando a la casa de Sandoval Iñiguez. Unos 3 mil 200 pesos, el costo del mariachi que le cantó las clásicas Mañanitas al purpurado. Monjas, seminaristas, políticos reunidos en el patio de una finca de Tlaquepaque, Jalisco.

“El señor ha estado grande con nosotros y grande con ustedes”, dijo sor Bertha, para luego presentar al festejado.

A lo lejos, la sonrisa del cumpleañero no se apreciaba tanto como la que mostraba un cartel con su imagen pegado en la pared.

“La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular, aleluya”. No era una piedra del Santuario de los Mártires, que tanto le agrada –cuando viene con 90 millones de pesos de parte del gobierno del estado– como le molesta en el zapato a Sandoval Iñiguez –cuando le preguntan de la limosna del dinero de todos, administrado por uno, Emilio González Márquez–. Era la piedra de la resurrección de Cristo, del salmo 117.

“Los que no creen no esperan nada, a lo mejor no temen nada porque no creen que hay un Dios más allá del juicio y no creen que hay un castigo o un premio y se la pasan a gusto, casi como los perritos que menean la cola en esta vida, después se muerden y se acabó, no tienen fe”, aseguró el religioso al principio de la homilía.

Para eso ya se había dado lectura al Evangelio. Era de San Juan. Trataba de una aparición de Cristo ante los apóstoles luego de su muerte. De cómo éste les ayudó a pescar con una red ante la falta de fe de sus apóstoles. 153 pescados habían sacado con la ayuda de Jesucristo. Éste les preparó las brasas y tuvieron un gran banquete al lado del lago Siberiades.

“Estamos hablando de esta verdad tan grande: la clave del cristianismo, que es la resurrección de Cristo, la verdad de la promesa del Señor”, decía el cardenal mientras las cabezas de los asistentes iban de arriba a abajo, de abajo a arriba, en tanto que algunos niños bostezaban y otros iban a ver a los pájaros ante el aburrimiento que suele ser estar una hora escuchando cosas que los menores no entienden.

“Hemos escuchado ahora en el Evangelio de San Juan la tercera aparición oficial, porque las apariciones a las mujeres no contaban oficialmente”, bromeó el religioso y las risas estallaron.

“Era cierto, así era. No tengo la culpa de lo que antes pensaban pero no contaban, ahora estamos en los tiempos del reclamo y muy justos de la igualdad”, volvió a decir y volvieron a reír los fieles.

Luego retomó la escritura: eran siete los apóstoles a los que Jesús “les dijo que echaran la red a la derecha, a la derecha, sin sentido político”, y los festejos a las bromas del cardenal seguían.

Un punto álgido en el discurso de Sandoval Iñiguez: el apóstol Juan, autor del texto, había reconocido a Cristo, luego de resucitado, no como el caso de Pedro que lo había negado antes de su muerte.

Pero en esa ocasión, en el lago, a Pedro le había dado gran gusto ver a Jesús, según el cardenal.

“Le dio gusto a San Pedro porque traía su culpa por dentro porque lo había negado, entonces se encontró solo con el Señor. ¿Qué le pasó a Adán en el paraíso? Cuando pecó se escondió, igual pasó con San Pedro, cuando pecó se escondió y no aguantó su presencia ni mirada. Pasa lo mismo cuando pecamos, nos escondemos del Señor”.

Coincidencias, pero ayer, el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, no asistió a la fiesta de Sandoval Iñiguez. Incluso no tenía ningún acto público programado en su agenda. Coincidencias.

“El cristiano, a veces por ignorancia, se olvida de Jesús y se agarra de un santo, este santito es el bueno, no es el bueno, tampoco es el malo”, dijo el religioso.

Y es que “ahora tenemos muchos santos, mártires… antes eran de importación, San Antonio, Santa Teresita, todos traídos de Europa, para que sepamos que los que comemos tortilla y frijoles también podemos ser santos”, dijo mientras los platos de fruta picada, los de chilaquiles verdes con frijoles, las bandejas de birote salado y los vasos de jugos de naranja, iban y venían entre las mesas que daban lugar a unos 500 invitados en la que, primero había dicho el cardenal, “es la casa de ustedes porque es del Arzobispado”.

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